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jueves, 28 de abril de 2011

LA RELIGION MAYA EN LAS TIERRAS BAJAS

Presentamos aquí el Capítulo 7 de Historia y Religión de los Mayas, Ed. Siglo XXI. por J. Eric S. Thompson, autor también de: Grandeza y Decadencia de los Mayas (FCE México, 1959), Arqueología Maya, (Diana, México, 1980) o Maya Hieroglyphic Writing (Univ. of the Oklahoma Press, 1981), entre otras obras.


LA RELIGION MAYA EN LAS TIERRAS BAJAS
LOS DIOSES PRINCIPALES

J. ERIC S. THOMPSON


La inclusión de las principales divinidades mayas en un capítulo y la relegación de las otras en una especie de grupito menor para el siguiente está más de acuerdo con las reglas de composición de un libro que con las ideas religiosas mayas. Otros sistemas tienen otros defectos, porque las creencias y opiniones religiosas, así como los dioses en torno a los cuales se aglomeran, son fluidas y es posible que los recipientes de que dispongamos para ellas se conviertan en coladores.


La entrada en la categoría de dioses principales se resiente de la influencia ejercida por los ritos que lograron sobrevivir a la extinción del sacerdocio maya y la difusión del cristianismo. Por ejemplo, la diosa lunar tiene actualmente una popularidad que se debe en buena parte a su identificación con la Virgen María. Aun las consideraciones de índole artística o el orgullo personal es posible que hayan favorecido indirectamente la candidatura de algún dios. Un ejemplo de ello es el jaguar, que simbolizaba el mando y el valor y que con sus atributos compartía una sencillez de dibujo que sin duda gustó a los artistas. Ambos factores podrían explicar en parte la popularidad del dios jaguar en el arte clásico maya y torcer nuestra evaluación de la importancia de los dioses mayas.


Caracteres de los dioses mayas


Al considerar la naturaleza de los dioses mayas debemos ante todo librarnos de ciertas nociones erróneas y tomar nota de que en este campo no debe entenderse la palabra pantheon en su sentido estrictamente griego. La idea de una reunión general de los dioses no tiene lugar en la teología maya, y las visiones del comportamiento de los carnalísimos dioses griegos y romanos que esa palabra evoca hubieran sido juzgadas por los mayas totalmente impropias de seres divinos. Como hemos visto, el trato con los dioses exigía del impetrante maya la limpieza ritual y la ausencia de preocupaciones sexuales; la idea helénica de que los dioses tenían constantemente aventuras amorosas con los seres de carne y hueso y que de vez en cuando se entregaban a relaciones homosexuales les hubiera repugnado. Tampoco se puede imaginar un paralelo maya para nuestra idea occidental del adjetivo jovial, que les hubiera parecido indigno de Júpiter. Verdad es que la diosa maya de la luna era una corretona antes de encargarse de las obligaciones celestiales que precedieron a su divinización, pero parece natural hacer una deidad –inter alia– de las relaciones sexuales en imagen masculina o femenina. Más propiamente, las divinidades mayas eran impersonales. En su mayor parte, su único vicio humano era el deseo de que les manifestaran reconocimiento con frecuentes ofrendas, y sospecho que la intención era inculcar a la comunidad el sentimiento de gratitud


A continuación, en una versión algo ampliada de una publicación anterior, expongo los rasgos que me parecen característicos de los dioses mayas, y que comparten en gran medida con los dioses de los pueblos vecinos mesoamericanos.


Pocos son los dioses que tienen forma humana, y la mayoría son una mezcla de rasgos humanos y animales. Por ejemplo, los dioses de la lluvia y las divinidades de la tierra revelan detalles que en gran parte se derivan de las representaciones de serpientes y cocodrilos, fantásticamente elaboradas y a menudo fundidas con elementos tomados de otros miembros del reino animal. El dios Chic-chá del número nueve, por ejemplo, tiene rasgos de serpiente (señales en las sienes) y jaguar (bigotes y pelos en la barbilla). Pero los dioses derivados de animales pueden aparecer en forma puramente humana, como el aspecto creador de Itzam Na, por ejemplo.


Hay una cuadruplicidad de dioses, cada uno de los cuatro atribuido a un rumbo y un color diferentes del mundo, pero considerados a veces místicamente un solo ser, que en cierto modo recuerda la doctrina de la trinidad (amplificado más adelante en el estudio de los Chacs).


Los dioses tienen un aspecto doble. Pueden ser benévolos y malévolos. En las obras de arte esto se señala añadiendo símbolos de la muerte al aspecto usual de un dios. Esta dualidad se extiende hasta la edad, porque en algunos casos hay aspecto joven y aspecto viejo del mismo dios, y al parecer ambos aspectos desempeñan las mismas funciones básicas. Hay también dualidad sexual. Por ejemplo, los Chacs son normalmente masculinos, pero alguna que otra vez aparece uno de ellos en forma femenina. Es posible que se trate de la mujer del Chac, pero no hay muchas pruebas de que en el cielo de los Chacs hubiera matrimonios ni casamientos. Los equivalentes femeninos no se distinguen de los masculinos por sus rasgos ni atributos. La dualidad sexual está particularmente desarrollada entre los mayas chortis.


Los dioses se formaban indistintamente en grandes categorías, de modo que un dios podía pertenecer a dos grupos diametralmente opuestos. El dios del sol, por ejemplo, era primordialmente un dios celeste, pero como pasaba de noche por el inframundo en su viaje hacia Oriente desde el punto donde se ponía el sol hasta aquel donde amanecía, se convirtió en uno de los nueve señores de la noche y el inframundo. De modo análogo, y por razones desconocidas, el dios de los mercaderes era el patrón de una de las agrupaciones lunares.


Predominan con mucho los dioses relacionados con todos los períodos de tiempo, y la divinización de los días y otras divisiones cronológicas.


Las inconsecuencias y la duplicación de funciones se deben a la imposición por las jerarquías de conceptos ajenos sobre la estructura más sencilla de los dioses de la naturaleza adorados por las comunidades campesinas. Ejemplo de ello es la usurpación por el dios (o los dioses) del planeta Venus del patrocinio de la caza mayor y los cazadores a costa de los dioses proletarios de la caza menor.


Los dioses podían fundirse con divinidades ajenas, como la diosa lunar con la virgen María, el dios del sol, en menor medida, con Jesús y los Chacs con los arcángeles y santos de la Iglesia católica romana.


Parece haber proliferado un culto que divinizaba a los antepasados tribales en el período posclásico. Debió tener importancia también en el Clásico, pero recibió fuerte ímpetu con el auge del militarismo hacia el final de esa época.


Los objetos inanimados recibían espíritus moradores que a veces llegaban a alcanzar la categoría divina.


Adoraban a los animales, como por ejemplo el jaguar.


Se formó un orden social divino a semejanza del humano, con dioses menores de mensajeros y sirvientes, y un jefe o principal de cada grupo de cuatro deidades.


Un solo dios podía tener diferentes aspectos con nombres distintivos correspondientes. Esto da la impresión de que los dioses mayas eran muchos más de los que eran en realidad (250 nombres y títulos de dioses de tierras bajas en el índice).


Hay señales de algo parecido al monoteísmo en la clase superior durante el período Clásico, y el culto se dirigía a Itzam Na, """Casa de Iguanas""", grupo de divinidades que formaban el marco donde estaba contenida la tierra y que siendo al mismo tiempo cielo y tierra procuraban al hombre su sustento mediante el debido riego del suelo .



Dioses de la Creación


Este mismo concepto de una pareja divina que creó el mundo con ayuda de otros dioses, a los que probablemente habían dado origen, nos parece que estaba extendido en general por todo el ámbito maya. Se expone con máxima claridad en el relato de la creación del Popol Vuh, el libro sagrado de los maya quichés de los altos guatemaltecos. La pareja primigenia del Popol Vuh lleva entre otros nombres los de E Quaholom, "Engendrador de Hijos" y E Alom, "Concebidora de Hijos". En muchas lenguas mayas la palabra empleada para hijo depende de si se habla de la descendencia de padre o de madre. Aquí, la presencia de ambos términos indica que las divinidades de la creación eran masculinas y femeninas. Como creadores del mundo, a sus nombres siguen otros, y no está claro si éstos son otros títulos de la pareja original o nombres de otros dioses. No obstante, entre ellos figura Gukumatz, cuyo nombre es la traducción quiche de Quetzalcóatl, "Serpiente Emplumada". En los mitos nahuas de la creación se dice que Quetzalcóatl fue hijo de Orne Tecutli y Orne Ciuatl y que desempeñó un papel considerable en la creación. No está claro, aunque parece probable, que los quichés siguieran la tradición náhuatl y aceptaran a Gukumatz como hijo de la primera pareja que intervino en la creación, pero la redacción del trozo del Popol Vuh más bien parece indicar que Gukumatz y Tepeu sean otros nombres de la pareja creadora, opinión que acepta (Recinos 1950:78).
Debemos tener presente que el Popol Vuh, aunque proceda de la antigua tradición oral, se puso en escritura suficiente tiempo después de la conquista española para que su autor quiche dominara la escritura europea y para que la primitiva campaña destinada a acabar con toda tradición pagana hubiera perdido fuerza. En aquel medio siglo, o más, pueden haberse presentado pequeñas confusiones acerca de títulos y relaciones oscuros. Sin duda eso sucedió también con la mitología náhuatl. En general, yo creo que antes de producir su efecto el cristianismo, se tenía a Gukumatz por un individuo distinto y probablemente, como Quetzalcóatl, hijo de los primeros esposos. Otros nombres de esta pareja original son Tzacol y Bitol, "Creador" y "Hacedora", nombres también acoplados.


