Capítulo XI de Los Símbolos Precolombinos (nueva edición: El Simbolismo Precolombino. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas). |
Esta realidad está descrita con profunda intuición por A. López Austin,3quien nos dice refiriéndose al concepto del eje del mundo entre los antiguos nahuas: Hay, pues, seis Itzam Ná, uno para cada uno de los cuatro puntos cardinales de la representación plana y dos para la volumétrica, uno celeste y otro terrestre, que interactúan, sin tomar en consideración al séptimo, invisible, que se ubica en el punto central de esta caja o cubo. Es ésta entonces una deidad múltiple que por sí misma o en colaboración con otros -sus distintos nombres, sus atributos masculinos-femeninos, sus hijos, etc.- crea, conserva y transforma el mundo para volver a generarlo, siendo considerado como señor del tiempo y también del fuego, como principio original siempre renovable -al igual que el Xiuhtecuhtli azteca- y por lo tanto, y pese a su ubicuidad (o precisamente por eso), se lo sitúa en el lugar del axis inmutable, en el Eje del mundo o Centro de la casa de las iguanas, o manifestación universal, de la cual es la esencia o el corazón. De hecho, lo que queremos señalar es cómo una energía única se desdobla y conjuntamente con ella progrede indefinidamente generando la serie numérica, expresión de todo lo numerable.6 Podemos encontrar esta circunstancia en muchísimos ejemplos: documentos, textos, símbolos, mitos y ritos precolombinos, y en especial destacar la del hijo de la pareja creadora, creador a su vez, o mejor re-creador por su acción de regenerar el tiempo, educador y héroe salvador de características humanas y divinas hecho a imagen y semejanza de sus padres y abuelos y por lo tanto con atributos equivalentes expresados específicamente en el plano de la creación, los que pueden entonces comprenderse y emularse por aquellos hombres que acceden a sus enseñanzas reveladoras. Este personaje es el corazón de la tierra imagen del corazón del cielo y es conocido en el interior del hombre y su sacrificio y regeneración por el fuego -símbolo con el que también el corazón se identifica- constituyendo el punto central de todas las culturas precolombinas.7 Pero además de considerar estas identidades y equivalencias nos interesa ahora remarcar algunos de los conceptos acerca de las deidades, panteones y teogonías con los que nos solemos acercar de manera profana a lo que suponemos son las religiones antiguas. Estas falsas ideas tienen por cierto el mismo origen que otros errores -ver Capítulo VI- aunque por tratarse directamente del tema (panteones y númenes) están muy vinculadas con la pérdida del concepto de lo sagrado y la mentalidad simbólica y condicionadas por el racionalismo, la mecanicidad de la lógica formal, la literalidad y la aceptación de las elucubraciones científicas y los sistemas filosóficos vigentes, lo que supone un criterio de realidad perfectamente imaginario con el que se pretendería sistematizar todas las cosas, las deidades incluidas. Nos referimos a la imposibilidad de una clasificación 'exacta' y mecánica de los númenes -es decir, de los atributos de la deidad-, incluida la definición 'oficial' de lo sagrado, que como el símbolo, es indefinible por su propia naturaleza. Estas pretensiones cientificistas querrían hacer de lo metafísico un esquema administrativo del que previo un inventario se pudiera sacar balance, un negocio que, como cualquier otro admitiera una evaluación contable. Previos estos requisitos ya se podría volcar la información en una ficha para que -a través de un programa establecido por el arbitrio de los hombres- las deidades nos hablaran por intermedio de la máquina de la mente. La verdad es que este procedimiento no nos parece adecuado por simplista. Pero así actuamos los hombres contemporáneos, con un criterio de clasificación maniática, pretendiendo que la exactitud es esta tontera. Recolectamos minucias y les ponemos un nombre, una etiqueta, y de esta manera nos calmamos, nos autoengañarnos y suponemos que de ese modo ya sabemos. Manejamos un inmenso archivo de nimiedades y lo peor es que creemos en él, que consideramos que así va la cosa en verdad. Es absurdo pero le damos más crédito a esa confusión que a nosotros ya que como archiveros podemos fallar, pero no así el propio archivo al que consideramos sagrado; se trata de una 'entidad' a la que se atribuyen características de verdad e infalibilidad, como sucede en ciertas formas idolátricas y supersticiosas. A esta 'deidad' de fábrica humana la llamamos ciencia-progreso. La que constituye de por sí una garantía