Este cuento de la hibridación del ser humano de parte de inteligencias extraterrestres en contubernio con algunos sectores o grupos de humanos equis ya es algo viejo y parece que ya estamos llegando a la consecución final.
veamos.
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Científicos hallan ADN “alienígena” en humano. Es lo que dice un estudio que asegura que los extraterrestres ya viven dentro de nosotros
Por si la idea de un extraterrestre escondido bajo la piel humana no fuera suficientemente perturbadora, un grupo de investigadores afirma que el ADN alienígena ya podría estar dentro de nosotros. Literalmente.
El estudio, liderado por el Dr. Max Rempel, fundador de la DNA Resonance Research Foundation, sugiere que una fracción de la población humana porta secuencias genéticas que no provienen ni del padre ni de la madre.
Según el propio Rempel, entrevistado por Daily Mail, la humanidad podría estar atravesando “una transformación genética”. La afirmación, por supuesto, ha encendido tanto la curiosidad científica como las alarmas del escepticismo.
Una invasión microscópica
El equipo analizó 581 familias completas del Proyecto 1.000 Genomas, un conjunto de datos global usado para rastrear la diversidad genética humana.
En 11 de esas familias, detectaron 348 variantes genéticas “no parentales”: fragmentos de ADN que no coincidían con ninguno de los progenitores. La explicación convencional sería un error técnico o mutaciones espontáneas, pero Rempel propuso algo más extremo: “inserciones de origen no terrestre”.
El científico sostiene que estos fragmentos podrían haberse introducido en el genoma humano “desde hace décadas” y que los individuos nacidos antes de 1990 presentan estos patrones sin que puedan atribuirse a técnicas de edición genética modernas como CRISPR, que surgió recién en 2013.
El eco de los abducidos
Rempel fue más allá. Analizó los resultados de ADN de personas que aseguran haber sido abducidas por extraterrestres y halló coincidencias con esas secuencias anómalas.
Algunos de esos individuos, afirma, comparten marcadores genéticos no parentales similares. Según su interpretación, eso “podría permitir identificar a los humanos híbridos”. La teoría recuerda a las películas más delirantes de la ciencia ficción, desde La invasión de los ladrones de cuerpos hasta Están vivos. Pero el propio Rempel admite que “aún no hay evidencia concluyente”.
“Necesitamos mejores conjuntos de datos y secuenciación de próxima generación”, explicó. En otras palabras: los métodos comerciales como 23andMe no sirven para detectar ADN extraterrestre… todavía.
Neurodivergencia, telepatía y otras hipótesis
La parte más polémica del estudio llega cuando Rempel sugiere que ciertos rasgos neurodivergentes, como el autismo, el TDAH o el síndrome de Asperger, podrían estar vinculados a estas “inserciones alienígenas”.
Según su teoría (claramente especulativa), algunas de estas variantes genéticas podrían conferir “habilidades especiales”, como telepatía o percepción extrasensorial. Sí, justo como Ellen Ripley en Alien Resurrection.
Entre la ciencia y la conspiración
Las afirmaciones de Rempel han generado fascinación y rechazo a partes iguales. Nigel Watson, autor de Portraits of Alien Encounters Revisited, pide cautela: “Las experiencias de abducción pueden tener múltiples causas terrestres. Necesitamos verificar cuidadosamente los datos antes de hablar de ADN alienígena”.
Sin embargo, incluso Watson admite que un análisis genético sistemático de abducidos voluntarios podría arrojar resultados interesantes, “tan trascendentales como recuperar un platillo volador”.
Mientras tanto, Rempel se prepara para lo que llama la “segunda fase del proyecto”: usar secuenciación de alta resolución (WGS o NGS) en padres e hijos que afirmen haber tenido experiencias extraterrestres. El objetivo sería detectar con precisión dónde y cómo se infiltraron esos fragmentos en el genoma humano.
¿Mutación o mito moderno?
El estudio, todavía sin revisión por pares, se mueve en la frontera difusa entre la biología molecular y la narrativa del contacto extraterrestre. Pero, más allá del sensacionalismo, plantea una idea inquietante: ¿y si el cambio evolutivo más radical no llega del espacio exterior, sino de nuestro propio ADN?
Quizás la pregunta no sea si los extraterrestres nos visitaron, sino si alguna parte de ellos ya está dentro de nosotros.







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