Aquí una de tantas entradas que se publican y publicarán al respecto del nuevo Papa que como rosario interminable de la virgen comenzarán a aparecer en la web.
No me da tiempo de corregir la entrada ¡discúlpen!, vayan a la fuente al final para leerla bien. Gracias y perdón.
Massera y Bergoglio
No me da tiempo de corregir la entrada ¡discúlpen!, vayan a la fuente al final para leerla bien. Gracias y perdón.
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Escribe Walter Goobar
El cardenal porteño hizo nombrar al
Almirante Cero como doctor honoris causa en la Usal
En el fondo de un amplio ambiente de la
catedral metropolitana, debajo de un gran tapiz de la Virgen, el hermético
cardenal Jorge Mario Bergoglio se refugia en los silencios. No está rezando ni
dando misa: está declarando como testigo en la megacausa Esma. El declarante se
amparó en sus fueros para evitar los estrados de Comodoro Py, por lo que los
jueces del Tribunal Oral Federal Número 5 debieron trasladarse este lunes a la
Catedral para escuchar durante cuatro horas las evasivas respuestas del máximo
referente de la Iglesia argentina.
No se trata de revelar ningún misterio
de la fe, sino de explicar ante la justicia terrenal un secreto inconfesable:
el invisible rosario que lo unió al tenebroso dueño de la vida y de la muerte
en las mazmorras de la Esma: el almirante Emilio Eduardo Massera.
El azar o la casualidad le jugaron una
mala pasada al purpurado: a la misma hora que él se perdía en laberínticos
balbuceos frente a los magistrados, el descerebrado almirante expiraba en la
habitación 602 del Hospital Naval. Un paro cardíaco selló los labios del marino
que se llevó a la tumba los inconfesables secretos que Bergoglio se empeña en
preservar.
La desmemoria del cardenal seguramente se extiende a un evento ocurrido el
25 de noviembre de 1977 cuando él integraba la plana mayor de la Universidad
del Salvador. Ese día, la Usal otorgó al jefe de la Armada, Emilio Eduardo
Massera, el título de “doctor honoris causa”, en una ceremonia pública. Los
datos de esa distinción al Almirante Cero desaparecieron misteriosamente de los
archivos de la Universidad porque allí constan las firmas de quienes lo
propusieron y cuáles eran las motivaciones para doctorar a un genocida. Pero,
el cardenal hoy no recuerda el decisivo papel que jugó en ese homenaje al
mandamás de la Marina.
Esa tarde, Bergoglio escuchó a Massera pronunciar un ampuloso discurso
sobre la indiferencia de los jóvenes, el amor promiscuo, las drogas
alucinógenas y la “derivación previsible” de esa “escalada sensorial” en “el
estremecimiento de la fe terrorista”. Con una sonrisa en los labios, el dueño y
señor de la Esma también aseguró que la Universidad era “el instrumento más
hábil para iniciar una contraofensiva” de Occidente. Aunque aplaudió
fervorosamente, el discreto Bergoglio no subió al estrado. Sí lo hicieron sus
fieles discípulos de Guardia de Hierro, la poderosa organización paramilitar en
la que Bergoglio militaba desde 1972 y que posteriormente intervino en la
apropiación de los bienes de los desaparecidos.
Guardia de Hierro era por aquellos años la mejor escuela de cuadros que
tenía la derecha peronista. Su líder, Alejandro el Gallego Álvarez, comandaba a
15 mil militantes formados bajo una férrea disciplina y adoctrinados por la
ortodoxia ultramontana. La organización se autodisolvió oficialmente en 1974,
pero siguió actuando y –gracias a los buenos oficios de Bergoglio, entre
otros–, llegó a tener excelente relación con Massera.
El 31 de julio de 1973, Bergoglio fue elegido provincial, que es el punto
máximo del escalafón de la Compañía de Jesús, una orden caracterizada por la
obediencia y disciplina cuasi militar.
Un informe de inteligencia de la Side especializado en el seguimiento de
los temas y los actores eclesiásticos de la época –que se conserva en un
archivo de la Cancillería– sostiene que Bergoglio se proponía limpiar la
Compañía de “jesuitas zurdos”.
Una de sus primeras decisiones como Provincial fue entregar la Universidad
del Salvador a una asociación civil formada por laicos que militaban en Guardia
de Hierro junto con él. Hacia fines de 1974, el ahora cardenal entregó la Usal
a dos dirigentes de Guardia de Hierro: Francisco Cacho Piñón, que fue nombrado
rector, y Walter Romero, jefe del Estado Mayor de la poderosa agrupación
política, como operador oculto en la Universidad.
En ese sentido, el nombramiento de Massera como doctor “honoris causa” de
la Usal se produjo casi exactamente un mes después de que los sacerdotes
Orlando Yorio y Francisco Jalics fueron encontrados drogados y semidesnudos en
un campo de Cañuelas. Los dos curas que desempeñaban su labor pastoral en una
villa del Bajo Flores, habían permanecido casi seis meses secuestrados en la
Esma.