Entre los tzotziles de Chenalho -( Chiapas México N.el E.) (Guiteras, 1961:292) parece haber habido una creencia semejante en una pareja creadora de padre y madre. Se les conocía colectivamente por Totilme'il, "padre-madre", y Guiteras los considera una sola divinidad engendrante, que existía (n) todavía cuando empezó el mundo y en la tierra sólo vivían dioses. Ayudaba a los que lo merecían y castigaba a los malvados. Aniquiló varios malos espíritus que perseguían al hombre y guerreó constantemente contra las potencias del mal y todos los enemigos de los seres humanos. Su nahual (p. 211) es el colibrí, con cuya ayuda vence a estos enemigos.




Pero complican la situación de los tzotziles otros dos dioses. Uno es Ohoroxtotil, "Dios Todopoderoso", el padre del sol. Él hizo el mundo habitable para el hombre exterminando a los jaguares que otrora lo infestaban. El otro es Manohel-Tohel, el creador y hacedor del hombre, que lo sacó de las cavernas y le dio un cuerpo y un alma. Tal vez estos tres fueran un solo personaje, porque un dios que acababa con las malas criaturas y todos los enemigos del hombre bien podía haber limpiado también el mundo de jaguares. Según Holland (1963:113), Totilme'iletik, que debe ser el mismo personaje, es un nombre colectivo para las divinidades ancestrales. Las divinidades engendrantes no relacionadas con ningún linaje me parecen dioses de la creación. Chul Tatic Chitez Vanegh (Uinic), "Padre Santo, Creador del Hombre", era un creador tzeltal (p. 388).


Según creen los lacandones, los diversos dioses descienden del apareamiento de las flores plumerías rojas y blancas (franchipanes). Son símbolos probados de actividad sexual, lícita e ilícita, hecho que apoya la idea de una pareja de varón y hembra que daría origen a los dioses. El verdadero creador del mundo era su hijo Hachacyum, "Nuestro verdadero Señor", llamado también Nohochacyum. "Nuestro Gran Señor", asistido por su esposa y otras tres divinidades, dos de las cuales eran sus hermanos (p. 413), según informan Baer y Baer (1952) y Tozzer (1907). Bruce (1967) dice sin embargo que Kacoch era el creador remoto y que creó la flor de alcatraz o nenúfar, de donde descienden los demás dioses, lo que es una plausible alternativa (p. 272). Según Tozzer, Cacoch (sic) era un dios poco importante que llevaba las ofrendas a Nochacyum, una especie de mensajero; Baer y Baer, que también le llama Cacoch, dice que era hermano de Hachacyum y por lo tanto hijo de las plumerías. Hachacyum le hace sacrificios, pero a su vez se los hace también al dios del cielo que le sigue en altura. La cultura lacandona está ahora en las últimas fases de desintegración, y por ello, en cualquier conflicto entre los primeros investigadores y los últimos nos sentimos inclinados a confiar en los primeros, sobre todo cuando, como en este caso, coinciden en lo esencial. Creo que el informante de Bruce retrocedía a otra tradición: asociación de las ninfas o nenúfares con el cocodrilo lagarto de tierra, que también estaba relacionado con la creación. Pero Tozzer y los Baers atribuyen ese papel a las plumerías, lo cual está de acuerdo con las implicaciones sexuales de éstas en el Yucatán de la Colonia. Además, ciertas características de estos arbustos recuerdan bastante claramente el acto de la generación.


En conjunto, yo creo que no cabe dudar de que las plumerías fueran la pareja ancestral de los lacandones (es probable que tuvieran otros nombres), pero que como en los mitos de otras culturas, les ayudaron sus hijos a crear el mundo.


Los dioses ancestrales de los jacaltecas y de los kanho-bales de Santa Eulalia (p. 381) fueron, supongo, dioses de la creación. Los primeros, que existían cuando el mundo todavía estaba en tinieblas, eran el Viejo Padre y la Vieja Madre, siendo viejo término de respeto, pero también llevan nombres de días calendáricos, 9 Kana' y 9 Imux, equivalentes del yucateco 9 Lamat y 9 Imix (La Farge y Byers, 1931:114).


Los mayas cakchiqueles reconocían la misma pareja padre-madre que parece asimismo haber sido autora de la creación, pero los datos son muy escasos.


Volviendo a Yucatán, es necesario un poco de digresión para emular a los dioses de la creación y poner orden en el caos.


Hay en el "diccionario de Motul", compuesto allá por el 1590 de nuestra era por un mayista de Ciudad Real, una entrada, que dice:


"Hunab Ku: Ünico dios vivo y verdadero. Era el más grande de los dioses de Yucatán. No tenía imagen porque decían que siendo incorpóreo no podía pintársele."




El difunto mayista Raph Roys me escribió hace una docena de años:


"Yo propongo de modo enteramente provisional que Hunab Ku fue una invención posterior a la Conquista, aunque puede haber habido [antes] alguna idea vaga de un dios todopoderoso que no tenía representación." Ciertamente afectó al paganismo maya el cristianismo en fecha temprana; las velas se habían convertido en parte del ritual maya a los veinte años de la Conquista. La idea de un solo dios vivo pudo fácilmente haber pasado del cristianismo en una forma modificada, o los frailes pudieron haber entendido mal el significado de hunab, que no encierra la misma idea que el concepto cristiano de Dios. La noción de un solo dios creador no concuerda con el concepto mesoamericano prevaleciente de una pareja de creadores que poblaban el mundo por el ayuntamiento sexual. Además, así como un maya sin mujer es una cosa bastante rara –despreciado de joven, compadecido de viejo–, un dios maya sin esposa que le hiciera sus tortillas y le tejiera sus ropas no hubiera sido muy respetado.


Estoy de acuerdo con Roys en que Hunab Ku nos llega deformado por los frailes de visión bíblica, pero no creo que fuera invención de ellos.

El "diccionario de Viena", de fecha desconocida, tiene una entrada casi igual que el de Motul:


"Dios principal que tenían los indios de esta tierra, de donde decían que proceden todas las cosas y que era incorpóreo, y por tal razón no hacían imagen suya: Colup u Uich Kin." La entrada siguiente es: "Dios que dicen era de éste: Hun Itzamná, Yaxcocahmut." La redacción es torpe, pero no se puede entender de otro modo.


Otras fuentes citadas en la p. 259 dicen claramente que Itzam Na era el creador, y una lo llama Hunab Itzam Na, confirmando así que Hunab (Ku) e Itzam Na eran el mismo.
Sin embargo, López de Cogolludo (1867-68, libro 4, cap. 6), que escribió alrededor de 1650 cuando los antiguos conceptos jerárquicos habían desaparecido y cuyo material es todo de segunda mano, apunta: "Creían los indios de Yucatán que había un Dios único, vivo y verdadero, que decían ser el mayor de los Dioses, y que no tenía figura, ni se podía figurar por ser incorpóreo. A éste le llamaban Hunab Ku, como se halla en su vocabulario grande, que comienza con nuestro castellano. De éste decían que procedían todas las cosas, y como a incorpóreo, no le adoraban con imagen alguna, ni de él la tenían (como se dice en otra parte) que tenía un hijo a quien llamaban Hun Itzamná o Yaxcocahmut"


Las tres fuentes usan casi las mismas palabras. Nótese que la primera mitad de lo que dice López de Cogolludo procede del diccionario de Motul y la segunda del de Viena, casi literalmente. Añade tan sólo que la primera declaración venía de la parte español-maya del gran diccionario (se equivocaba, porque es de la parte maya-español) y que Hun Itzam Na era el hijo de Hunab Ku. Creo que debemos convenir en que esto es un error de su parte; en realidad, no le interesaba la religión maya.
Hun antes de Itzam Na significa aproximadamente lo mismo –"uno" o "único"– que hunab y es una adición rara; nos recuerda la forma Hunab Itzam Na dada en las " Relaciones de Yucatán" (p. 259). La única deducción que cabe es que Hunab Itzam Na era el creador y que le llamaban también Hunab Ku, Yaxcocahmut, y Colop u Uich Kin, el nombre de función Ah Ch'ab, "creador" se halla también en el diccionario de Viena.
Colop u Uich Kin, "Lágrimas del Ojo o Rostro del Sol (o del Día)", aparece con cierta frecuencia en el "Ritual de los Bacabs", donde a veces Colop se escribe Kolop, "Heridor", y puede ir precedido de los títulos Chac Ahau, "Señor Rojo", o Kin Chac Ahau, "Señor Rojo del Sol". A veces el nombre va unido a Colop u Uich Akab, "Lágrimas del Ojo o Rostro de la Noche". Se dice que vivía en el medio del cielo, y su variante nocturna vivía en Metnal, la tierra de los muertos. Es creador de varias enfermedades, sujetos de los conjuros.


El peculiar nombre del dios podría indicar que se creía que ocasionaba los eclipses atacando al sol, pero me siento inclinado a pensar que se refiere a que el creador había puesto súbito y mortal fin a varias creaciones del mundo. En el mito náhuatl, cada una de estas creaciones se llama sol (p. 399); por lo tanto, "Lágrimas del Rostro del Sol" podría significar "Destructor de las Creaciones (Pasadas)". Pero esto es pura especulación.