de certeza absoluta. Pero lo que verdaderamente es lamentable acontece en nuestro interior pues esta 'entidad' tan fantasmagórica como fantaseada ha terminado por dominar lo que quedaba de nuestro pensamiento imponiéndonos sus arbitrariedades y 'filosofías' con las que, según su criterio, obligatoriamente debemos juzgar cualquier cosa, entre ellas los panteones de las sociedades 'primitivas', a las que les adjudicamos entonces confusas ideas animistas y atribuimos apenas algunos conocimientos 'mágicos' de la deidad, a la que aún ni siquiera habían concebido de manera religiosa por el mismo atraso en que se encontraban.8 Razón por la que sus númenes parecen contradictorios, inestables, pueriles, ineficaces, sucios y dignos de salvajes, y por sobre todo incapaces de adaptarse a nuestras asepsias cientificistas, que no son sino inventos racionalistas y supersticiones contemporáneas con los que en nuestra ignorancia queremos dimensionar y catalogar todas las cosas para de esta manera simplona establecer su verdad. Lo que equivale a decir que el método con el que pretendemos fijar y clasificar la deidad y sus atributos es, por lógica, tan equivocado como el conocimiento que tenemos del objeto de nuestro 'estudio': Dios, los númenes, lo sagrado y los símbolos aritméticos, geométricos y constructivos en que la deidad se manifiesta. Los que pasan a ser automáticamente falsos para el hombre moderno cuando no puede encajarlos en sus rígidos esquemas, lo que le crea una auténtica imposibilidad de comprenderlos. Es imposible fijar al numen cuando uno se le acerca con la intención de contabilizar sus nombres y sus atributos, los que se escapan indefectiblemente. Esta deficiencia cultural con que hemos nacido los hombres actuales puede ser subsanada precisamente por el estudio y la meditación en los símbolos, cultura y pensamiento del hombre de la antigüedad, sirviendo esta comprensión como un soporte para conocer la realidad a la que todos los pueblos de todos los tiempos se han referido y que consideraban su más maravillosa herencia y su más precioso legado, la razón de ser de ellos y de la manifestación, el Conocimiento de otro mundo y otra vida, en la que esta existencia se halla incluida -como una célula en el torrente sanguíneo- y de la que no constituye sino un estadio y un símbolo de pasaje. Pero actualmente para conseguir este propósito hay que caer en cuenta de que la forma en que nuestra mente y nosotros estamos preparados para la comprensión, o sea, nuestra visión del mundo, no es la adecuada y se transforma en el peor enemigo del Conocimiento (al igual que nuestros afectos enraizados en esta descripción y lo con ella relacionado) al considerar que es nuestra identidad. O sea, que la primera parte de este trabajo sería un desaprendizaje, un romper de estructuras y 'creencias' viejas, las que se van destruyendo paulatinamente con la aprehensión de otras nuevas, vinculadas por lo tanto a la aparición de un hombre nuevo en el sentido iniciático de la expresión, y no relacionada con simples cambios superficiales. Desafortunadamente ésta es una labor que hoy no se enseña en las universidades, aunque éste debería ser el objeto de su existencia. Sin embargo, y en contra de la ignorancia generalizada en las instituciones oficiales de todo el mundo, queremos hacer la salvedad respecto a varias casas de estudio americanas y europeas en lo que se refiere al hombre precolombino y sus culturas. En efecto, es digno de especial interés este asunto desde el punto de vista tradicional y simbólico ya que las investigaciones universitarias vinculadas con lo precolombino, al igual que la labor desempeñada por ciertas instituciones y museos, son sumamente valiosas y prácticamente imprescindibles para la reconstrucción de estas sociedades. Se trata aquí de un auténtico trabajo científico sin rigideces ni prejuicios ideológicos, con amplitud de miras y espíritu abierto y sobre todo práctico, concreto. No haremos mención de nombres por la índole de estos textos limitados en espacio, pero debe buscarse en esos autores y casas de estudio -que no incluyen el Museo de la Casa de América de Madrid- el gran caudal de información que afortunadamente tenemos; y aclaramos que nos referimos a aquellas instituciones que cumplen la labor para la cual fueron creadas, lo que excluye cualquier planteamiento demagógico y proselitista, o pretensión política, de este o aquel signo. Igualmente queremos prevenir a los lectores sobre el caso de algunos personajes de corte teosofístico o espiritista a los que llamaremos 'ocultistas', en cuanto parecieran estar en posesión