Al sur de los Urales, cerca de la frontera con Kazaksthan, la ciudad de Arkaim sorprende a los arqueólogos por su estructura en forma de anillos concéntricos, su orientación astronómica, el culto a la esvástica, y su escritura en sánscrito védico.
Situada en los montes Urales, había leído bastante sobre esta ciudad prehistórica del 1700 a.C. y su culto a la esvástica. Lo malo de este tipo de informaciones es que vienen sesgadas por Internet y muy contaminadas por impresiones personales. Así que decidí averiguar la verdad sobre los descubrimientos y misterios que allí se encierran, y pronto acabé descubriendo por qué ningún español se había atrevido a hollar aquellas latitudes.
Rusia no es un país fácil. Hay que solicitar un visado que requiere una invitación procedente de este país, ya sea desde un hotel o un particular, aparte un seguro médico. Luego está el inconveniente del idioma; uno cree erróneamente que con el inglés se va a todas partes. Pero más allá de Moscú, al sur de la antigua Unión Soviética, una vez descendemos en el aeropuerto de Magnitogorsk y ponemos rumbo a la frontera con Kazaksthan, sólo se habla ruso; en el mismo aeropuerto pude comprobarlo. Con mi escaso ruso aprendido meses antes en una escuela de idiomas, llegó otro problema, hay que registrarse cada tres días en la Oficina de Visado del Servicio Federal de Migración, aparte de llevar contigo la tarjeta de inmigración con fecha de entrada y salida que te expiden nada más pisar la nación. El inconveniente estaba en que los poblados próximos a Arkaim, pues no hay ciudades, no cuentan con hoteles; así que tuvimos que hospedarnos en la casa de un conocido, convertida en nuestro hotel particular. Y sin hotel que nos registrara en el SFM eso significaba que un encuentro con la policía podía implicar la deportación del país y una cuantiosa multa. Ahora entendía por qué los españoles no se dirigían al sur.
Esta región, conocida como “Tierra de las Ciudades” se ciñe al período de la Edad de Bronce, contemporánea de otras culturas como la egipcia o la minoica. Fue descubierta en el 1987 por un equipo de científicos de Chelyabinsk, a las órdenes de Gennadi Zdanovich. Lo que localizaron les dejó impresionados, pues los utensilios y las cerámicas parecían corresponder a un puente entre Europa y Asia, una mezcla de civilizaciones, adoradora de la esvástica, o sea aria, bajo una única ciudad-estado que evoca las leyendas de la Atlántida de Platón.
Pero lo más curioso de Arkaim es su disposición en forma de un asentamiento de cabañas, totalmente fortificado y circular, con anillos de agua (o canales) que la rodeaban. Hoy en día todo lo que quedan son sus ruinas, y desde que en los años 90 se abandonaron las excavaciones, la maleza ha vuelto a hacer acto de presencia, ocultando el lugar casi en su totalidad; solamente puede verse su forma geométrica a vista de pájaro.
Los arqueólogos rusos no dudan en afirmar que la ciudad de Arkaim fue defensiva, al estar situada en el promontorio de las confluencias de los antiguos ríos Bolshaya Karaganka y Utyaganka. Sin embargo, el lugar no es propiamente una colina, sino una estepa despoblada, con algunas montañas a su alrededor, plagadas de cuevas, más adecuadas para la resistencia. No, lo que Arkaim parece a simple vista es una ciudad construida para aprovechar las crecidas de los ríos y abastecerse de peces, con dos anillos o canales de agua, uno de 150 metros de diámetro y otro de 85. Los muros debieron ser de 5 metros, con canales de 3 de metros de profundidad. Cada casa o cabaña situada en su interior contaba con una longitud máxima de 16 a 20 metros. Toda cabaña disponía de 2 plantas, de las que se cree que una servía para el ganado de cada familia.
Los pocos signos pictográficos encontrados en Arkaim tienen otro extraño misterio, pues corresponden a los Rig Vedas, los himnos en sánscrito védico, dedicados a la alabanza de los dioses. Estos textos también nos hablan de las luchas entre los arios védicos y sus enemigos, los Dasa, una suerte de demonios que aparecieron de los cielos. Tal vez, por ese motivo, la estatuilla del hombre acuclillado mirando los cielos, se trate de un observador esperando la llegada de los Dasa para dar la voz de alarma. O simplemente podría tratarse de un hombre interesado en el Universo, por qué no.
La conclusión a la que llegan los arqueólogos rusos es que Arkaim era sármata, los mencionados por Herodoto, invasores de los escitas, cuya tecnología militar influenció luego en otros pueblos; de ahí el supuesto uso del carro. Aunque nosotros creemos que no pueden tratarse de los mismos, ya que estos se situaban más hacia el Cáucaso.
Arkaim sigue deparando sorpresas. Cuando uno llega hasta el campamento base, los rusos que allí se congregan mencionan una segunda Arkaim en la que se notan los efectos de energías telúricas. En torno al campamento se congregan grupos new age, orando a los dioses del cielo y realizando laberintos con las pequeñas piedras del suelo. Reconozco que la primera vez que vi a estas personas no les di importancia, pero al segundo día de estar en el lugar, mi compañera observó que nuestros rostros estaban quemados, pese a que la temperatura del lugar no superaba los 17 grados. Junto a Arkaim, luego más tarde, dimos con un grupo de árboles caídos en fila india durante kilómetros, alternados entre sí, es decir, uno a la izquierda y otro a la derecha, como si un enorme rayo los hubiera partido con esa arbitrariedad. Cuando preguntamos a uno de los guías rusos de la zona, no dudó en hacernos saber que se trataba de los extraños rayos atmosféricos que en ocasiones destrozan todo a su paso por Arkaim.