Como veremos, Itzam Na era la más importante divinidad maya, a quien debía su origen, conservación y no pocos de los beneficios de la vida del género humano, por lo menos a los ojos de la jerarquía. Aunque Itzam Na,. "Casa de Iguanas", era primordialmente una configuración reptilina, en su papel de creador parece haber sido representado en forma humana, a pesar de los primeros cronistas, y tal vez fuera el anciano Dios D de los códices (figs. 4c, 8t, 15a, b; p. 281).
Creo con bastante certidumbre que él y su esposa aparecen en el centro del "mundo" en el papel de pareja creadora en el códice de Madrid, 75-76. Los glifos –1 k, "Vida"– están delante de ellos dos, y delante de la diosa hay un itzam (su vestimenta parece indicar un dios, pero el color y el arreglo de su pelo no permiten la duda acerca de su sexo).
De lo que sigue se deduce claramente que seguía la norma mesoamericana de tener un equivalente femenino.



La esposa del creador: Ix Chebel Yax


La esposa de César tenía que estar por encima de toda sospecha. Por desgracia no queda rastro claro del casamiento de la esposa de Itzam Na. Me refiero a la forma personificada de Itzam Na creador: –el Dios D–; en su forma de iguana parece haber tenido una compañera, la iguana tierra, y las iguanas tal vez concedan menos importancia a estos formalismos.


El primer informante de Las Casas (1909, cap. 123) en Campeche, dando su esbozo de la religión maya en función de la doctrina cristiana, equipara a Itzam Na con Dios Padre, a Bacab con Dios Hijo y dice que la diosa virgen Chibirias (Ix Chebel Yax) era la madre de éste, o sea, para evitar complicaciones, la esposa de Itzam Na, identificado con el creador.

López de Cogolludo (1867-68, libro 4, cap. 8) dice que era ella la diosa de la pintura y el bordado. Por cierto que chebel significa "relacionado con los pinceles". En el "Ritual de los Bacabs" (Roys, 1965:55) se cita una diosa llamada Ix Hun Tah Dz'ib e Ix Hun Tah Nok. Difiero de Roys en la traducción de estos nombres, que para mí son "Señora Única Dueña del Pincel" y "Señora Única Dueña de la Tela". El conjuro declara que ella tenía un pincel rojo –(cheb)–con el cual pintó de rojo la tierra (color que suele tener en Yucatán), las hojas de algunos árboles, la corteza del gumbolimbo (Bursera simaruba) y la cresta del pájaro carpintero. Es evidente que se trata de Ix Chebel Yax, y que sus actividades son las de una diosa de la creación.


No cabe duda de que es la antigua –diosa roja (O)– de los códices, en cuyo glifo hay un rollo de algodón o tela y que a veces lleva el afijo rojo delante. En el códice de Madrid está tejiendo y su glifo suele ser la cabeza de una anciana con el prefijo "zac" (lám. 4d). "Zac" es "blanco", pero aquí debe ser el " zac" radical de "zacal", "tejer". Como a esta cabeza sigue el glifo regular del nombre de la Diosa O con el afijo del rollo de algodón o tela, se confirma que es Ix Chebel Yax y además la diosa del tejido.


La –Diosa O– comparte la ancianidad con el –Dios D–, y sus rasgos son muy parecidos. Además, en su aspecto rojo envía la lluvia como Itzam Na (lám. 8e, 9). En el códice de Dresde, pág. 74, le ayuda, aquí en forma de iguana (Itzam), a inundar el mundo. Es probable que sobreviva un vago recuerdo de ella en la leyenda del sol (p. 425). Su abuela es XKitzá, no muy diferente de XItzam, "Señora Iguana". Tiene agudas garras, rasgo descollante de la –Diosa O–, y su esposo era un monstruo, un tapir según algunos.


López de Cogolludo, en el trozo citado, complica la cosa diciendo que Ix Azal Uoh (seguramente confusión por Ix Zacal Nok), inventora del tejido, era la esposa de Kinich Ahau, "el mayor de todos los dioses". Anteriormente, yo (1939a) lo acepté y correlacionaba esta diosa con la luna, esposa de Kinich Ahau, el dios del sol; ahora estoy seguro de que él confundió a Kinich Ahau (Itzam Na), con el propio Itzam Na, del mismo modo que en ese mismo párrafo atribuye a Itzam Na en lugar de a Kinich Ahau la invención de la escritura, y como estaba errado diciendo que Itzam Na era el hijo de Hunab Ku (p. 254). Kinich Ahau era meramente el dios solar y como tal un aspecto de Itzam Na; el mayor de los dioses era Itzam Na y no él.


Ix Zacal Nok, en la forma corrregida – y es muy fácil confundir "uoh" con "nok" – "Señora Tejedora de Tela"–, en tan sólo una variante de Ix Hun Tah Nok, arriba apuntado. Según eso, Ix Chebel Yax era la diosa de la pintura, el brocado y el tejido e igual a –la Diosa O– de los códices.


Colel Cab, "Dueña de la Tierra", mencionada en el relato de la creación del "Chilam Balam de Chumayel". es probablemente otro de sus títulos.
Según el informante de Las Casas, Ix Chebel Yax era la hija de Ix Chel (escrito Hischen), equiparada a Santa Ana. Esto es claramente un error; Ix Chel era la esposa del dios solar.


Finalmente está la evasiva XKan Le Ox, "Señora Hoja de Ramón Amarilla" (ramón es el Brosimum alicastrum y su fruto es una buena ayuda en épocas de hambre). Su nombre va unido al de Itzam Na en una oración de que se trata en una fuente antigua; los lacandones (Bruce, 1967) dicen que es la esposa del creador Hachacyum y creadora de las mujeres lacandonas y de todo lo femenino; López de Cogolludo, en el trozo citado, la llama madre de los demás dioses; en una oración a los Chacs de hace más de 150 años remplaza al Chac del Sur. Como –la Diosa O– es una divinidad de la lluvia y aparece con los Chacs en el códice de Dresde, XKan Le Ox es probablemente su nombre en su aspecto de hacedora de lluvia.


Es claramente la esposa del creador, pero otro nombre de Ix Chebel Yax, y como tal comparte el lecho conyugal de Itzam Na, aunque los mayas, más púdicos, no siguen la costumbre náhuatl de representar a la pareja creadora en la cama.


Está de acuerdo con las ideas mayas el que esta diosa tuviera por lo menos seis nombres (los otros probablemente no sobrevivieron), que reflejan sus diversas actividades.



Itzam Na: "Casa de Iguanas"


El dios máximo de los mayas yucatecos, pero en algunos respectos el más confuso, es Itzam Na. Como veremos, estuvo a punto de incorporarse la mayoría de los demás dioses principales en calidad de alguno de sus diversos aspectos.


El autor de la "Relación de Valladolid y Tiquinbalón" (Relaciones de Yucatán, 2:161) declara que los indios de la segunda población (y es de suponer que de todas las demás de Yucatán) antes de la introducción de la idolatría adoraban a un solo dios llamado Humad Izamaná (Itzam Na). Hunab, "Único", era un nombre que se aplicaba al creador.
El informante campechano de Las Casas (1909, cap. 123) dice que Itzam Na (impreso Izoná) era Dios Padre, hacedor de los hombres y de todas las cosas.

Figura 2. Panel de la Cruz Foliada, de Palenque.
El "árbol", que es en realidad una planta de maíz, sale de la cabeza de la tierra, manifestación de Itzam Na, Itzam Cab, Kauil o Bolón Dz'acab. Nótense los elementos (bil )que salen de la cabeza. Entre el follaje del "árbol" están cabezas del dios del maíz, con todo y sus penachos, y en la planta de maíz que sale de la concha en el suelo a la derecha. Los sacerdotes ofrecen al "árbol" figuras de Itzam Na. Compárese con la fig. 3. (Según A. P. Maudslay.)

Dos entradas consecutivas del "diccionario de Viena" dicen:



"Dios [ídolo] principal que tenían los indios de esta tierra, del que dicen que procedían todas las cosas y que era incorpóreo, y por esa razón no hacían imagen de él: Colop u Uich Kin." "Dios [ídolo] que decían ser de éste: Hun Itzamná: Yaxcocahmut."
La última frase parece referirse a la entrada anterior, y podemos deducir que en uno de sus aspectos Itzam Na era el creador, como lo sugiere el nombre de Hunab Itzam Na, y que Colop u Uich Kin era el nombre de este aspecto. De todos modos, el autor del diccionario se equivoca al decir que no hacían imagen de él.

Figura 3. Panel de la Cruz, Palenque.

Este "árbol" tiene el mismo tipo general que el de la figura 2, pero falta la vegetación de maíz. Es posible que se deba al punto cardinal asociado con él: el este y el norte son favorables al maíz; el oeste y el sur le son desfavorables. Pero la cabeza de donde sale el " árbol" tiene señales de vegetación. La banda planetaria a la cual está unida la cabeza nos recuerda que el aspecto terrestre de Itzam Na, aunque sólo el suelo, es parte integrante de la ""Casa de Iguanas"". (Según A. P. Maudslay.)

Hay otros varios aspectos de Itzam Na: –Itzam Na Kauil, "Itzam Na de la Buena Cosecha"; –Itzam Na Tul, "Itzam Na Conejo (lluvias)", aspecto malo; –Itzam Na Kinich Ahau (Landa escribe Kinich Ahau Itzam Na), "Itzam Na Señor Rostro de Sol (el sol)";– Itzam Na Kabul, "Itzam Na Productor con sus Manos" (probablemente aquí el "Creador"; –Itzam Cab o Itzam Cab Ain, "Itzam Tierra" o "Itzam Cocodrilo de Tierra". Creo que también podría demostrarse cómo Bolón Dz' acab era otro de sus nombres. Es extraño que este importantísimo dios fuera de origen reptilino.