Durante el juicio a las Juntas realizado en julio de 1985, el sacerdote
Orlando Yorio –que estuvo cautivo en la Esma entre mayo y octubre de 1976–
declaró: “Bergoglio nunca nos avisó del peligro que corríamos. Estoy seguro de
que él mismo les suministró el listado con nuestros nombres a los marinos”.
El religioso –que falleció en agosto de 2000– repitió en más de una
oportunidad: “No tengo indicios para pensar que Bergoglio nos liberó, al
contrario. A mis hermanos les avisó que yo había sido fusilado, no sé si lo
dijo como cosa posible o segura, para que fueran preparando a mi madre. Cuando
quedé en libertad, Bergoglio me confesó que dos veces lo visitó un oficial de
la policía para avisarle sobre nuestro fusilamiento. Fuera del país, en el New
York Times se publicó la noticia de nuestra muerte, la Cruz Roja internacional
tenía esa información”, narró Yorio. A su juicio, Bergoglio “tenía comunicación
con el almirante Massera, le habrían informado que yo era el jefe de los
guerrilleros y por eso se lavó las manos y tuvo esa actitud doble. No esperaba
que no pudieran encontrar nada para acusarme ni que saliera vivo”.
El padre Yorio sostenía que Bergoglio estuvo presente en la casa operativa
de la Armada en la que pasaron varios meses luego de salir de la Esma. “Una vez
nos dijeron que teníamos una visita importante. Vino un grupo de gente a la que
no pudimos ver porque estábamos con los ojos vendados, pero Francisco Jalics
sintió que uno era Bergoglio”, afirmó el sacerdote.
El padre Yorio no sólo se basó en las percepciones sensoriales de su
compañero de cautiverio. El propio Bergoglio reconoció ante otros familiares
haber visto a Yorio y Jalics durante su secuestro y dio detalles que resultaron
ser correctos.
En su libro Iglesia y dictadura, editado en 1986, cuando Bergoglio no era
conocido fuera del mundo eclesiástico, Emilio Mignone lo mencionó como ejemplo
de “la siniestra complicidad” eclesiástica con los militares, que “se
encargaron de cumplir la tarea sucia de limpiar el patio interior de la
Iglesia, con la aquiescencia de los prelados”. Según el fundador del Centro de
Estudios Legales y Sociales, “en algunas ocasiones la luz verde fue dada por
los mismos obispos”.
Fuentes de Guardia de Hierro, la organización que más tarde se convirtió en
el brazo político del masserismo, sostienen que Bergoglio intercedió ante
Massera por los dos sacerdotes y que la distinción académica de la Universidad
de El Salvador fue una contraprestación de Bergoglio al marino.
Sin embargo, los testimonios de Yorio y Jalics desmienten esta teoría.
Siempre aseguraron haber sido liberados gracias a una gestión del militante
cristiano por los derechos humanos y ex presidente del Cels, Emilio Mignone,
vía el cardenal Eduardo Pironio.
El padre Yorio le tenía tanto miedo a Bergoglio que en 1992, cuando Antonio
Quarracino lo nombró obispo auxiliar, Yorio se mudó al Uruguay, donde residió
hasta su muerte.
El controvertido y vidrioso papel que jugó Bergoglio en el secuestro de los
dos sacerdotes le trajo consecuencias para su carrera.
El año 1979 marcó otro capítulo misterioso en la vida de Bergoglio. Mientras la
historia oficial asegura que en ese entonces el ahora cardenal estaba
terminando su tesis en Alemania, otras fuentes sugieren que estuvo enclaustrado
como castigo en un convento jesuita en algún país europeo.
A mediados de 1988 lo confinaron a una parroquia de la provincia de
Córdoba, donde sólo daba misa y confesaba.
Otro de los puntos oscuros en torno a la vida de Bergoglio es que nunca quiso
presentarse ante la Justicia. Cuando se realizó el juicio a las Juntas, Yorio
pidió que compareciera y fue citado pero rehusó presentarse, argumentando que
estaba enfermo en Córdoba. Esa actitud de Bergoglio explica las razones
personales por las que ha volcado todo el peso de la Iglesia en contra de la
revisión judicial de los crímenes cometidos durante la dictadura militar.
Pero aquel confinamiento al silencio serrano fue interrumpido abruptamente
en 1992 por la providencial llamada de Quarracino que lo nombró obispo
coadjutor y su heredero cardenalicio.
“Líbreme el Señor de alzar la mano contra el ungido del Señor”, era y es la
frase de cabecera de este maquiavélico pastor de la Iglesia que traicionó a sus
hermanos y los entregó a la desaparición y la tortura por la Junta Militar en
aras de una insaciable ambición de poder.
fuente: http://www.infoeducasares.com.ar/?p=1223
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