¡VEN A CONOCER SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS
ESTE VERANO!
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Ciudad de San Cristobal de las Casas
El arco del Carmen sobre el andador turístico
Al sureste de la República Mexicana, en uno de los estados cuya biodiversidad deslumbra por la extraordinaria riqueza de su flora y fauna, se encuentra una de las ciudades fundadas a partir de 1528 por Diego de Mazariegos, una vez que se estableciera el virreinato de Chiapas a cargo de los españoles. Se trata de aquella que fungiera en tiempos coloniales como la ciudad de mayor importancia en la región: la segunda Villa Real de Chiapa, conocida como Chiapa de los Españoles o Ciudad Real. Y sería precisamente en ese punto, sobreviviendo al paso del tiempo y enriqueciendo sus trazos urbanos con la evolución estética de épocas sucesivas, en donde surgiría una ciudad cuyas construcciones de forma y estilo particulares dan vida a uno de las más hermosos destinos turísticos del país: San Cristóbal de las Casas.
Su nombre hace honor al obispo Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indígenas del lugar durante el siglo XVI e inspirador de la nueva fé en el llamado “Nuevo Mundo”. De aquella sólida manifestación religiosa derivarían en breve muchos de los templos que aún se conservan hasta nuestros días, los cuales denotan, al mismo tiempo, la fuerza que implicó la colisión de dos culturas distantes, así como la fundición de sus espíritus en el crisol de una nueva patria nacida tras grandes esfuerzos.
San Cristóbal de las Casas es una de las ciudades coloniales que aún conserva sus plazuelas, calles empedradas, techos de teja roja, así como los tradicionales mercados en donde coinciden indígenas de la región para ofrecer al público desde cultivos hasta cerámicas, o bien sus tradicionales textiles llenos de colorido. Como en cualquier ciudad del país, las iglesias y templos son piedra angular de la proyección ideológica de una sociedad; testimonios invaluables que fungen como verdaderos cimientos de un desarrollo nacional emprendido siglos atrás. La Catedral de San Cristóbal, como tantas otras, es parte de aquel legado histórico cobijado en los principios de una fe religiosa que perdura hasta nuestros días: originalmente construída en 1535, tuvo para el siglo XVIII la fachada que hoy conocemos, mostrando un estilo puramente barroco. La Iglesia de la Merced, aún a pesar de haber sido levantada en 1537, se muestra más contemporánea debido a que en la época del porfiriato tuvo una remodelación siguiendo un estilo neoclásico. Sin embargo la Sacristía conserva, no sin asombro, uno de los vestigios de su construcción original: un arco romano sostenido en una trabe por una columna, decorado a mano con motivos florales y relieves que representan al sol y la luna.
Destaca de igual manera el Templo de Santo Domingo, cuyas principales características son su gigantesca fachada de argamasa y un púlpito de excepcional belleza, al cual se llega por una balaustrada dorada que se levanta sobre un pedestal profusamente tallado, semejante a un cáliz de oro. Y si bien las iglesias o templos poseen una importancia capital, ciertamente hay muchos otros lugares por recorrer en San Cristóbal, como el Museo Na-Bolom, fundado en 1950 por Franz Blom y Gertrudis Duby. Este museo ocupa una casa de estilo neoclásico de finales del siglo XIX y destaca por la exhibición de textiles tradicionales, además de contar con una biblioteca de más de 10 mil volúmenes referentes a la historia, cultura y antropología de la región. Otro lugar igualmente interesante es el Museo de la Medicina Maya, que en sus 6 salas exhibe representaciones referentes a la ciencia de aquella cultura prehispánica. La Casa de Mazariegos y el Palacio Municipal con el rigor de su construcción en piedra; el silencio de la belleza interrumpido por el repicar de un riachuelo en El Arcotete, arco de piedra labrado por la naturaleza misma al paso de milenios; los barrios de San Diego, Santa Lucía, San Ramón, La Merced, Guadalupe, del Cerrillo o Mexicanos, con el característico magnetismo de la ya mundialmente famosa San Cristóbal, ciudad mágica en la que el turista se pierde en la apreciación de un lugar tan apacible como ajeno, en muchos sentidos, al bullicio de las grandes urbes. Se puede caminar ante el Arco-Torre de El Carmen, construcción que pretendió antiguamente servir como campanario de iglesia y que posteriormente se convirtió en imágen importante de la ciudad, al tiempo que se respira en el entorno un pasado indígena remoto. Y en las cercanías Zinacantán, el “Lugar de los Murciélagos”, que distinguióse en tiempos de Tenochtitlán como productor de las codiciadas plumas de quetzal, pieles de jaguar o piezas de ambar; mas el espíritu maya aún ronda en sus rincones, desplegándose en el colorido de las flores que son vendidas por los indígenas del lugar.
Y no muy lejos de ahí la mágica San Juan Chamula, en donde los indios chamulas se entregan con devoción y solemnidad sin igual a la realización de rituales sincréticos ante la iglesia del pueblo. ¡Y le sugerimos no intentar fotografiar a las chamulas! Pues tienen la creencia de que mediante las cámaras, el hombre les roba su alma. Y como toda ciudad mexicana, San Cristóbal se entrega año con año a la realización de una Feria de magnas proporciones: la Feria de la Primavera y de la Paz, evento que a la fecha suma ya 135 años de celebrarse con júbilo inigualable. Básicamente destinada al comercio de productos de toda clase, desde artesanías hasta cereales y ganado, la Feria de la Paz representa, por si misma, una descripción notable de la diversidad social y las costumbres que siguen vigentes hasta nuestros días. Y podemos asegurarle que una vez que venga, jamás podrá borrar de su memoria la magia tan especial que da vida a la inigualable San Cristóbal de las Casas, ¡Corazón de Chiapas!
