lunes, 11 de julio de 2011
Nefertiti, los mayas y nuestros tesoros
El robo de piezas arqueológicas debe ser castigado para no fomentar el saqueo y el contrabando.
Desde 2005, el gobierno mexicano inició ante el brasileño los trámites para devolver una estela maya y otros dos objetos que estaban en la colección de Edemar Cid Ferreira, brasileño que hizo su fortuna con evasión de impuestos y fraude. Durante su auge y fama, Cid se hizo gran promotor cultural y coleccionista. En una exposición con objetos suyos, la embajada mexicana encontró tales piezas. Poco después, el Banco Santos, del señor Cid se declaró en quiebra y el Estado tomó sus bienes. Entonces, las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia, a través de la representación mexicana en Brasilia, iniciaron los trámites de repatriación de los objetos mayas, amparadas en el derecho que reivindica la propiedad de la nación sobre los testimonios artísticos de las culturas originarias mexicanas.
Como se sabe, debido a eso, exposiciones como la de Moctezuma, montada hace poco en el British Museum, con una proporción importante de piezas de museos extranjeros, no pueden viajar completas a México pues tendrían que quedarse aquí.
Esa estela maya no es una pieza extraordinaria en sí, sino una autenticada por el INAH y debido a ello se reclamó, al ser parte del acervo de los mexicanos, independientemente de la importancia intrínseca de la pieza. A diferencia del extraordinario penacho de Moctezuma, sobre el que el gobierno austriaco argumenta que fue un regalo de Cortés a Carlos V, u otras piezas resultado de botín de guerra, existe un sinnúmero de piezas de valor incalculable, de nuestras culturas y de muchas otras, que se exhiben en museos ajenos a su respectivo país y cuyo origen legal no pueden explicar estas instituciones.
El debate en torno a este tema, que deberá resolverse más temprano que tarde a favor de los países originarios de esos tesoros, ha vuelto a la luz a raíz del regreso del hermoso busto de Nefertiti al Neues Museum, de Berlín, a la orilla del río Spree. El gobierno egipcio ha mencionado nuevamente la posibilidad de reclamar esta pieza fuera de serie, pues surgieron nuevas evidencias de que el busto fue sacado de Egipto en forma ilegal.
Cuando se le encontró, a principios del siglo XX, privaba un acuerdo entre arqueólogos extranjeros y el gobierno egipcio que permitía dividir por mitad los objetos hallados. Pero hace poco, precisamente por el regreso de Nefertiti al Neues Museum, se encontró un documento, oculto más de 100 años, en el que el arqueólogo Ludwig Borchardt describe cómo ocultó la presencia del busto e hizo creer al gobierno egipcio que simplemente repartía cacharros.
El robo de tesoros arqueológicos debe ser castigado en forma ejemplar, precisamente para no fomentar el saqueo en sitios arqueológicos y el contrabando. La negativa de los grandes museos a no devolver piezas ejemplares de culturas ajenas es un remanente intolerable de una cultura colonial que debe terminar.
En la gran exposición reciente que montó el Museo de Antropología en la Ciudad de México sobre Teotihuacan, se mostró un extraordinario mural de Quetzalcóatl, en el que el verde de la serpiente emplumada contrasta con los ojos azules de la cabeza del animal, algo que se suma a las hipótesis de que ese dios podría representar a un visitante extranjero que llegó mucho antes que la expedición de Cortés. El mural completo fue llevado a San Francisco por un estadunidense quien, al morir sin hijos, lo heredó a un museo en San Francisco. El gobierno mexicano, legítimo dueño, tuvo que luchar legalmente por la devolución de ese mural fundamental y conformarse con recibir sólo la mitad del mismo. Este es otro tema de activismo trascendental para una política externa y cultural reivindicadora de nuestra cultura.
ceciliasotog@gmail.com
2009-10-26 00:00:00
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