de algunos conocimientos 'ocultos' relacionados sólo con la mistificación y la tupida ignorancia escondida en la banalidad del secreto por el secreto mismo y la más desvergonzada egolatría. Estos oscuros personajes que a veces asimismo van de grandes chamanes autóctonos son capaces de forzar cualquier situación para hacerla entrar en sus esquemas; carecen de todo dato tradicional y no tienen ni vaga idea de lo que es la Cosmogonía, aunque tratan de obtener la admiración entre quienes les rodean por sus pretendidos secretos. A veces utilizan ciertas semejanzas y algunas similitudes verdaderas para efectuar auténticas confusiones e inventos tan improbables como los 'científicos' -en los que a menudo se basan- sin tener, sin embargo, el mínimo indispensable de una formación intelectual que aun estando deformada contiene en sí los gérmenes, la posibilidad de una re-organización, de una, con-versión (en el sentido real de la palabra) que efectivice y sea capaz de revitalizar el pensamiento y los símbolos de la antigüedad y de instaurar en nosotros el Conocimiento. |
NOTAS | |
1 | Xiuhtecutli -llamado también Huehuetéotl, Señor de los cuatro tiempos, era el único dios que no habla muerto en las cuatro anteriores reestructuraciones del mundo, por ser inalterable. Su fiesta se celebraba por esto con gran pompa cada cuatro años, para mostrar su propio rejuvenecimiento, y en forma solemnísima cada cincuenta y dos -el fuego nuevo o atadura de años, el siglo náhuatl- cuando las Pléyades se detenían al alcanzar el cenit del firmamento a medianoche. |
2 | En las tradiciones del Viejo Mundo los 'gemelos' aparecen a menudo. Los dióscuros son gemelos así como Rómulo y Remo, los Ashvin del Rig Veda, Sjenta Mainyu y Angra Mainyu, [Momoros y Adepomaros, etc.]. |
3 | A. López Austin, Algunas ideas acerca de tiempo mítico entre los antiguos nahuas. XII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, México, 1975. |
4 | Recordar que para los náhuatl la tierra, como representación sintética del cosmos, era la espalda de un lagarto, cipactli, también iguana o caimán. A veces se menciona que en el centro de ese plano cubierto de lodo se elevaba una milpa o una planta de maíz. El 'árbol de la paz' de los iroqueses crece en el centro del mundo, simbolizado por el caparazón de la tortuga, que se asimila a la 'gran isla', la tierra. |
5 | Thompson, J. Eric S., Historia y Religión de los Mayas (pág. 267). A. Barrera Vasquez traduce Itzamná por Mago del Agua, lo asocia con el lagarto-cocodrilo y subraya la identidad simbólica entre la ceiba y el cocodrilo que puede observarse en los códices y monumentos. Diccionario Maya Cordemex. |
6 | Con respecto a los indígenas de Baja California -hoy extinguidos-, los cronistas nos dicen que tenían un mito creacional en el que participaba una pareja de hermanos mellizos, los que posteriormente se transformaban en el bien y el mal. |
7 | La palabra yollotl en náhuatl significa, según el diccionario de Rémi Simeón, corazón, interior, médula de fruto seco o pepita, y tiene una serie de palabras anexas o derivadas muy esclarecedoras. Yollo: hábil, ingenioso, inteligente, que tiene buena memoria. Yollocalli: interior, seno, entrañas. Uei yollocayotl: valor, osadía, grandeza de alma. Por lo tanto, está indicando la esencia y el centro en relación con el conocimiento, la cordura, la inteligencia, la valentía, la certeza y la sabiduría que se producen en el corazón, nunca en el cerebro -el que recibe la sangre con que funciona gracias a aquél- como creen los racionalistas y los cientificistas. En las sociedades tradicionales cuando se habla de mente se está hablando en verdad de corazón, se subordina ella a éste, y por él y en él es que se produce la inteligencia y la vida. Para los mayas de Yucatán la recta intención es llamada ol, y según el Diccionario de Motul esa palabra equivale a corazón, lo mismo para los de las tierras altas y especialmente los cakchiqueles para quienes ese término representa el hálito de todo lo viviente, el principio del entendimiento. Agregaremos que el yollotl náhuatl tiene la misma raíz que ollin(movimiento) signo fundamental en el pensamiento precortesiano. |
8 | Ya se sabe que estas 'ideas' modifican a la sociedad y al hombre que en ella vive moldeándolo de tal manera a través de costumbres, usos, modas, 'creencias', etc., con las que él se identifica y de lo que se siente muy ufano, sumamente orgulloso, que sería capaz de eliminar por uno u otro medio a cualquiera que contradijera sus convicciones por relativas o falsas que fueren. |
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