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lunes, 7 de abril de 2014

¿Podrán algún día, las máquinas, ser tan inteligentes como los seres humanos?


























Fue en la década de 1950 cuando surgió el interés por dotar de inteligencia a las máquinas. Desde entonces ha ido evolucionando hasta llegar a una ciencia que intenta reproducir la inteligencia humana e incluso superarla. La ciencia ficción aceitó la imaginación de los investigadores, quienes se han visto seducidos por la idea de desarrollar tecnologías capaces de razonar. Desde la icónica 2001 Odisea en el espacio y la supercomputadora Hal, de 1968, hasta la reciente Her,la IA pasó de ser un sueño a un proyecto y, en algunos casos, una realidad.

De hecho, los libros, películas y series de ciencia ficción son en gran parte responsables de que, al pensar en IA, se represente algo con forma humana, como un robot androide o un holograma. Sin embargo, la IA ya está aquí en forma de sistemas de reconocimiento facial, como los de Facebook, o con algoritmos que permiten a las aplicaciones aprender de sus usuarios, como los asistentes personales Siri de Apple, Google Now de Google y muy pronto Cortana de Microsoft 

La clave dela IA es que el cerebro es una máquina y, como tal, potencialmente se puede construir e imitar. Para ello, es necesario saber cómo funciona. Por su parte, la matemática sirve de puente entre el cerebro biológico y las máquinas. Si los procesos de las redes de neuronas pueden traducirse a un modelo matemático, entonces los ingenieros pueden tomar esas ecuaciones y trasladar los procesos a un aparato, sostienen algunos.

Los autores de ciencia ficción ya han abordado el momento en que las máquinas sientan. Es el clásico “drama de Pinocho” de máquinas o robots que quieren humanizarse, desde el comandante Data en Star Treck hasta el robot Andrew en El hombre bicentenario.

Pero los primeros ensayos de IA no eran tan ambiciosos. Por ejemplo, el concurso Deep Blue de IBM en 1997 demostró que una computadora podía vencer a los mejores jugadores de ajedrez del mundo. El test de Turing, propuesto por Alan Turing para demostrar la existencia de inteligencia en una máquina, todavía sostiene que si una máquina se comporta de forma inteligente entonces debe serlo. En este caso, la prueba consiste básicamente en que una persona chatea sin saber si su interlocutor es una computadora u otra persona y debe adivinarlo según las respuestas que recibe.

Esas primeras máquinas fueron programadas para algo específico, como vencer al oponente en una partida de ajedrez, anticipando sus movimientos a partir de una base de datos que reúne todas las posibles jugadas. Pero no puede ponerse esa máquina a hacer algo diferente para lo cual fue creada. No se puede adaptar por sí sola. Y aunque entienda lo que se le diga, no lo comprende. Lo mismo sucede con el celular inteligente puede “predecir” la palabra que uno quiere escribir en base a lo que ha tipeado antes, pero no puede comprender el mensaje.

En este sentido, la revista Slate cita al científico cognitivo Douglas Hofstadter, para quien Watson, la supercomputadora de IBM que en 2011 venció a sus contrincantes humanos en el concurso de preguntas y respuestas Jeopardy!, no tiene IA. Watson es “solo un algoritmo de búsqueda por texto conectado a una base de datos, igual que el buscador de Google. No entiende lo que está leyendo”, sostuvo. Además, carece de la experiencia humana, un ingrediente fundamental para entender, por ejemplo, chistes o metáforas.

En el diálogo entre ciencia y tecnología, además de la “inteligencia algorítmica” (basada en programas), los investigadores se han interesado por otro tipo de inteligencia, basada en la memoria. Es aquella que utilizan algunos animales y los humanos para tomar decisiones de forma muy rápida. Para explicarlo, se utiliza el ejemplo del “blanco móvil”, un complicado problema tecnológico que consiste en anticipar la siguiente posición de un objeto en movimiento, como hace el ave de rapiña que captura una liebre en carrera. “No lo logra porque tenga cálculos matemáticos instalados en su cerebro, sino porque tiene memoria de experiencia de qué le dio un buen resultado antes”, explicó el investigador.




El alma del robot

Por ahora, los ingenieros han intentado imitar al cerebro humano con algoritmos y materiales de electrónica, que por ejemplo, simulan con cables las redes de neuronas. No obstante, esto implica “un nivel tan elaborado de miniaturización que, sin células ni el delicado nivel bioquímico de los cerebros reales, es difícil pensar en máquinas que lo logren sin estar hechas con los mismos materiales de la neuroquímica biológica”.

Tal vez llegue el día en que el cerebro y la forma de pensar de los humanos puedan reproducirse en una máquina. Para los dualistas, que sostienen que mente y alma están separadas y compuestas de materias diferentes, este futuro nunca llegará. Pero para quienes confían en el avance vertiginoso de la ciencia y tecnología, la frontera entre humanos y máquinas está cada vez más cerca de desaparecer.

Avances


IBM. Watson es la palabra inevitable cuando se piensa en inteligencia artificial. La supercomputadora de IBM ganó en 2011 la competencia Jeopardy!, venciendo a sus oponentes humanos, y no ha parado de aprender desde entonces. Salud, finanzas, retail y viajes, son algunas de las áreas en las que ha estado entrenando, según dijo la compañía en el IBM PartnerWorld en febrero. Desde hace tres años, Watson trabaja en hospitales de EEUU para ayudar a los médicos en el diagnóstico y tratamiento del cáncer. En el área culinaria, ha aprendido a realizar 35 mil recetas y a elaborar nuevas.

Google. El gigante de internet es uno de los pioneros en el área. Trabaja desde hace años en autos que se manejan solos y estudia la posibilidad de que los robots sean los deliveries del futuro. En enero compró la empresa de domótica Nest y la de inteligencia artificial DeepMind, con la que seguirá trabajando en el deep learning, que mejore su motor de búsqueda, por ejemplo. El año pasado compró junto a la NASA una computadora cuántica con la que explorará el aprendizaje de las máquinas, entre otras cosas.

Facebook. La empresa de Mark Zuckerberg utiliza la inteligencia artificial para sus sistemas de reconocimiento facial, por ejemplo, un gran insumo para vender avisos. Estos no solo ayudarán a ver el contenido sino a interpretarlo sin que sea necesario que un usuario siga a una marca en la red social para conocer sus preferencias. Bastará con que cuelgue una foto tomando Coca-Cola para que Facebook entienda que la prefiere ante Pepsi, por ejemplo. Esta posibilidad ya alimenta el debate sobre privacidad online.

Asistentes personales.
 Los asistentes personales de los sistemas operativos como Siri de Apple, Google Now de Google y, dentro de poco, Cortana de Microsoft, todavía deben perfeccionarse pero van en camino a adivinar lo que un usuario quiere incluso antes de que este lo sepa. Estos programas todavía están escritos a mano y utilizan algoritmos de aprendizaje, para que el asistente vaya aprendiendo sobre el comportamiento del usuario a fin de hacerle sugerencias.


http://www.cromo.com.uy/2014/03/cuando-las-maquinas-piensen-como-humanos/

FUENTE

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