de hecho publicamos notas preferentemente de américa, pero hacemos una excepción ahora, nos interesa la historia de Asiria.
Rosa M. Tristán | Madrid
Actualizado sábado 22/01/2011 04:09 horas
La vida y la obra del arqueólogo alemán Walter Andrae han sido 'resucitada' desde el olvido con la publicación de su autobiografía, presentada esta semana pasada en el Museo Arqueológico Nacional.
Andrae, que descubrió las ruinas de Babilonia y de Assur (la capital de Asiria), es uno de los grandes personajes de las investigaciones arqueológicas que han pasado más desapercibidos, en parte porque su obra nunca había sido traducida a otro idioma que no fuera el suyo.
'Memorias de un arqueólogo', de Ediciones del Viento', es la ocasión de conocer la peripecia de una vida de aventura y exploración, pero también de convulsiones sociales y políticas. "Ha costado varios años conseguir los derechos para traducirla, pero merecía la pena", señalan en la editorial.
Nacido en Leipzig en 1875, se le considera uno de los mayores descubridores de la Antigüedad oriental, a la que dedicó su vida. Con sólo 23 años, y recién terminados sus estudios de arquitectura en Dresde, fue contratado como dibujante para participar en el primer gran proyecto arqueológico alemán en Mesopotamia en 1898.
Era aquella una época, a principios del siglo XX, en la que la Arqueología estaba en pleno auge y eran muchos los aventureros que iban a Oriente Próximo y alrededores en busca de un tesoro.
Acompañado siempre de su caja de acuarelas, de las que dejó una muestra de su calidad, Andrae pasó casi 15 años en los yacimientos de Babilonia, Borsippa, Fara, Hatra y sobre todo Assur, un yacimiento que excavó con gran meticulosidad durante muchos años, en los que sacó a la luz sus palacios y sus templos.
Estando por aquellas tierras, tuvo que pasar la I Guerra Mundial en las montañas y desiertos de Oriente, pero ello no le impidió seguir adelante con su afán de exploración y se le recuerda como el arqueólogo que reconstruyó la joya que es la Puerta de Ishtar, además de que creó uno de los mejores museos de arqueología de Oriente del mundo.
Andrae, que descubrió las ruinas de Babilonia y de Assur (la capital de Asiria), es uno de los grandes personajes de las investigaciones arqueológicas que han pasado más desapercibidos, en parte porque su obra nunca había sido traducida a otro idioma que no fuera el suyo.
'Memorias de un arqueólogo', de Ediciones del Viento', es la ocasión de conocer la peripecia de una vida de aventura y exploración, pero también de convulsiones sociales y políticas. "Ha costado varios años conseguir los derechos para traducirla, pero merecía la pena", señalan en la editorial.
Nacido en Leipzig en 1875, se le considera uno de los mayores descubridores de la Antigüedad oriental, a la que dedicó su vida. Con sólo 23 años, y recién terminados sus estudios de arquitectura en Dresde, fue contratado como dibujante para participar en el primer gran proyecto arqueológico alemán en Mesopotamia en 1898.
Era aquella una época, a principios del siglo XX, en la que la Arqueología estaba en pleno auge y eran muchos los aventureros que iban a Oriente Próximo y alrededores en busca de un tesoro.
Acompañado siempre de su caja de acuarelas, de las que dejó una muestra de su calidad, Andrae pasó casi 15 años en los yacimientos de Babilonia, Borsippa, Fara, Hatra y sobre todo Assur, un yacimiento que excavó con gran meticulosidad durante muchos años, en los que sacó a la luz sus palacios y sus templos.
Estando por aquellas tierras, tuvo que pasar la I Guerra Mundial en las montañas y desiertos de Oriente, pero ello no le impidió seguir adelante con su afán de exploración y se le recuerda como el arqueólogo que reconstruyó la joya que es la Puerta de Ishtar, además de que creó uno de los mejores museos de arqueología de Oriente del mundo.
ARQUEOLOGÍA | Su obra, en español
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