La búsqueda de la identidad cósmica abarca muchos y amplios espectros de la personalidad humana, recordé a Carmen Mondragón, Nahui Olin, a un mes de su muerte hoy hace 33 años.
Aqui un recuerdo a su figura y obra de esta mujer singular, en el Cosmos infinito del Ser Humano.
Mi nombre es como el de todas las cosas: sin principio ni fin, y sin embargo sin aislarme de la totalidad por mi evolución distinta en ese conjunto infinito, las palabras más cercanas a nombrarme son NAHUI-OLIN. Nombre cosmogónico, la fuerza, el poder de movimiento que irradian luz, vida y fuerza. En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su sistema, pero, sin embargo hace siglos que existe mi substancia sin nombre alguno va evolucionando y hace siglos y ahora mismo que no tengo nombre y voy marchando sin descanso alguno en un tiempo sin fin y soy en una faz distinta el sin principio ni fin de todas las cosas.
Qué importa la sociedad y leyes gubernamentales establecidas por estafadores despreciables que a sabiendas de que son mentiras las hacen regir con vulgo al cual todavía le hacen pagar un nombre, un número en el archivo de sus imposiciones criminales: y los padres que inútilmente registran su algo de materia no lo encontrarán nunca ya, ni en una fosa de primera ni de última clase; por que ignoran que nada pertenece a nada y que todo es de todo y que no tiene nombre porque no le sirve a los humanos más que de humillante blasfemia llamarse con un nombre notificado con un número por leyes absurdas como estigma del yugo.
Por eso yo no tengo nombre que me identifique porque soy el sin principio ni fin de todas las cosas, y mi nombre será la voz de mi fuerza mental y tiene un sonido que no se puede nombrar sólo gustar profundamente y lo más cercano en palabras a él es NAHUI OLIN, que es la significación de una rebeldía y superioridad porque no es un nombre registrable en una acta numerada, que no significa nada, nada, en la terrible y maravillosa totalidad que amo como a mí misma porque es infinita. Y que me importan los nombres que se les da a las cosas si yo puedo llamarlas más enérgicamente con decirles lo fáciles que son para mí, que hace siglos y siempre las conozco sin nombres, y sé que son iguales, que son distintas en un conjunto indestructible: nunca por eso me importa saber el nombre de los seres que se encontraron en mi vida, su procedencia no me importa nada; sí por lo que son ya ellos mismos me agradan o desagradan el pasado que los engendró es un incidente animal inconsciente que no tiene importancia con lo que son para mí. Hijos de reyes o de genios, lejos de heredar la inteligencia que es un fenómeno caprichoso de un movimiento cósmico. Hijos de princesas o esclavos de razas diversas qué me importan vuestros padres si ellos son un factor inconsciente de producción por medio de los cuales pasasteis a la vida, período de transición y tomasteis a otra faz de evolución y siempre antes de haber nacido erais cual sois, y yo os conozco sin nombre sólo como un sonido distinto que siento venir sin principio ni fin los que os engendraron son máquinas sin voluntad, para producir como ellas mismas desearan y con la marcha que traían sus identidades, se formaron ustedes tal cual era el movimiento que las encerraba en la totalidad, y sólo pasaban por ellos como la electricidad al través de un cuerpo buen conductor que produce tal o cual fenómeno; y para mí no tienen los humanos más nombres que los que son la fuerza cerebral y sólo existe entre ellos la distinción del vulgo por la superioridad de la inteligencia, esa es la categoría distintiva y no la de poderes y antepasados. Qué importa el nombre más excelso con títulos y abolengos si el que los lleve cree que el ser sólo existe en el nombre de actas arbitrarias que los padres pagan al nacer de un hijo y se quedan llamándose con un nombre que no significa nada, mientras el individuo no signifique por su inteligencia.
Es el colmo de la impotencia humana aislar las cosas y ponerles un número, un nombre cuando siempre has existido sin saber ellas mismas cómo se llaman, porque no hay número, no hay nombre que pueda contar, llamar el infinito, el cosmos, pero son los humanos siempre mediocres exploradores de ellos mismos que saben que los elementos, las fuerzas, las cosas, los seres y ellos mismos existían y existirán en la terrible totalidad sin nombre, sin número. ¿Acaso el mundo, la tierra dejaba de existir, los seres de vivir sin medidas, nombres o leyes? No, todo en el fondo es y será siempre lo que fue lo que es en evolución continua. Qué me importan las leyes, la sociedad, si dentro de mí hay un reino donde yo sola soy y por más que hicieran, nunca llegarían a imponer un tráfico en mi reino y sólo superficialmente y eventualmente, tendré que traficar entre los imbéciles gobiernos como quien compra un boleto de camión para transitar en mi período de transición. Todo siempre ha existido sin nombre conocido o desconocido, sin estar numerado en un archivo y nada puede interrumpir esa evolución.
Nahui Olin
[Este texto fue corregido, editado, publicado y vendido de mano en mano por la autora en el año de 1927, en la ciudad de México.]
http://www.123people.es/s/carmen+mondragon
Aqui un recuerdo a su figura y obra de esta mujer singular, en el Cosmos infinito del Ser Humano.
