Los mayas tenían cálculos muy precisos sobre el tiempo. Los ciclos eran su forma de entender la cosmogonía divina expresada en el mundo de los hombres. Cada temporalidad estaba definida por una especie de era, con cualidades específicas y finalidades precisas. El calendario maya comprendía el año civil (haab; muy parecido al occidental, con 365 días), el calendario sagrado tzolkin o bucxok y el de cuenta larga, que se interpretó, erróneamente, como un tipo de fin del mundo.
El calendario maya inició en el año 3,114 A. C. En su calendario largo, los ciclos estaban asociados a deidades que ejercían una influencia en el destino de los hombres. Un grupo de científicos de la Universidad Autónoma de México (UNAM) ha encontrado un nuevo ciclo calendárico de 63 días en esta cultura. Guillermo Bernal Romero, del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, comprobó que el periodo estuvo asociado con el ritual de taladrado de fuego (joch’ k’ahk’), es decir, de la generación de un fuego ritual dedicado al dios zarigüeya o tlacuache.
El descubrimiento es el resultado de multiplicar otros ciclos que ya se conocían, de siete, nueve y 819 días. Es el producto de la multiplicación de los dos primeros números (9 x 7= 63) y de multiplicar esta última cifra por 13 (63 x 13= 819). Los anteriores números eran sagrados para los mayas y tenían un significado profundo en su cosmogonía; por ejemplo, el supramundo o “región celeste” tenía 13 niveles, el terrestre tenía siete estratos y el inframundo tenía nueve niveles.
El descubrimiento se hizo gracias a un tablero encontrado en 1993 en Palenque. Los pedazos de estuco han sido estudiados en distintos periodos, pero en el último año ha sido desplegado en camas de arena. Una especie de gran rompecabezas que va armándose lentamente.
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