Hay bastantes pruebas de que Itzam Na moraba en el cielo y enviaba la lluvia al género humano, duplicando así la labor de los Chacs, dioses regulares de la lluvia. La razón de esta repetición de funciones es que Itzam Na era ante todo el dios de los jerarcas, mientras que los Chacs eran favoritos de los campesinos. Para confirmarlo podemos observar que Itzam Na está completamente ausente de los actuales ritos campesinos de Yucatán. A continuación, la prueba de que Itzam Na hacía llover.


Una frase inicial de una plegaria a Itzam Na, muy mutilada "Relaciones de Yucatán",( 2:183-84), puede restaurarse así: –Cit Ah Tepale ninmi (?) caan yamte muyal-yam ti caan,– "Dios Padre y Señor Príncipe, (?) el cielo, en el medio de las nubes, en el medio del cielo". La ceremonia era para pedir buenas cosechas, que naturalmente dependían de las buenas lluvias.


El "Chilam Balam de Tizimín", pág. 7 (Roys, 1949:172), tiene esta declaración de entrada: –"Sequía. Habrá oraciones a Hunab Ku." Pero Hunab Ku es tan sólo otro nombre de Itzam Na (p. 255).


Un antiguo escritor, Lizana (1893:4), escribía de Itzamat Ul, versión deformada de Itzam Na T'ul, aspecto de Itzam Na, que él dijo de sí mismo: –"Yo soy el rocío y la substancia del cielo y de las nubes", y que ese título significaba "El que recibe y posee la gracia o rocío o substancia del cielo". Itz, traducido aquí por esas palabras, es según el diccionario de Motul "leche", "lágrimas", "sudor", "resina o goma de árboles y arbustos", "cera de velas" y "moho". La idea parece ser la de un líquido segregado gota a gota. Es en realidad un juego de palabras –y a los mayas les encantaban estos retruécanos– con la primera sílaba del nombre de Itzam Na, para recordarnos que moraba en las nubes y que enviaba la lluvia (sus lágrimas). En la magia del Nuevo Mundo son corrientes las lágrimas en representación de la lluvia. Por ejemplo, los aztecas que sacrificaban niños para que lloviera los hacían llorar, a fin de que sus lágrimas atrajeran la lluvia: iguales producen iguales.
En el auto de fe de 1562 (Scholes y Adams, 1938, 2:334) está el relato del sacrificio de un perro a Itzam Na, Ix Ku (la diosa), los Bacabs y los Chacs por la salud del jefe y por las lluvias.


Dice Landa que en el mes de Mac los ancianos intercedían con los Chacs e Itzam Na. Había un rito según el cual se untaba con lodo fresco de un cenote el primer escalón de una estructura, y los demás escalones con ungüento azul. El lodo del cenote era evidentemente una magia de iguales-atraen-iguales para atraer el agua, y el azul era el color especial de los dioses de la lluvia. López Medel (Tozzer, 1940:223) cuenta de un gran cocodrilo que emergió para recibir los sacrificios del cenote de Chichén Itzá, prueba de que ese culto también se dirigía a Itzam Na.


En su aspecto de Itzam Na T'ul, este dios podía detener las buenas lluvias. Hay en el " Chilam Balam de Chumayel" dos trozos que dicen: (Roys, 1933:154, 157):
"Hay lluvias de poco provecho, lluvias de un cielo de conejo [t´ul]... lluvias de un cielo de buitre" y "lluvia de un cielo de conejo [t'ul] durante el mal katún".


En el " Chilam Balam de Tizimín" (p. 1) hay una alusión a los Chacs T'ul que al parecer envían lluvia escasa o inútil. En la pág. 4 del mismo libro, Ix Kan Itzam T'ul, "Itzam T'ul Amarillo" está relacionado con una sequía espantosa. Según eso, es el lado malo de Itzam Na; el lado bueno era Itzam Na Kauil. Itzam Na significa ""Casa de Iguanas"".

En el "diccionario de Viena" se define itzam así: –"lagartos como iguanas de tierra y agua"–. Lagarto puede ser cualquier reptil saurio desde lagartija hasta caimán (la palabra inglesa alligator viene del español el lagarto), y cuando se quiere hablar del más pequeño se le suele llamar lagartija. Además, los Itzam del códice de Dresde, (págs. 4b-5b y 74), son seguramente iguanas, y no es que importe mucho que el dios fuera iguana o lagarto. A veces se anteponía Ix o X al nombre del dios como en Ix Kan Itzam T'ul citado en el párrafo anterior y el Ix Hun Itzam Na mencionado en el "Ritual de los Bacabs" (MS: 150). Ix o X es el prefijo femenino, pero es muy frecuente que se le ponga a nombres de insectos, reptiles y aves. El lagarto toloc suele llamarse xtoloc; otros nombres de lagarto son xbebech, xmemech y xp'icune. De acuerdo con eso deduzco que Ix o X a veces se antepone a Itzam Na precisamente porque siendo iguana pertenece a esa categoría.


Hace treinta años (Thompson, 1939a: 152-61) identifiqué provisionalmente a Itzam Na con los monstruos celestiales, tan comunes en el arte maya, que son parcialmente cocodrilo, lagarto o serpiente y hasta pueden tener rasgos de venado (cuernos o pezuñas hendidas). En aquel tiempo se descubrió el diccionario de Viena. Ahora que tenemos su entrada donde se declara que itzam es "iguana" se ha consolidado mucho la identificación.


En realidad son cuatro los Itzam Na, porque el canto octavo del "Ritual de los Bacabs" los nombra, y a cada quien atribuye correctamente su color y su orientación: el Itzam Na rojo al este, el blanco al norte, el negro al oeste y él amarillo al sur. En el canto treinta y ocho del mismo libro se invoca a Itzam Kan, asociado igualmente con la debida sucesión de colores y direcciones. Los cuatro Itzam Kan se repiten cuatro veces y al final se invoca al Itzam Kan rojo. No está clara la traducción de kan en este caso (kan es una iguana ovípara en cakchiquel), pero en todo caso la dirección es detrás del cielo este, norte, oeste o sur, confirmación de la índole celestial de Itzam Na.


Estos monstruos celestiales con frecuencia llevan símbolos planetarios en el cuerpo (figs.4a, c-f, 5a, e), prueba de que el monstruo habitaba en el cielo y lo representaba.

Figura 4. Representaciones de Iztam Na.


a: mitad siniestra de un Itzam Na bicéfalo con glifos planetarios en el cuerpo y el ave superimpuesta de un punto cardinal. La cabeza de atrás (aquí no se ve) está invertida y lleva símbolos de la muerte. Estuco, Palacio de Palenque.


b: Códice de Dresde, 4b-5b.


c: Bacab y otro dios sentados en un recinto acordonado en parte de un Itzam con glifos planetarios. Códice de París, 22.


d:Itzam Na sirve de marco a un príncipe sentado, estela 25, Piedras Negras. La cabeza de atrás está invertida y lleva símbolos de la muerte.


e: agua cayendo de un segmento de Itzam Na. Códice de Dresde, 74.


g: parte de cabeza y pierna delantera de Itzam Cab con un motivo de pez y alcatraz. Obsérvese la garra. Palenque, Templo de la Cruz,


(a, g, según A. P. Maudslay; d, según H. J. Spinden).
Los rasgos varían, pero los cuerpos pueden indentificarse fácilmente con frecuencia corno de iguana o cocodrilo (figs. 4b, f); otros tienen cuerpo o marcas de serpiente (figs. 4c, 5b, d) y suelen llevar una cabeza en cada extremo (figs. 4a [la otra cabeza no se ve], d, 5a, b [otras cabezas no se ven], d, f). El agua chorrea de uno (fig. 4f) en forma claramente torrencial: a veces cae la lluvia de cortas secciones de bandas planetarias que en abreviación de pars pro toto representan el reptil completo (fig, 4e).