De esta guisa pasamos por las cuevas de Sakiyaz-Tamaksky, en Satkinksy, localizando petroglifos de la Edad de Bronce. También lo hicimos por Shulgan-Tash, las llamadas cuevas de Kapova, que representan una odisea para llegar hasta allí por caminos no asfaltados durante kilómetros de recorrido, con un conocido que nos hacía de taxista en un destartalado Lada. Habitadas hace 17.000 años nos introducimos cientos de metros en su interior para acabar descubriendo pinturas rupestres que exponen la vida de estas gentes y la caza de mamuts y coelodontes, o sea rinocerontes lanudos enormes con cuernos que superaban el metro de longitud. Lo más singular de las pinturas rupestres es su enorme parecido con las de Altamira o las de Lascaux en Francia, como si el patrón de belleza de la antigüedad fuera el mismo, o todos ellos hubieran estudiado Bellas Artes en la misma escuela. ¿Un indicio más de las migraciones de Occidente?
Arkaim es una ciudad radial de dos anillos o canales fluviales, con 35 celdas con cabañas en su anillo exterior y 25 en el interior, situada en las coordenadas 52°37?37?N 59°33?40? y orientada hacia Orión; aunque todo cabe apuntarlo, cualquier edificio de la antigüedad parece estar situado hacia la Constelación de Orión ya que, tarde o temprano, en algún momento del día, ésta pasa por nuestras cabezas. Habría que observar si la ciudad cuenta con alguna puerta u orificio que nos apuntara unas coordenadas de fijación, con las que determinar si la alineación hacia Orión es precisa o una simple coincidencia.
El anillo interno a su vez fue construido con 27 habitaciones con puertas hacia la plaza central y mide unos 25 a 27 metros. La parte central era para rituales e incluía un canal cubierto. Cada una de las habitaciones contenía un sofisticado sistema de ventilación.
En su interior se encontraron hornos industriales, laboratorios artesanales, sistemas de comunicación y ventilación, así como espacios para ritos sagrados.
Para los arqueólogos, 2.500 personas habitaron esta singular ciudad de formas extrañas que parecen predecir acontecimientos astronómicos y con estatuillas que miran el cielo. ¿Por qué se construyó Arkaim y por qué es tan distinta al resto de culturas locales es un misterio que todavía está por desvelar?
El rompecabezas de nuestros orígenes
Siempre se dice que el problema de nuestros orígenes se debe a que no encontramos el llamado “eslabón perdido”. Hoy en día se sostiene que como no es localizable saber cuál es nuestro antepasado, la evolución humana tiene muchas ramas distintas, con un mismo final evolutivo. Y se basan en que el Australopitecus, que no era hombre, compartía con nosotros el andar a dos piernas y la fabricación de herramientas de piedra. Mientras que los Neardentales fueron paralelos al Homo Sapiens, con lo que se trataba de una raza diferente a la nuestra.
Con todo lo anterior, la solución propuesta pasa por afirmar que el Homo Sapiens es fruto de las distintas especies del Viejo Mundo, el Neardental (a pesar que era una raza paralela) y del Homo Erectus asiático. ¿Y luego los antropólogos se ríen de quienes argumentan teorías fantásticas sobre una evolución artificial? Pero si los antropólogos dan por válidas las pinturas rupestres y lo que describen, así como la escritura referente a la historia, ¿por qué no dan por ciertos los escritos que hablan de que fueron los dioses quiénes nos crearon? ¿Por qué unos escritos son válidos y otros no? ¿En qué se basan? ¿En qué los orígenes del hombre por parte de los dioses es una explicación demasiado irracional? ¿Acaso no lo es la teoría del eslabón perdido?
¿De dónde procedían los indoeuropeos?
Sólo examinando las lenguas, ya sean latinas, celtas, germánicas, itálicas, bálticas, eslavas, griegas, índicas o tocarías, apercibimos de ciertas similitudes entre palabras. Para la antropología ello significa que derivan de una misma lengua ancestral.
El primer modelo sugiere que los protoindoeuropeos podían encontrarse antes del Neolítico en la Europa central. No se acepta demasiado porque no explica el vocabulario compartido en la protolengua reconstruida a través de las largas migraciones.
En el segundo modelo las lenguas se expanden junto a la agricultura en la región de Anatolia, expandiéndose luego por Grecia y los Balcanes, para pasar luego hacia el Atlántico.
El tercer modelo sitúa a los primeros indoeuropeos en Asia, entre los mares Negro y Caspio. Se basan en la localización de pinturas rupestres de carros, lo que apunta a determinada movilidad, trasladándose luego al sudeste y centro de Europa. Pero esta teoría no tiene en cuenta los descubrimientos del Sáhara, en donde se han datado vehículos con ruedas más antiguas que los de las estepas.
¿Y si añadiéramos un cuarto modelo? Podríamos introducir un tipo donde las poblaciones partirían de la zona del Atlántico, ya que los yacimientos arqueológicos son más antiguos al aproximarse más hacia el Occidente, lo cual sería lo más lógico.
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