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viernes, 20 de junio de 2014

El día que la tierra deje de rotar, te conviene estar en un avión...

Si está leyendo este artículo en España, se está desplazando a una velocidad aproximada de 1.180 kilómetros por hora aunque no lo note. La velocidad exacta dependerá de la latitud en la que se encuentre, que es la distancia que le separa del Ecuador. En el mismo Ecuador, el paralelo más largo de la Tierra y por tanto donde más recorrido hay que hacer para completar una rotación, la velocidad alcanzaría prácticamente los 1.700 km/h, mientras que en los Polos se reduciría hasta casi anularse.



El movimiento de rotación de la Tierra, aunque no lo percibamos a través de nuestros sentidos, es una de las características que condicionan nuestro mundo y nuestra vida. ¿Qué pasaría por tanto si ese movimiento cesase? ¿Si pudiésemos pisar un freno imaginario y parar la Tierra? Se trata de una situación totalmente hipotética, y vistas las predicciones de los científicos, menos mal que es así, porque las consecuencias serían catastróficas.

Para empezar, habría que determinar qué parte de la Tierra frenaríamos: Lo que llamamos la Tierra no es un bloque macizo, sino que está compuesto por rocas, o arena. La superficie, la corteza terrestre, se desplaza sobre una capa líquida. Por tanto, el efecto sería distinto si detenemos toda la Tierra o si solo paramos el núcleo.
En el segundo caso, si solo frenásemos el centro de la Tierra, todas las capas superiores seguirían girando a causa de la inercia, aunque se detendrían poco a poco a causa del rozamiento. En este escenario, los efectos del frenazo no serían tan inmediatos, aunque la recolocación de las placas tectónicas al disminuir la fuerza centrípeta terminaría provocando grandes terremotos.

Saldríamos despedidos por la inercia
Si en cambio detuviésemos la Tierra al completo, el impacto en ese mismo momento sería enorme. Michael Stevens, divulgador británico muy popular en las redes sociales, ha publicado un vídeo en el que hace recuento de las catástrofes que seguirían al parón.

Para empezar, al frenarse la Tierra, saldríamos despedidos a causa de la inercia. Sería un efecto similar al que sentimos cuando vamos en coche y damos un frenazo: no notamos que estamos en movimiento hasta que el automóvil se detiene y nosotros seguimos con el impulso. Solo que en este caso, el impulso sería enorme, haciéndonos volar en dirección este a miles de kilómetros por hora. Las personas que en ese momento se encontrasen viajando en aviones por la atmósfera, y los astronautas de la Estación Espacial Internacional tendrían alguna oportunidad de sobrevivir (un poco más), los demás nos convertiríamos en proyectiles voladores.


Y no solo los humanos saldríamos volando. Todo lo haría, incluidos nuestros edificios, que no tienen fuerza suficiente para aguantar un impacto así. Si algo aguantase, sufriría el impacto de fortísimas corrientes de aire, similares a las generadas por la explosión de una bomba atómica, que arrastrarían todo lo que pillasen a su paso, generando una erosión y una fricción que provocaría grandes incendios. Estos vientos además formarían tormentas de gran violencia.


Al pararse el planeta, desaparecería la fuerza centrífuga que da a la Tierra su forma elipsoide (achatada por los polos), redistribuyendo la gravedad y por tanto alterando la configuración de los océanos y los continentes. De hecho, es probable que enormes olas se tragasen prácticamente toda la superficie terrestre en un primer momento, para después ir migrando hacia las zonas polares, donde la gavedad es mayor. Así, la Tierra quedaría configurada en dos grandes océanos polares y un gran continente en la franja del Ecuador.

Pero eso cambiaría poco a poco, ya que sin fuerza centrífuga, la Tierra adoptaría una forma de esfera cada vez más perfecta, volviendo a distribuirse la gravedad de forma más uniforme, de forma que las aguas volverían a moverse y las zonas más elevadas sobresaldrían del nivel del mar

Aunque no quedaría nadie en la Tierra para observarlo, al detenerse la rotación también parecería detenerse el tiempo, ya que es este movimiento el que marca el paso de los días. Si nuestro planeta siguiese girando en torno al Sol (un movimiento con el que no nos hemos metido), esa sería toda nuestra percepción temporal. Así, un día (es decir, un ciclo de día y noche completo hasta volver a observar el Sol en la misma posición en el cielo) duraría lo mismo que un año, alterando el ciclo vital de todos los seres vivos que, a estas alturas, pudiesen existir.

Pero la relación de la Tierra con el Sol se volvería problemática también por otra razón. Al detenerse la rotación de la Tierra, el campo electromagnético que la cubre desaparecería, dejándola expuesta a enormes cantidades de radiación provenientes del espacio, fundamentalmente de nuestra estrella, y aquí ni los pasajeros de los aviones podrían sobrevivir. Ese campo electromagnético nos protege entre otros de erupciones de masa solar que el Sol lanza en nuestra dirección de forma esporádica, y sin él estaríamos totalmente expuestos.




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