El " Chilam Balam de Chumayel", p. 73, menciona a Itzam Na Itzam Tzab. Tzab es el cascabel del crótalo, y también las Pléyades. Si Barrera Vásqúez (1948:106) ha identificado correctamente el título de Itzam Na de Yaxcocahmut como una constelación –señala el importante punto de que ek en la forma alternativa, Ekcocahmut, significa "estrella" – es de suponer que identificaban a Itzam Na con las Pléyades y tal vez con otras constelaciones, suposición perfectamente razonable, dado que el dios moraba en el cielo y tenía una ornamentación planetaria.
En cuanto a la parte na del nombre de Itzam Na, creo que ha de interpretarse en el sentido ordinario de "casa". Supongo, aunque la evidencia no es tan fuerte como yo desearía, que los mayas imaginaban el mundo dentro de una casa, cuyos techos y paredes estaban formados por cuatro iguanas gigantescas, levantadas y con la cabeza para abajo cada una de ellas con su propio, punto cardinal y su color. Por ejemplo, el Itzam Na Chac (rojo) sería el lado oriental del cielo, tal vez desde el cénit hasta el horizonte, o sea desde lo alto del techo hasta el suelo. Sin duda se presentaba una confusión acerca de si un soló Itzam representaba la bóveda entera (como diríamos nosotros), o casa del cielo, o si eran cuatro Itzam, pues, era el nombre de las creaturas mismas. Con frecuencia es Itzam Na bicéfalo. Yo supongo que se debe a que vemos por decirio así, el plano de una sección de la "casa" de Itzam, con un Itzam formando cada pared y la parte correspondiente de la bóveda céleste Las colas, juntándose en el cénit, se eliminan para producir un ser bicéfalo.
Apoya esta creencia el hecho de que los templos mayas tienen fachadas esculpidas para representar los rostros de los monstruos celestes; la entrada, a menudo con dientes incrustados, representaba la boca de aquel ser (lám. 7). La presencia ocasional de símbolos planetarios en la fachada (Adivino, Uxmal) confirma la identificación. Proporcionan otra prueba los seres de Itzam que forman un marco donde se inscribe un gobernante en su trono (fig. 4d). La cuestión se examina más ampliamente después. Bástenos ahora decir que el Itzam que forma el na del mundo parece seguir sus cursos para formar el piso de la casa, que normalmente es la superficie de la tierra, y entonces se les llama Itzam Cab o Itzam Cab Ain, ("Iguana Tierra" o "Iguana Tierra Cocodrilo"). Los costados del Itzam Na o Cuatro Itzam tienen un paralelo en la iconografía mexicana: cuatro monstruos de tierra o cielo, cada uno de ellos con un par de piernas de saurio y cabeza de cocodrilo, ocupan los cuatro cuarteles del códice Borgia, página 72, al que están asignados los grupos de los días asociados con cada uno. En un trozo paralelo del códice Vaticano B se hallan dispuestas de modo semejante serpientes convencionalizadas.
Gann (1900:680-81) halló en Santa Rita, norte de Belice un escondite con una urna, dos puntas de pedernal y diez figuras de cerámica de trabajo tosco y tardío. De éstas, unas parejas representaban respectivamente un monstruo semejante al lagarto, con piernas y cabeza humanas en las mandíbulas y un jaguar sentado incorporado, dispuestas en torno a la urna en los cuatro puntos cardinales; un quinto ser de tipo lagarto, como los demás, y un sexto con una cabeza delante y otra detrás, una de ellas con una cabeza humana en las mandíbulas, arriba de la urna. Esta última figura era más saurio de aspecto que todas las demás. En los cuatro cantones de un poblado maya se erguían jaguares (balam) para protegerlo (pp. 352-3) y tal vez funcionaran de modo semejante sobre una base universal. Es probable que las creaturas de tipo lagarto desempeñaran funciones análogas en relación con los cuatro rumbos del mundo. Los de arriba, junto con los venablos y la urna, completan el número sagrado de trece. Es de suponer que representan el cénit. Su disposición parece indicar que los cuatro Itzam estaban colocados en los cuatro lados que representan las paredes de Itzam Na, y los de encima eran el techo y tal vez el suelo.


En lo relativo al aspecto direccional de Itzam Na, en la profecía del "Chilam Balam de Tizimín", para el año de 8 Kan se predice una sequía, y en relación con ella se menciona Ix Kan Itzam T'ul. Kan es amarillo y está asociado con el sur, región de la muerte y la malaventura. Se recordará que al tratar del Itzam Na T'ul reconstruido apuntábamos que las lluvias de t'ul, "conejo" eran de poco provecho. El Itzam Amarillo, pues, la tierra del sur, de la malaventura y la muerte, envía lluvias de tan poco valor que tras de ellas llega la sequía. La casa de Itzam, con sus "paredes" de diferentes colores, nos recuerdan aquellas piezas de paredes tapizadas de colores contrastados, populares hace unos cuantos años.


De cualquier modo, el concepto de Itzam Na no comprende tan sólo cuatro Itzam que forman el techo y las paredes del mundo porque cuando los Itzam tocan el horizonte se vuelven para formar el piso de la casa en que está nuestro mundo, para completar el rectángulo de la "Casa de Iguanas". Es más importante que el Itzam asume nuevas funciones cuando deja los ámbitos celestes por el piso de la casa del mundo. Mientras los Itzam de aspecto celeste envían lluvias a la tierra, en su aspecto terrestre son el suelo en que tiene su ser toda vegetación, y ahora reciben esa lluvia que antes dispensaran desde lo alto.


Los diversos nombres de Itzam Na están relacionados con esa dualidad. Así Itzam Na, Itzam Tzab y probablemente Yaxcocahmut se refieren al aspecto celestial de Itzam Na; Itzam Cab o Itzam Cab Ain, "Iguana Tierra" o "Iguana Tierra Caimán", son nombres de Itzam Na en su calidad de divinidad de la tierra, el piso de Itzam Na. Yo confío en que Bolón Dz'acab es otro nombre de este aspecto terrestre de la "Casa de Iguanas". Itzam Na Kauil, "Casa de Iguana Abundante Cosecha", podría referirse a ambos aspectos, ya que tanto la lluvia de la divina iguana celeste como la tierra de la divina iguana terrestre son esenciales para una buena cosecha.


Antes de proseguir con este aspecto terrestre veamos lo que nos dicen las fuentes coloniales y la arqueología.


En primer lugar, es evidente la confusión entre dos tradiciones contrapuestas: una, que la tierra estaba sobre el dorso de un caimán o cocodrilo y otra, que la superficie de la tierra era la continuación de la "Casa de Iguanas".


En el altiplano mexicano se tenía la creencia de que la tierra estaba sobre el dorso de un cocodrilo que flotaba en un enorme lago o mar. Las representaciones de estos monstruos saurios terrestres son comunes en el arte mexicano. En el códice Borgia, (página 27); crecen en el lomo de la creatura plantas con sus mazorcas –casi una milpa entera. A veces hay un cráneo humano entre las mandíbulas del monstruo (códice Borgia: 3), y en otras ocasiones, las narices están tapadas con narigueras.


Los huaxtecos, grupo maya apartado en el norte de Veracruz y sus alrededores, creen en un cocodrilo terrestre, pero hembra, y fertilizado por seres celestiales, pequeños dioses de la lluvia, el trueno y el relámpago (Stresser-Péan, 1952).


Los documentos coloniales mayas no contienen nada francamente alusivo a que la tierra esté sobre el dorso de un cocodrilo, un caimán o un lagarto de Indias (que yo sepa, los mayas no distinguen entre ellos: el cocodrilo es más raro, y su habitat está tierra adentro. A todos los llaman ain). De todos modos, hay dos pruebas indirectas acerca de que la creencia difundida en el centro de México de que la tierra estaba sobre el dorso de un cocodrilo la compartían los mayas de la tierras bajas. En la "Relación de Mérida" ("Relaciones de Yucatán", 1:51) dice:


"Tenían también conocimiento.. del diluvio y de que el mundo acabará por el fuego, y para muestra de ello hacían una ceremonia y pintaban un lagarto [iguana o cocodrilo], que significaba el diluvio y la tierra, y sobre él ponían un montón de leña, y le prendían fuego." Y el autor prosigue describiendo brevemente el rito de caminar por el fuego. Los españoles emplean con mucha libertad la palabra lagarto, y podría tratarse de un cocodrilo o una iguana.


En el diccionario de Motul dice una entrada: –"Tan cucul a: cosa sin fondo, sin piso, también el infierno, una palabra antigua." Tan cucula significa literalmente "en el medio de las olas", porque la h o ha, "agua" frecuentemente se pierde al unirse la palabra a otra. Como el concepto de infierno es cristiano, creo que hay que tomarlo aquí en su sentido literal de la región inferior. Por cierto que, en español se llama también infierno un lugar debajo de la tierra en que sienta la rueda y artificio con que se mueve la máquina de la tahona, o bien cualquier otra cámara profunda.


Finalmente tenemos la declaración de Lizana de que los mayas adoraban al cocodrilo. La primera afirmación nos dice que el cocodrilo o lagarto representa la tierra; la segunda, que había un gran mar subterráneo; la tercera, que adoraban al cocodrilo (hay mucha confusión entre cocodrilo y lagarto, probablemente por los cambios de ideas cosmológicas). En conjunto, son una buena prueba de la idea del cocodrilo flotando en cierta extensión de agua la arqueología disipa las dudas que pudieran quedar.


La observación de Lizana en el sentido de que adoraban al cocodrilo la confirman menciones de Itzam Cab, "Iguana Tierra",e Itzam Cab Ain, "Iguana Tierra Cocodrilo", deidad del "Chilam Balam de Tizimín" y el "Ritual de los Bacabs". En ambos libros se le llama también Chac Mumul Ain, "Gran Cocodrilo lodoso". En el "Chilam Balam de Chumayel" se escribe el nombre Itzam Kab Ain, que significa "Iguana con Piernas de Cocodrilo", pero es probable que se trate de un error de copia, tal vez un lapsus calami, o incluso de una variante del nombre, ya que en el trozo paralelo del"Chilam Balam de Tizimín"dice correctamente Itzam Cab Ain.


Debernos intentar la separación de los a veces inseparables Itzam Na, manifestación celeste del Itzam, e Itzam Cab Ain, su manifestación terrestre. Esto ha sido una fuente de abundantes confusiones en la interpretación iconográfica, agravada por las licencias artísticas de los pintores y escultores mayas, cuyas producciones desesperarían a cualquier zoólogo. Pero esa desesperación sólo nos haría derramar lágrimas de cocodrilo, ya que son esos accesorios no zoológicos precisamente los que nos interesan, por inquietante que pueda ser la confusión que causen.


En el arte monumental del período Clásico hay una fusión constante de los aspectos cielo y tierra de Itzam Na, y eso seguramente tiene por objeto recalcar que no son separables. Itzam Cab, superficie de la tierra, tiene los atributos normales de la tierra y el inframundo, como los símbolos de la vegetación y la muerte, pero combinados con otros atribuíbles al cielo. Así en la magnífica escultura del tablero de la Cruz Foliada, Palenque (fig. 2), la cabeza de Itzam Cab, adornada con innumerables símbolos de la vegetación, está unida al cuerpo convencionalizado de una iguana, ornamentado con signos que representan el sol, la luna y los planetas. Seguramente esto para subrayar el gran concepto de que el Itzam Cab es tan sólo el piso de una entidad mucho mayor, Itzam Na o "Casa de Iguanas", que es en efecto el universo maya.