Oh, los nombres que la humanidad pone en sus círculos sociales y gubernamentales. Son como numeraciones e identificaciones de comisarías miserables donde risiblemente parece que pretenden agarrar la vida y la muerte de una cosa que no tiene principio, que no tiene fin, y crean sellar, con sus actas de escritorio sucio, nombres de un calendario de santos absurdos en sus significaciones y apellidos, que vienen de alguien que tontamente se los puso en generaciones pasadas, pero en vano al nacer y al morir constan actas de un ser numerado que al perderse en la tierra no lo encontrarán ya, jamás distinto de una podredumbre igual que lo salvó de su estigma de numeración de una acta de escritorio sucio de la arbitrariedad humana. No existe nada definitivo, ni en la ciencia más alta ni en leyes de ninguna especie; pertenecemos a un sin principio ni fin que borra toda clasificación, toda identificación. Somos una partícula sin nombre que evolucionamos siempre sin fin.
Qué importa la sociedad y leyes gubernamentales establecidas por estafadores despreciables que a sabiendas de que son mentiras las hacen regir con vulgo al cual todavía le hacen pagar un nombre, un número en el archivo de sus imposiciones criminales: y los padres que inútilmente registran su algo de materia no lo encontrarán nunca ya, ni en una fosa de primera ni de última clase; por que ignoran que nada pertenece a nada y que todo es de todo y que no tiene nombre porque no le sirve a los humanos más que de humillante blasfemia llamarse con un nombre notificado con un número por leyes absurdas como estigma del yugo.
Por eso yo no tengo nombre que me identifique porque soy el sin principio ni fin de todas las cosas, y mi nombre será la voz de mi fuerza mental y tiene un sonido que no se puede nombrar sólo gustar profundamente y lo más cercano en palabras a él es NAHUI OLIN, que es la significación de una rebeldía y superioridad porque no es un nombre registrable en una acta numerada, que no significa nada, nada, en la terrible y maravillosa totalidad que amo como a mí misma porque es infinita. Y que me importan los nombres que se les da a las cosas si yo puedo llamarlas más enérgicamente con decirles lo fáciles que son para mí, que hace siglos y siempre las conozco sin nombres, y sé que son iguales, que son distintas en un conjunto indestructible: nunca por eso me importa saber el nombre de los seres que se encontraron en mi vida, su procedencia no me importa nada; sí por lo que son ya ellos mismos me agradan o desagradan el pasado que los engendró es un incidente animal inconsciente que no tiene importancia con lo que son para mí. Hijos de reyes o de genios, lejos de heredar la inteligencia que es un fenómeno caprichoso de un movimiento cósmico. Hijos de princesas o esclavos de razas diversas qué me importan vuestros padres si ellos son un factor inconsciente de producción por medio de los cuales pasasteis a la vida, período de transición y tomasteis a otra faz de evolución y siempre antes de haber nacido erais cual sois, y yo os conozco sin nombre sólo como un sonido distinto que siento venir sin principio ni fin los que os engendraron son máquinas sin voluntad, para producir como ellas mismas desearan y con la marcha que traían sus identidades, se formaron ustedes tal cual era el movimiento que las encerraba en la totalidad, y sólo pasaban por ellos como la electricidad al través de un cuerpo buen conductor que produce tal o cual fenómeno; y para mí no tienen los humanos más nombres que los que son la fuerza cerebral y sólo existe entre ellos la distinción del vulgo por la superioridad de la inteligencia, esa es la categoría distintiva y no la de poderes y antepasados. Qué importa el nombre más excelso con títulos y abolengos si el que los lleve cree que el ser sólo existe en el nombre de actas arbitrarias que los padres pagan al nacer de un hijo y se quedan llamándose con un nombre que no significa nada, mientras el individuo no signifique por su inteligencia.
Es el colmo de la impotencia humana aislar las cosas y ponerles un número, un nombre cuando siempre has existido sin saber ellas mismas cómo se llaman, porque no hay número, no hay nombre que pueda contar, llamar el infinito, el cosmos, pero son los humanos siempre mediocres exploradores de ellos mismos que saben que los elementos, las fuerzas, las cosas, los seres y ellos mismos existían y existirán en la terrible totalidad sin nombre, sin número. ¿Acaso el mundo, la tierra dejaba de existir, los seres de vivir sin medidas, nombres o leyes? No, todo en el fondo es y será siempre lo que fue lo que es en evolución continua. Qué me importan las leyes, la sociedad, si dentro de mí hay un reino donde yo sola soy y por más que hicieran, nunca llegarían a imponer un tráfico en mi reino y sólo superficialmente y eventualmente, tendré que traficar entre los imbéciles gobiernos como quien compra un boleto de camión para transitar en mi período de transición. Todo siempre ha existido sin nombre conocido o desconocido, sin estar numerado en un archivo y nada puede interrumpir esa evolución.
Nahui Olin
[Este texto fue corregido, editado, publicado y vendido de mano en mano por la autora en el año de 1927, en la ciudad de México.]
http://www.123people.es/s/carmen+mondragon
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