Descubren árbol sagrado y restos humanos de los mexicas
2012-10-07 | Ciudad de México, Pue.- Los restos de un tronco de encino, uno de los árboles sagrados de los mexicas, así como un depósito de restos óseos con más de 500 años de antigüedad, se suman al extenso legado que los antiguos pobladores dejaron en la capital mexicana.
"De acuerdo con la concepción mexica y prehispánica en general, el cielo
estaba sostenido por cuatro grandes árboles en los extremos y uno
central",
explicó el director de la zona arqueológica y el Museo del Templo Mayor, Carlos Javier González.
Uno de estos árboles sagrados, por cuyos troncos "circulaban las fuerzas
divinas que animaban todo lo viviente" y "cuyas raíces llevaban al
inframundo", fue descubierto cinco siglos después en el recinto
arqueológico del Templo Mayor, uno de los centros más importantes de la
vida religiosa mexica.
Durante una visita para la prensa realizada a la zona de los hallazgos,
González relató que los nuevos vestigios fueron encontrados entre mayo y
agosto pasados durante las obras de construcción del vestíbulo del
Museo, ubicado a escasos metros del Zócalo, la principal plaza
capitalina.
Junto
a las grúas y la maquinaria de las obras de remodelación, en un enorme
socavón protegido del sol por varias lonas y cuyo único punto de acceso
es una pequeña escalera de madera, se encuentra la estructura circular
en cuyo interior está el tronco de encino.
Debido a su "proximidad y sincronía temporal" con el Cuauhxicalco, un
edificio ceremonial descubierto en 2011, los arqueólogos consideran que
se trata de uno de los cinco árboles sagrados de Tenochtitlán, cuyo
tronco se conserva de forma parcial.
De acuerdo con los expertos, el hallazgo se corresponde a la etapa IV
del Templo Mayor (1440-1469) y se sospecha que se trata de uno de los
árboles que fray Bernardino de Sahagún y Diego de Durán mencionaron en
sus textos "Historia general de las cosas de la Nueva España" e "Islas
de tierra firme", respectivamente.
"Tampoco es sorprendente, puesto que los árboles eran objeto de culto,
objetos sagrados dentro de la religión de los mexicas", precisó
González, quien aseguró que uno de los frailes hizo alusión a diferentes
fiestas sagradas relacionadas con estos árboles.
El arqueólogo Raúl Barrera, director del equipo de arqueología urbana
que trabaja en la zona, dijo que, previsiblemente, el tronco procede de
un árbol que fue "trasladado desde la parte alta de las montañas que
rodean a la actual Ciudad de México".
Para ello, de acuerdo con los estudios de las tradiciones mexicas,
supone que se realizó un ritual "complejo, de varios días de duración",
por el cual los sacerdotes acudieron al bosque a seleccionar el árbol y
lo trasladaron al Templo Mayor.
Tenochtiltlán, al igual que el recinto de Tlatelolco, donde actualmente
se encuentra la Plaza de las Tres Culturas y donde también existen
restos mexicas, se encontraba en una gran isla de aproximadamente 13
kilómetros cuadrados.
"La tierra que hoy está alrededor no existía y todo era un vasto sistema
lacustre sin piedras, ni árboles en estado natural, de ahí que todos
estos elementos tuvieran que ser traídos de los alrededores de la cuenca
de México", recordó.
Además del árbol sagrado, en los últimos meses se ha descubierto en el
recinto del Templo Mayor el conjunto más numeroso de cráneos hallados
hasta el momento, compuesto por 45 calaveras y más de 200 mandíbulas
cerca del edificio sagrado de Cuauhxicalco.
"Los cráneos eran utilizados por los antiguos mexicas como elementos de
consagración de clausura de espacios arquitectónicos, y para rituales
vinculados al culto a Michtlantecuhtli, dios de la muerte, por lo que
quizá se trata de una ofrenda", afirmó Barrera.
El depósito de cráneos, que data de la etapa II del Templo Mayor
(1375-1427), fue el primero de una serie de descubrimientos relacionados
entre sí que llevó a los arqueólogos hasta otros dos elementos: una
"piedra de sacrificios" y otras cinco calaveras.
Hallados en la parte posterior del Cuauhxicalco, los 45 cráneos estaban
colocados sobre una "piedra de sacrificios" que, a su vez, ocultaba
otros cinco cráneos fragmentados con un orificio a la altura parietal,
posiblemente parte de un "tzompantli", un "monumento donde se exponían
las calaveras de los sacrificados".
La mayoría de las calaveras halladas inicialmente se encuentran en "buen
estado" gracias a que las condiciones de humedad facilitaron su
conservación y, según afirmó Barrera, se corresponden a mujeres y
hombres que tenían entre 20 y 35 años de edad.
Respecto a los cinco cráneos con orificios encontrados posteriormente,
el arqueólogo explicó que se trata de una "ofrenda de consagración"
hacia la "piedra sacrificial" que los cubría, tras haber estado
suspendidos en un "tzompantli", "escenario de comunicación entre el
mundo de los hombres y el de los dioses".
"Dicha piedra era utilizada en tiempos prehispánicos para colocar a una
persona de espalda sobre ella, con dirección de oriente a poniente, una
vez recargada, era sacrificada abriéndole el abdomen para sacar el
corazón", explicó el arqueólogo.
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