Palenque reitera esta doctrina en diseños en estuco sobre cuatro pilares. Itzam Na, con el cuerpo completamente cubierto por símbolos planetarios, forman un cuadro dentro del cual se representa la ceremonia (fig. 6). La cabeza del fondo es la del Itzam Tierra. Esto podía ir más lejos, y el cuerpo de Itzam adornado con planetas ser utilizado como marco sin ningún vestigio de cabeza.


Como ya hemos anotado –pero es un punto tan importante que no vacilo en repetirlo– parece haber dos tradiciones en el pensamiento maya en relación con el monstruo de la tierra. La una, que la superficie de la tierra es un cocodrilo que flota solo en un enorme estanque; la otra, que acabamos de ver, que la tierra (piso del Itzam Na) es una parte de las grandes iguanas que abarcan desde el cénit hasta el horizonte y en éste se vuelven para formar la superficie terrestre.


Examinemos primero las pruebas arqueológicas del saurio personificador de la tierra.


Cada balaustrada de la escalinata del templo norte del gran juego de pelota de Chichén Itzá tiene tallado un árbol de la abundancia, de cuyas flores y frutos se alimentan aves y mariposas (Marquina, 1951:865). Las raíces de cada árbol apresan la cabeza, con nariz de larga voluta, de algún reptil que representa con toda seguridad la tierra, de donde nacen todos los árboles. En el códice de Dresde, (página 67b), Chac está sentado en un árbol que se yergue sobre la cabeza de un dios de larga nariz y sin mandíbula inferior. El árbol no es tan claro como podría serlo, pero una rama florida asoma por detrás del hombro de Chac, y el glifo "en el yaxché (la ceiba)", que se halla arriba hace indiscutible la identificación. En el códice de Madrid, (página 96a), se alza un árbol de entre dos cabezas de Chac puestas occipucio con occipucio.


La misma idea se halla en Palenque, donde los árboles de los tableros de la Cruz, la Cruz Foliada y la losa del sarcófago se alzan en cada caso de una cabeza grotesca no humana con símbolos de la muerte, como mandíbulas descarnadas y símbolos del mundo inferior, pero decorados con motivos vegetales (figs. 2, 3).


Este concepto de un monstruo terrestre que era la tierra de donde nace la vegetación no se limita al ámbito maya; el códice Borgia, quizá del sudeste de México, tiene en la página 27, como ya vimos, una milpa regular de plantas de maíz que salen de la espalda de un cocodrilo Cipactli. Otra de tantas representaciones de árboles que terminan en una cabeza de cocodrilo está en el códice Laud, (página 38b), y en la página 32 del mismo códice salen flores de la cabeza de otro.


Los mayas tratan a los monstruos terrestres en formas que varían desde la puramente naturalista hasta la casi surrealista. El mejor ejemplo de representación naturalista es el cocodrilo que se estira en la parte alta del Altar T de Copán de lado a lado y de ahí baja por tres lados ondulando (Maudslay, 1889-902, 1, lám. 95), pero aun aquí se introduce la mitología, porque las tres patas (la cuarta se ha perdido) son manos humanas. A cada "pulso'' están unidos nenúfares. Los peces mordisquean dos de ellos y juguetean en torno al tercero. El nenúfar (nab) es un símbolo frecuente del agua en lagos y estanques y tal vez se limitara al lago primordial que estaba debajo de la tierra. El mar en maya es kaknab, los jaguares suelen estar decorados con nenúfares y yo supongo que por ser seres del mundo inferior.


Imix, primero de los veinte días mayas, equivalente del cocodrilo Cipactli del calendario náhuatl, parece derivar de nenúfares estilizados. Es signo de agua y de abundancia, pero también tiene conexiones con la tierra, como Cipactli, por su asociado quiche Imox, forma del día Imix, que es Mox en Pokomchí, con M'ox, su dios de la tierra (Thompson, 1950:89, 117). Para cerrar el círculo, los monstruos terrestres de los mayas suelen estar decorados con nenúfares (figs. la, tocado; 4g) y pueden llevar el signo de Imix en la frente (fig. 7m,n).


Figura 5. Otros ejemplos de Iztam Na.
a: Cabeza delantera de Itzam Na. Nótense los glifos de Venus, las escamas en las piernas. Templo 22, Copán.


b: Cabeza trasera de Itzam Na. El original estaba torcido para mirar hacia arriba; aquí se muestra horizontalmente. Nótese la vegetación del maíz; la mandíbula descarnada y restos de barba debajo.Templo IV, detalle de dintel, Tikal.


c: Vasija de cerámica. Nótense las astas y el rostro en la boca. Santa Rita; Honduras Británica.


d:Itzam Na bicéfalo, cuerpo más parecido al de una serpiente que al de la iguana. Palacio, Casa E, Palenque.


e: E: barra ceremonial en forma de Itzam con símbolos planetarios. Estela 10,Seibal.


f: F: Itzam Na naturalista. Altar D, Copán


(a. b, f, según Maudslay; c, según Elliott Smith; d, según Seler.)


En las representaciones más convencionalizadas del monstruo terrestre y la cabeza trasera de la creatura bicéfala que representa lo mismo, sobre todo cuando se ven de frente, podemos observar las siguientes características:

Con mucha frecuencia mandíbulas descarnadas, símbolo de muerte y, por extensión, el reino subterráneo del dios de la muerte, remplazan las mandíbulas normales (figs. 3, 5b, f).


La mandíbula inferior puede ser eliminada por completo, como es costumbre en las representaciones de Cipactli (figs. 4 g, 7m).
Los ojazos son cuadrados, con ángulos redondeados o casi redondos, convención maya para das deidades de origen animal (figs. 2, 3).


En las narices pueden estar insertados obturadores (p.. 360) (fig. 1b delante de la cintura y detrás de las posaderas.).
Pendientes en las orejas, que cuelgan de orejeras, tienen forma de hueso y son también símbolos de la muerte y el inframundo (fig. 5b, f)


A los mayas les costaba representar el largo hocico del cocodrilo visto por entero; aparece como una especie de burbuja alargada (figs. 2, 3). De perfil suele parecerse a la nariz pendulosa del dios narigón, pero más horizontal y con frecuencia arremangándose en el extremo (fig. 7).
En la frente suele llevar un glifo de kin ("sol"), a veces va en su lugar una cruz Kan (figs. 2, 3).
Como señalamos, el signo de Imix a veces ocupa ese lugar; en muy raras ocasiones es un ik tau, signo de vida del que a veces salen plantas (códice de Madrid, 97d-98d) (lám. 15).
Con frecuencia surgen de ambos lados de la cabeza más o menos a la altura de las sienes, representaciones bastante naturalistas del maíz o el signo bil (afijo de crecimiento, p. 278) como en las figuras 2, 3, 7a, m, r. Estas plantas de maíz y las que salen de la cabeza (abajo) convencieron a Lizardi (1956) de que esa divinidad es en realidad un dios del maíz.


En lo alto de la cabeza suele haber un signo tripartito de significado dudoso. Uno de sus elementos es la cruz de San Andrés con extraña decoración, como obturadores vegetales u óseos; el elemento central parece una hoja grande hinchada en la base pero no sabemos que representa; el tercer elemento es una concha, símbolo del infra-mundo, y a veces lleva unidos pequeños obturadores de hueso (fig. 3).
La misma cruz de San Andrés cubre a veces el ojo (figs. 4g, 5f).


En algunas ocasiones nacen de la cabeza una planta de maíz o un árbol convencionalizados (figs. 2, 3; p. 271).


En el cuerpo pueden presentarse símbolos del agua. Con frecuencia son el diseño de tres bolas del prestamista que a veces se ha interpretado como representación de nubes, como en el signo cauac (figs. 4g, 5/).
A ambos lados de la cabeza a veces se prolongan bandas planetarias que forman el cuerpo de la creatura (fig. 3).


Es frecuente que cuelgue de la mandíbula inferior, cuando la hay, una barba derivada de los cabellos del maíz (?), como en la figura 5b


De las características arriba mencionadas, algunas están decididamente relacionadas con la tierra o el mundo inferior (Nos. 1, 2, 5, 8, 9, 10 [en parte] y 12). Otros tienen asociaciones celestes (7, 10 [en parte], 11, 13 (?) y 14). Es de observar que el glifo solar (7) no tiene elementos que hagan de él el sol nocturno del inframundo, principalmente el hachurado que representa convencionalmente el negro en la escultura. Pero la cruz Kan (7) y la de San Andrés (10, 11) suelen hallarse en bandas planetarias, y éstas a veces están encajadas en el signo del cielo.


Para más claridad en esta mezcla de símbolos terrestres y celestiales echemos una ojeada a las iguanas celestes que al parecer representan el techo y las paredes de Itzam Na, o sea, no las completamente horizontales sino las que se vuelven hacia abajo como si representaran las paredes de la "Casa de iguanas". En general; la cabeza delantera es la de un lagarto con embellecimientos ajenos, salvo que a veces cae agua de su boca. La cabeza trasera suele estar volteada y es la cabeza del monstruo terrestre, con muchos de los elementos arriba anotados como de Itzam Cab.


En el caso de la estela 25, de Piedras Negras (fig. 4d), las cabezas forman parte del piso de la casa de lagartos y la cabeza trasera también está volteada y tiene una mandíbula descarnada, conchas, el elemento tripartito (10) y lo que parece el signo del sol en la frente, pero los detalles no se identifican bien por el desgaste. Las cabezas traseras de las casas de iguanas comparables de la estela 11 y la 14 en el mismo lugar están asimismo volteadas, y el gobernante está sentado dentro de la casa, pero en el diseño algo semejante de la estela 1, Quiriguá, las cabezas miran hacia fuera y no forman un piso, ni la trasera está volteada.



