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miércoles, 26 de febrero de 2014

Trabajando e iluminando a la sombra











Os presento a mi sombra. Tiene pinta de este de aquí arriba, al menos es lo más parecido que hay en la red para describirlo :—). Apareció por mis meditaciones hace ya algún tiempo, cuando empezaba a trabajar el tema de las facetas de la personalidad, los sub-caracteres que nos componen, los personajes del ego, etc.,  que dio luego lugar al video de la charla que llamé Quien está aquí dentro”, y que venía a explicar un poco mis experiencias con los diferentes componentes de la personalidad que tenemos.
Al principio, esto de encontrarse en una meditación con un Darth Maul daba un poco de “yuyu”, a punto estaba de coger mi espada Jedi y liarme a sablazos con él en plena meditación trascendental, pero no, me habló y me lo dijo bien claro:”soy tu sombra, y tengo cosas que enseñarte”.  Tras comprobar que no tenía ningún bicho enganchado en el aura manipulando mi cuerpo mental ni que no había nada raro por la habitación pululando (por si acaso ;—)), entonces me puse a trabajar con ella, para ver que podíamos hacer juntos.
Decía Carl Jung que uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciéndose consciente de su oscuridad, un procedimiento, decía, trabajoso y, por tanto, impopular.  Y no es para menos, hacerte cargo de tu sombra de forma consciente y colaborar con ella puede ser toda una experiencia de crecimiento personal.
¿Qué es la sombra y dónde está?
La “sombra” es un personaje, un componente de tu personalidad, un alter-ego, que conforma y aglutina la parte más olvidada, reprimida y negativa de nosotros mismos. Nadie quiere verla y ninguno queremos admitir en público que la tenemos, pero no hay ningún ser humano que no posea una.
Se empieza a formar desde bien temprana edad, desde niños, cuando aprendemos a reprimir los comportamientos que no son socialmente aceptados, que no les gustan a nuestros padres o a nuestro entorno, o que vemos que, si los dejamos salir libremente al mundo exterior nos traen más problemas que otra cosa. Son las emociones que llamamos negativas, y los patrones de comportamiento que debemos tapar de nosotros mismos para ser aceptados en el mundo, porque poseemos rasgos y características que tienen la etiqueta de “malos” y que no encajan con la imagen que todos esperan de nosotros.
De alguna forma, tampoco tenemos la culpa, pues no podemos evitarlos, ya que provienen de una configuración psíquica, mental y energética que nos fue impuesta cuando se nos creó, y que muchos llamamos la mente predadora. Las características barrocas y oscuras de la mente predadora, a imagen y semejanza del molde del que estamos hechos, posee una percepción de la Creación distorsionada en cuanto a que la percibe como hostil, mientras que la percepción de la Creación desde el punto de vista del SER, que encarna en el cuerpo que usamos, percibe la creación como luminosa, radiante y llena de amor.
La dualidad manifestada
La sombra se crea por la dualidad de los componentes que nos forman: mientras que el espíritu es pura luz, la mente posee un componente que percibe esa luz de forma tan distorsionada que, incluso, le tiene miedo, pues así es como perciben inconscientemente al “Todo” los que nos crearon, y así hay una parte de nosotros que lo percibe igual, pues no puede hacerlo de otra forma.
Cuando nacemos, y vamos forjando nuestra personalidad, aparece también la parte más “negativa”, pero natural, en el ser humano, por la existencia de una dualidad rampante y patente en el sistema espíritu-alma-mente, y decidimos que debemos desterrar todo aquello que no encaja en el mundo ideal que todos soñamos, o que puede poner en peligro el concepto básico de la supervivencia, algo que los niños, especialmente, tienen muy latente desde el primer sollozo, pues dependen de sus padres y de su entorno social para todo.
Así, aprendemos que es lo que debemos mostrar al mundo, pues es lo nos provee de lo que necesitamos para sobrevivir (física, psíquica, mental y emocionalmente), y que es lo que debemos guardarnos. Aprendemos que debemos esconder, enterrar y dejar bien tapado, y que facetas deben relucir y salir a la superficie, aunque no sean las que, naturalmente, desearíamos que salieran en diferentes momentos y situaciones, sino que sean simplemente máscaras y la fachada pública de nuestra personalidad, por que es lo “correcto”.
Al ir reprimiendo lo que sentimos, decimos y pensamos de verdad (porque creemos que si no en este planeta nadie nos querría), vamos forjando un alter-ego, la sombra, que se mantiene latente, y que actúa cuando no nos damos cuenta, haciendo salir parte de sí misma, en situaciones y momentos en los cuales estamos lo suficientemente despistados y/o inconscientes para no dar la “respuesta” y poner la “cara bonita y aceptable” que tenemos, sino sacar como un estallido la respuesta que verdaderamente la sombra quisiera dar en ese momento, en esa situación.
La construimos durante años, para luego tratar de desmontarla
Cuando llegamos a adultos, la sombra ha crecido tanto y suele estar tan escondida que podemos pasar de puntillas por la vida casi sin verla, aunque los demás puedan tener atisbos de ella en nosotros cuando nos empiezan a conocer bien (la confianza da asco, dice el refrán, porque con confianza te relajas ante los demás, y entonces no te preocupas tanto por mantener el control de tu personalidad y de lo que eres, y, la sombra, y el resto de facetas menos agradables de uno mismo suelen salir a la luz más fácilmente).
Un adulto normal se pasa los primeros 20 años de su vida tratando de ver que personalidad debe construir de cara al mundo, y echando el resto al saco de su alter-ego, y luego, si uno se da cuenta, tratamos de pasar el resto de nuestra vida desmontando y transmutando todo lo que hemos construido para volver a ser personas “sanas” y coherentes con nosotros mismos.
Evidentemente a la sombra no se la mata con una espada, no se la llena de luz en una meditación y adiós muy buenas, sino que se trabaja componente a componente, emoción a emoción, patrón a patrón, y se va disolviendo a medida que te vas haciendo amigo de tu lado oscuro, pues vas entendiendo las situaciones, emociones y pensamientos que lo forman, y los aceptas, integras, liberas y transmutas.
Ahora, mi Darth Maul particular es mucho menos feo que lo que era cuando empecé a conocerlo, de hecho, ya no me da tanto yuyu cuando me pongo a hablar con él, y lo curioso es que ya no aparece como enfrentado a mí, es decir, en posición de uno delante de otro, sino que aparece a mi lado, como trabajando conmigo. Ese ha sido mi gran logro de los últimos tiempos, porque ahora mi sombra entiende, espero, que ya no quiero taparla, y como que en la meditación acepta ser transmutada y liberada, a cambio de ser comprendida.
Os animo a trabajar con ella, porque realmente la sombra es un lastre mental y emocional que nos mantiene mucho más pegados a este “nivel 3” del juego, y que puede ser un gran maestro cuando en vez de ignorarla, tratamos de iluminarla.
COMENTARIO: Si yo les presentara a mi sombra, la imagen del principio arriba parecería un angelito precioso jaja!!...

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