Su nombre hace honor al obispo Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indígenas del lugar durante el siglo XVI e inspirador de la nueva fé en el llamado “Nuevo Mundo”. De aquella sólida manifestación religiosa derivarían en breve muchos de los templos que aún se conservan hasta nuestros días, los cuales denotan, al mismo tiempo, la fuerza que implicó la colisión de dos culturas distantes, así como la fundición de sus espíritus en el crisol de una nueva patria nacida tras grandes esfuerzos.
San Cristóbal de las Casas es una de las ciudades coloniales que aún conserva sus plazuelas, calles empedradas, techos de teja roja, así como los tradicionales mercados en donde coinciden indígenas de la región para ofrecer al público desde cultivos hasta cerámicas, o bien sus tradicionales textiles llenos de colorido. Como en cualquier ciudad del país, las iglesias y templos son piedra angular de la proyección ideológica de una sociedad; testimonios invaluables que fungen como verdaderos cimientos de un desarrollo nacional emprendido siglos atrás. La Catedral de San Cristóbal, como tantas otras, es parte de aquel legado histórico cobijado en los principios de una fe religiosa que perdura hasta nuestros días: originalmente construída en 1535, tuvo para el siglo XVIII la fachada que hoy conocemos, mostrando un estilo puramente barroco. La Iglesia de la Merced, aún a pesar de haber sido levantada en 1537, se muestra más contemporánea debido a que en la época del porfiriato tuvo una remodelación siguiendo un estilo neoclásico. Sin embargo la Sacristía conserva, no sin asombro, uno de los vestigios de su construcción original: un arco romano sostenido en una trabe por una columna, decorado a mano con motivos florales y relieves que representan al sol y la luna.
Destaca de igual manera el Templo de Santo Domingo, cuyas principales características son su gigantesca fachada de argamasa y un púlpito de excepcional belleza, al cual se llega por una balaustrada dorada que se levanta sobre un pedestal profusamente tallado, semejante a un cáliz de oro. Y si bien las iglesias o templos poseen una importancia capital, ciertamente hay muchos otros lugares por recorrer en San Cristóbal, como el Museo Na-Bolom, fundado en 1950 por Franz Blom y Gertrudis Duby. Este museo ocupa una casa de estilo neoclásico de finales del siglo XIX y destaca por la exhibición de textiles tradicionales, además de contar con una biblioteca de más de 10 mil volúmenes referentes a la historia, cultura y antropología de la región. Otro lugar igualmente interesante es el Museo de la Medicina Maya, que en sus 6 salas exhibe representaciones referentes a la ciencia de aquella cultura prehispánica. La Casa de Mazariegos y el Palacio Municipal con el rigor de su construcción en piedra; el silencio de la belleza interrumpido por el repicar de un riachuelo en El Arcotete, arco de piedra labrado por la naturaleza misma al paso de milenios; los barrios de San Diego, Santa Lucía, San Ramón, La Merced, Guadalupe, del Cerrillo o Mexicanos, con el característico magnetismo de la ya mundialmente famosa San Cristóbal, ciudad mágica en la que el turista se pierde en la apreciación de un lugar tan apacible como ajeno, en muchos sentidos, al bullicio de las grandes urbes. Se puede caminar ante el Arco-Torre de El Carmen, construcción que pretendió antiguamente servir como campanario de iglesia y que posteriormente se convirtió en imágen importante de la ciudad, al tiempo que se respira en el entorno un pasado indígena remoto. Y en las cercanías Zinacantán, el “Lugar de los Murciélagos”, que distinguióse en tiempos de Tenochtitlán como productor de las codiciadas plumas de quetzal, pieles de jaguar o piezas de ambar; mas el espíritu maya aún ronda en sus rincones, desplegándose en el colorido de las flores que son vendidas por los indígenas del lugar.
Y no muy lejos de ahí la mágica San Juan Chamula, en donde los indios chamulas se entregan con devoción y solemnidad sin igual a la realización de rituales sincréticos ante la iglesia del pueblo. ¡Y le sugerimos no intentar fotografiar a las chamulas! Pues tienen la creencia de que mediante las cámaras, el hombre les roba su alma. Y como toda ciudad mexicana, San Cristóbal se entrega año con año a la realización de una Feria de magnas proporciones: la Feria de la Primavera y de la Paz, evento que a la fecha suma ya 135 años de celebrarse con júbilo inigualable. Básicamente destinada al comercio de productos de toda clase, desde artesanías hasta cereales y ganado, la Feria de la Paz representa, por si misma, una descripción notable de la diversidad social y las costumbres que siguen vigentes hasta nuestros días. Y podemos asegurarle que una vez que venga, jamás podrá borrar de su memoria la magia tan especial que da vida a la inigualable San Cristóbal de las Casas, ¡Corazón de Chiapas!
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