Si bien uno de los fines de lo que llevamos dicho de los atributos es hacer entender bien que los elementos celestes y los terrestres de Itzam Na están entremezclados precisamente por ser parte de un cuerpo o edificio indiviso, el objeto principal es presentar argumentos para la aceptación del –dios K– como manifestación de Itzam Na, sobre todo en sus aspectos Vegetales.

En los códices, el –dios K– es fácil de reconocer por su larga nariz bifurcada, que casi con seguridad se deriva de un par de hojas desplegándole, se supone que de una planta de maíz, parecidas a las que surgen de la cabeza de Itzam Cab y que son equivalentes del afijo bil, de "crecimiento" (Catálogo No 130). Aparte del parecido de forma, la nariz curvilínea del –dios K– suele tener incrustado el ovalito con líneas paralelas interiores y dos circulitos en el exterior, que es la marca del dios del maíz y su glifo (lám. 8í). En un caso, la cabeza del –dios K– es la de una serpiente en que, está sentado un Chac con un cuenco de maíz en su dorso (lám, 10).

Figura 7.

a-h: Glifos de Itzam Na Kauil o Bolón Dz´acab.
p-r: Glifos con el número 9.
n,o,q,r: tal vez Uuc ti Cab, "Siete Tierra".
h,j,l: formas simbólicas con vegetación saliendo de un hueco
a-i,m-p,r: Copán
j: Quiriguá
k,l,q: Palenque


(Según Maudsley y Spinden)

En el glifo codicial del –dios K–, la nariz bifurcada esta ausente. En su lugar sale de la frente un elemento circular o cuneiforme del que a su vez nace un motivo doble flamiforme. Ésta es la clave para identificar al dios.

El glifo del –dios K– en los códices es claramente el mismo que el del dios narigón (fig. 7), que corresponde a las innumerables representaciones de perfil de Itzam Na en los monumentos; como casi todos los personajes representados en un relieve del período Clásico lleva por tocado o a manera de cetro de maniquí o se extiende por la derecha hacia arriba o volteado, y de él sale agua, y también suele combinar los atributos celestes con los terrestres (por ejemplo, fig. 1 izquierda, invertido, con kin [celeste] y mandíbula [terrestre] o fig. 3 izquierda con signo del cielo y sin mandíbula inferior [terrestre].


Un examen de los glifos de este dios (fig. 7) demuestra que aparte de la larga nariz reptilina su principal característica es el follaje que sale de la frente. En algunos casos toma decididamente la forma del bil (ornamento vegetal), a veces con granos de maíz (fig. 7 a, m). La enorme importancia de este atributo se advierte en el hecho de que la forma simbólica del glifo del dios es precisamente este elemento vegetal que asoma por el hueco que tiene el dios en la frente (fig. 7 h, j, l). Como ya apuntamos, es muy probable que este hueco represente la semilla o la tierra o ambos, de donde nace la vegetación, para subrayar la naturaleza vegetal de la deidad. Una prueba más de esto es el glifo que representa completo al dios acostado con las rodillas, los hombros y la cabeza alzados (fig. 7k, l), postura que parece reservada a las divinidades terrestres o los personajes de donde nacen árboles, tanto en el arte mexicano como en el maya.


Un examen de algunas de las formas glíficas del período Clásico hace advertir que el elemento de follaje asoma en los monumentos por el hueco que tiene el dios en la frente y en el glifo codical del –dios K– pero se funde con la nariz del –dios K– en los códices. El elemento vegetal a veces se desprende de la frente y aparece como motivo separado delante de la cara del dios (fig. 7 e, i), y de ahí a fundirse con la nariz como en las representaciones del –dios K– (lám. 8 i) sólo hay un paso.
El énfasis puesto en la vegetación me hace sentirme inclinado a ver en esas representaciones glíficas, no en la de Itzam Cab –porque los símbolos funerarios son muy raros y en el caso del dios K ausentes– pero sí de Itzam Na Kauil, "Casa de Iguanas" de Abundante Cosecha, el aspecto vegetal de Itzam Na, pero creo que esta manifestación del ubicuo dios iguana tenía otro nombre, a saber, Bolón Dz'acab.


El diccionario de Motul describe a Bolón Dz'acab, literalmente "Nueve o Muchas Generaciones", como cosa perpetua, que podría traducirse libremente como "eterno" o "sempiterno", título razonable para un dios supremo de los cielos y la tierra.


Escribe Landa que Bolón Dz'acab era regente de uno de los cuatro grupos de años, a saber, de los años que empezaban con un día Kan, y estaba encargado del este. Eran años muy buenos, lo que para los mayas significaba años de buenas cosechas. En las páginas de Año Nuevo del códice de Dresde, que tienen los cargadores y el orden de los años diferentes de los que describe Landa. El –dios K– es patrón del primer grupo de años, atribuido también al este, y en un orden que concuerda bastante bien con la serie de Landa. Hay, pues, buenas razones para identificar al –dios K– con Bolón Dz'acab. Por la razón expuesta y porque los glifos del período Clásico correspondientes al –dios K– suelen llevar el número 9 (bolón, que también significa "muchos" o "innumerables"), como en la figura 7 a-g, Seler emparejó hace muchos años al –dios K– con Bolón Dz'acab y lo identificó con la cabeza trasera del monstruo terrestre, en el que veía un dios del agua. Yo opino que es una manifestación de Itzam Na en forma de divinidad de la vegetación, cosa harto semejante; como he dicho repetidas veces, los aspectos celeste y terrestre de Itzam Na están mezclados intencional-mente. De todos modos, creo que la identificación del –dios K– con Bolón Dz'acab ha sido aceptada en general por los estudiosos.
Bolón Dz'acab tiene un papel obscuro en el relato de la creación del "Chilam Balam de Chvmayel" (Roys, 1933:99, 104,105). Hállase allí esta frase: "Tres años fue el tiempo cuando dijo que no iba a hacer a Bolón Dz'acab dios del infierno". La otra aparición del dios es en la lucha entre los trece dioses y los nueve dioses citada en la p. 341. Esto tampoco es fácil de entender, pero muestra decididamente a Bolón Dz'acab estrechamente relacionado con el cultivo de plantas y tal vez más con la formación de sus semillas, y eso concuerda con la primera cita, cuando señala que era un dios de la tierra, pero también cón la opinión arriba manifestada de que representa el aspecto vegetal de Itzam Na y, naturalmente, por vegetación se entienden las plantas alimenticias, en particular el maíz. En una ocasión está sentado en el centro de un elemento bil cuadruplicado, (lám. 6).
El vínculo entre los glifos de Itzam con coeficientes de nueve y Bolón Dz'acab en la superficie parece fuerte (nótese empero que en los códices ni el –dios K– ni sus glifos llevan el número 9) pero no llego a convencerme de que la asociación del nueve con Itzam Cab y el emparejamiento de 9 Itzam Cab con 7 Itzam Cab (fig. 7 n-r) no implique algo diferente... quizá con el Bolón ti Ku (p.342). Baste que el personaje con el 7 delante de su rostro –que es de toda evidencia un aspecto de Itzam Cab o Itzam Cab Ain– pudiera ser Ah Uuc ti Cab "Señor Siete Tierra", mencionado en el "Ritual de los Bacabs", o posiblemente Ah Uuc Cheknal, citado en un trozo del "Chilam Balam de Chumayel" (p. 407) El número siete parece estar relacionado con la tierra. El dios que que va con el 9 tiene normalmente el glifo 629 en su tocado (véase también la cabeza debajo de la figura siniestra en la, figura 3).


Volvamos ahora nuestra atención a la relación de Itzam Na con el –dios D– de los códices de Schellhas. Esa divinidad representada en monumentos y códices, es de, bastante edad, con un ojo grande y redondo o un cuadrado de ángulos redondeados (por regla general indicio de origen animal) y con una curva debajo, una gran nariz romana, una boca desdentada o con un solo molar en un rincón (señal de edad), una barbilla prominente y a menudo con la parte que rodea los labios y el mentón, y la frente también, pintados de amarillo. Con frecuencia cuelga delante de la cara del dios una creatura que ha sido identificada con un ciempiés, su cara, que se parece a la parte superior del glifo akbal, "noche", casi toca el cabello del dios. No hay relación evidente conocida entre el –dios D– y un ciempiés (láms. 4 c, 8 f, 15 a, b).

Las razones para ver en el –dios D– un aspecto de Itzam Na son:

Landa da los nombres de los patrones de las cuatro series de años: Bolón Dz'acab, Kinich Ahau, Itzam Na y Uac Mitún Ahau, dios de la muerte; en el códice de Dresde, págs. 25 a 28, la serie es: –dios K–, que como ya hemos visto es casi seguramente Bolón Dz'acab, Kinich Ahau, el –dios D– y un dios de la muerte. Como coinciden tres dioses de cada grupo, y además en el mismo orden, sólo quedan desparejados Itzam Na y el –dios D–, cada uno de ellos en el tercer lugar. Es razonable suponer que son equivalentes uno del otro o, tal vez más probablemente, que el –dios D– es otro aspecto más de Itzam Na.


Hemos visto que se consideraba a Itzam Na no sólo el creador sino además el dios principal en Yucatán. Sabemos también que era una divinidad importante en otras partes de la región maya. Por eso debía ocupar un lugar prominente en los códices. Los –dioses C y D– son los únicos dioses importantes de los códices no identificados satisfactoriamente. Por razones diversas, el –dios G– no parece elegible, y nos quedamos con el –dios D– para equiparar a Itzam Na. El dios Chicchán, la única otra posibilidad, es seguramente demasiado joven para ser dios creador y divinidad capital del panteón maya.


En una oración anteriormente citada, se llama a Itzam Na Ah Tepal, "príncipe". El glifo titular del –dios D– es ahaulil, "mando".
La cabeza del –dios D– a veces está encajada en la boca de un Itzam (fig. 46). Esa colocación parece indicar que el dios en cuestión es un aspecto de Itzam Na. Por ejemplo, la cabeza de Kinich Ahau suele estar en la boca de Itzam Na, pero como demuestra su título completo, Itzam Na Kinich Ahau, es un aspecto del dios iguana.
El –dios D– no tiene relación aparente con la lluvia y es probable que no represente primordialmente al Itzam que hace llover. Más bien, dados su edad y el hecho de que se equipara a Itzam Na con el dios padre y es un dios de la creación reconocido (p. 256), nos parece justo considerar al –dios D– ante todo el creador y aspecto antropomorfo de Itzam Na.


Debemos mencionar también a Amaite Kauil o Amaite Ku (ku es "dios"). Amai en yucateco significa "rincón", pero "flauta" o "silbato" o la madera de que se hacen en diversos lenguajes choloides y maya chiapanecos. Pero "arrinconado" (con el participial -te) nos recuerda los cuatro lados de Itzam Na y los cuatro rincones del mundo donde están puestos los dioses y que, naturalmente, corresponden a los rincones de la "Casa de Iguanas". Amaite Kauil era el aspecto o patrón de los katunes 1 Ahau y 8 Ahau y por lo tanto debe haber sido en extremo importante. Roys se sentía inclinado a identificarlo a él y a Amaite Ku con Itzam Na Kauil, opinión con la cual coincido enteramente.


Itzam Na era también dios de la medicina. Lo invocaban, junto con Ix Chel y otros, en la fiesta de médicos y brujos en Zip. Lizana nos dice que también sanaba a los enfermos y aun resucitaba a los muertos. De todo el país iba la gente a su santuario y por tal razón lo llamaban Kabul, "el que hace con las manos", pero sospecho que este nombre se le daba en su función de creador; parece equivalente de Bitol, "hacedor", título del creador quiche.


Por último, antes de dejar a esta ubicua divinidad, debemos revisar las pruebas documentales de que Itzam Na, en su aspecto terrestre de Itzam Cab, hacía también de dios del fuego.


En una fórmula mágica del "Ritual de los Bacabs" para enfriar agua en el fuego (Roys, 1965:49-50), las piedras del hogar se llaman la cabeza de Itzam Cab; los palos de la leña son sus muslos, el fuego llameante su lengua y el recipiente que está sobre él, su hígado.

Pib es el horno en que suelen cocer los mayas el alimento para las ocasiones ceremoniales y a veces también para su cocina secular. Se hace una excavación y se enciende un fuego de leña en el fondo, sobre el cual se colocan piedras. Cuando se apaga el fuego, se coloca el alimento envuelto en hojas de plátano o platanillo sobre las piedras y cenizas hurgadas y el horno se tapa echándole tierra encima. El alimento se cuece con el calor conservado.


Hay un conjuro en el " Ritual de los Bacabs" (MS: 183) para abrir el pib, o sea quitarle la tierra, cuyas últimas palabras son: –"Abre la boca, Itzam. Vean, ya se abrió." Roys suponía, seguramente con razón, que después de Itzam se había suprimido Cab accidentalmente. Aquí podían dirigirse a Itzam Cab como dios de la tierra, dios del fuego, o lo más probable como a ambas cosas.


En un conjuro para la placenta en el mismo libro (MS: 177), se hallan las palabras: –"Cuando lo lancé [se supone que la placenta] en las entrañas de Itzam Cab." Como apunta Roys, todavía se acostumbra enterrar la placenta en Yucatán debajo del hogar. Entre los mayas sus cercanos parientes de Socotz, Honduras Británica, la ponen en el hogar y encienden un fuego sobre ella. Las entrañas de Itzam Cab son, pues, el hogar o el terreno sobre el cual está. La ceremonia adquiere más significado si se recuerda que la tierra simboliza la creación (pp. 356-8).


Las pruebas arqueológicas confirman la identificación mencionada; la cabeza de Itzam Cab, con mandíbulas o sin la inferior, lleva a veces el glifo del fuego (563) de tocado (glifo 1035), que indica su relación con el fuego.
Hay también datos en apoyo del altiplano mexicano, donde a Xiuhtecutli, dios del fuego, le llaman Tlalxictentican, "El que está al borde del ombligo de la tierra". También lo llaman Tlalxicco Onoc, "El que se estira en el lugar del ombligo de la tierra". Otro de sus nombres es tal vez Ayamictlan, "El que está entre las nubes del país de la muerte" (debo a Charles Dibble el que me ayudara a traducir estas palabras nahuas). Es además Xiuhtecutli quien está en el centro de la página 1 del códice Fejérváry-Mayer y de donde nacen los cuatro árboles direccionales.


Figura 8. Príncipe con cetro de maniquí.

Típicamente, en lugar de una de las piernas está una serpiente que es la empuñadura del cetro. Nótese el follaje que sale de la frente y el pez que mordisquea un motivo de nenúfares en el tocado. Estela 7, Machaquila. (Según Ian Graham.)

Estas relaciones mexicanas entre los dioses del fuego y de la tierra confirman la prueba de que Itzam Cab era también una divinidad del fuego. Para los mayas, cuyo territorio contenía más de un volcán activo, era lógico que el dios del fuego residiera debajo de la superficie de la tierra.



El arte maya del período Clásico raramente está exento de representaciones de Itzam Na en una u otra de sus manifestaciones. Esto es en parte reflejo de la enorme importancia del dios, pero creo que también se debe bastante a los esfuerzos de los miembros de la clase dominante por identificarse con el poder supremo.

Y así los gobernantes se mandaban representar en nichos dispuestos en el techo y las paredes de Itzam Na, y creo que aquí nos encontramos con una noción de grandeza algo inflada; el gobernante se proclamaba parecido al rey de reyes, gobernador del mundo, representante sobre la tierra del gran Itzam Na: suerte de derecho divino de los reyes que hubiera puesto verde de envidia al mismísimo Jacobo I.


Estas representaciones son raras; pienso más bien en la superabundancia de atributos que iban mucho más allá del punto en que empieza la monotonía: tocados cargados de máscaras de Itzam Na una sobre otra, los cetros llamados de maniquí, las barras ceremoniales, las cabezas de Itzam, derechas o volteadas, de donde manan corrientes de agua, todo lo que lleva o tiene el príncipe o el sacerdote, seguramente para patentizar su afinidad con el ubicuo y todopoderoso dios iguana.


Es evidente que aquellos gobernantes mayas exaltaban su fama vistiéndose con las mejores prendas de su hacedor. Nada hay de original en ello. En muchas partes del mundo antiguo reinaba la misma costumbre; pero no es necesario cruzar el océano para hallar un paralelo: los gobernantes aztecas se ponían las prendas de sus dioses tribales.


No es sorprendente que los príncipes mayas desearan, pues, identificarse con Itzam Na, que penetraba en todos los aspectos de la vida. Era el creador a quien todos los hombres debían la misma existencia; la humanidad –y de hecho la creación toda– dependía de su capricho de dador de las dos condiciones esenciales de la vida: la lluvia a tiempo y las tierras fértiles. Él mandaba en los seres menores que surcan los cielos o moran en la tierra o dentro de ella. Él daba la vida, pero podía quitarla y si quería, devolverla otra vez, aun a los muertos. Como la casa que daba abrigo al mundo, él era el protector de todos.


Sus muchos nombres están en consonancia con sus múltiples actividades. Para el erudito son confusos e interminables, pero nada hay de insólito en tal sistema. Otras divinidades mayas llevaban nombres diferentes para sus distintas actividades, y otro tanto sucede con los dioses aztecas. El Smaller Classical Dictionary enumera para Júpiter, quien como Itzam Na encabezaba la lista como señor del cielo, no menos de diecisiete nombres, referentes a sus muchas actividades, e indica que tenía otros.

La concepción de Itzam Na es ciertamente majestuosa. Se comprende que los príncipes mayas llegaron a considerarlo el único dios grande, porque parece como que los mayas del período Clásico hubieran hecho del culto de Itzam Na algo parecido al monoteísmo, y todos los demás seres, como el sol y la luna, probablemente los Chacs y así sucesivamente, serían las criados de Itzam Na o sus manifestaciones, expresadas poniendo las cabezas de ellos entre sus mandíbulas abiertas. Hallamos al dios con su forma de iguana, pero también con dos manifestaciones antropomorfas, los –dioses D y K–. Tal vez esas ideas fueran demasiado abstractas para gustar al campesino maya, porque, como hemos visto, el culto de Itzam Na desapareció al hundirse la antigua clase gobernante después de la conquista hispana.


Al terminar el período Clásico, el frágil culto del casi monoteísmo que postulamos caducó. Seis siglos más tarde lo recordaban todavía como una edad de oro antes de la introducción de la "idolatría" (p. 234).


A los hijos de Israel les costó adherirse al monoteísmo a pesar de las fulminaciones de sus profetas; tal vez fuera más difícil persuadir al campesino maya de que renunciara a sus naturalistas y terrenos Chacs en favor de las abstracciones monoteístas del culto de Itzam Na, pero al desplomarse el orden antiguo y acabarse los centros ceremoniales, es probable que no hubiera allí profetas mayas que destruyeran los becerros de oro campesinos y los altares de "Baal" y "Moloch".

Figura 6. El Itzam Na marco encierra por completo la figura dentro de la "casa", na. Una de las cuatro escenas en pilares del Templo de las Inscripciones, Palenque. (Según Maudslay.)


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