Pinchar la imágen abajo similar a la de arriba para escuchar.
Bueno, como creo me iré a la cama hoy temprano AHORA SI me despido de momento y les dejo esta maravillosa orquesta de los grillitos cantores; me he puesto a pensar que quizás en el fondo o trasfondo de esta sinfonía, los maestros de esta orquesta y sinfónica son algunos devas (ángeles) que dirigen el coro, también no pude evitar pensar en Charles Leadbeater en sus conocimientos al respecto de los Espíritus de la Naturaleza y su tabla donde desglosó el orden a manera de organigrama del orden que llevan y están sujetos los elementos y los seres existentes en los niveles de evolución en que van entrelazados y ligados, vean al final de esta entrada*.
Esta es la opinión de Tom Waits ( en Jim Wilson) : . . ” Wilson, él siempre juega con el tiempo. Escuché una grabación reciente de grillos en la que baja la velocidad a una muy lenta. Suena como un coro, suena como el ángel de la música. Algo brillante , celestial con plena armonía y algunas partes de bajo . – . . no lo creerías, es como un coro bajado del cielo, y sólo lo ralentizó , no manipuló la cinta. Así que creo que cuando Wilson le baja la velocidad a la gente, te da la oportunidad de observarlos en movimiento a través del espacio . Y hay mucho que decir sobre ralentizar el mundo ” .
Pero tan luego
como la planta adquiere su completo crecimiento o se explaya la flor, termina
la tarea del elemental, quien, según hemos dicho, se desvanece entonces
extinguido ya su poder, porque la única alma que lo animaba era la voluntad de
realizar la tarea terminada. Sin embargo, se ven en torno de las flores otros
diminutos seres, verdaderos espíritus de la naturaleza, de los que hay muchas
variedades. Una de las más comunes tiene forma parecida a la de los pájaros-moscas
y se les suele ver zumbando en rededor de las flores a modo de abejas. Estas
menudas y hermosas criaturas no serán nunca humanas por que no siguen nuestra
línea de evolución. La vida que los anima ha pasado por hierbas y gramíneas
tales como la cebada y el trigo en el reino vegetal y por las hormigas y abejas
en el reino animal, hasta alcanzar la etapa de diminutos espíritus de la naturaleza,
que más tarde se convertirán en las hermosas hadas de cuerpos etéreos, que
viven en la superficie de la tierra. Posteriormente serán salamandras o
espíritus del fuego, y luego se convertirán en sílfides o espíritus del aire,
con cuerpos astrales en vez de etéreos, para pasar por último al reino de los
devas.
VISTO AQUÍ: http://www.formarselibros.com.ar/Libros%20Teosoficos.html
Y aquí la tabla (misma de arriba) que rehice hace varios años atrás:
Vean, observen la línea evolutiva según Leadbeater de los insectos hacia arriba como se entronca con los devas (ángeles).
Bueno, como creo me iré a la cama hoy temprano AHORA SI me despido de momento y les dejo esta maravillosa orquesta de los grillitos cantores; me he puesto a pensar que quizás en el fondo o trasfondo de esta sinfonía, los maestros de esta orquesta y sinfónica son algunos devas (ángeles) que dirigen el coro, también no pude evitar pensar en Charles Leadbeater en sus conocimientos al respecto de los Espíritus de la Naturaleza y su tabla donde desglosó el orden a manera de organigrama del orden que llevan y están sujetos los elementos y los seres existentes en los niveles de evolución en que van entrelazados y ligados, vean al final de esta entrada*.
Bueno, ¡¡nos vimos!!
miércoles, 2 de febrero de 2011
El compositor Jim Wilson, grabó el sonido de unos grillos y luego bajó la velocidad de la grabación, revelando algo simplemente increíble. Los grillos suenan como si estuvieran cantando el estribillo más angelical en perfecta armonía. Aunque suena como voces humanas , todo lo que se escucha en la grabación son los propios grillos.
La grabación contiene dos pistas reproducidas al mismo tiempo : La primera es el sonido natural de los grillos a una velocidad normal , y la segunda es la versión más lenta con las voces de los grillos .
“Descubrí que cuando reducía la velocidad de la grabación a diferentes niveles , comenzaba a transformarse en algo sumamente místico y complejo …….. casi humano . “
¿Quién hubiera pensado …?
( TruthSeekerDaily )
Esta es la opinión de Tom Waits ( en Jim Wilson) : . . ” Wilson, él siempre juega con el tiempo. Escuché una grabación reciente de grillos en la que baja la velocidad a una muy lenta. Suena como un coro, suena como el ángel de la música. Algo brillante , celestial con plena armonía y algunas partes de bajo . – . . no lo creerías, es como un coro bajado del cielo, y sólo lo ralentizó , no manipuló la cinta. Así que creo que cuando Wilson le baja la velocidad a la gente, te da la oportunidad de observarlos en movimiento a través del espacio . Y hay mucho que decir sobre ralentizar el mundo ” .
Otros comentarios: “Probablemente la cosa más hermosa que escucharás en mucho tiempo . Hay sólo belleza a nuestro alrededor, sólo se necesita a la gente adecuada para descubrirlo. No tengo nada más que añadir con mis torpes palabras : sólo tienes que darle play y tomarte cinco minutos para realmente escuchar”.
Aquí está una vieja entrevista vía “Hearing Voices” con Alex Chadwick de “Day by Day” que introduce al artista / compositor , Jim Wilson y explica cómo la grabación llegó al artista de la discográfica de Robert Robertson:
HUNT: Yo viajo mucho debido a nuestra organización sin fines de lucro . Trabajamos con niños para la superación personal. Así que yo estoy fuera gran parte del tiempo. Y tenía unos mensajes diciendo que Robbie Robertson quería ponerse en contacto conmigo. Así que nos fuimos al estudio . Él dijo, “Quiero que hagas lo que te apetezca con esto . Estos son los grillos ” . Así que pensé, oh , Dios mío . ¿Estoy aquí para acompañar a unos grillos?
~
HUNT: Y cuando los escuché, estaba tan avergonzada de mí misma , estaba tan humillada, yo no les había tenido el suficiente respeto. Jim Wilson grabó grillos en su patio trasero , y lo trajo al estudio. Después bajó y bajó y bajó la velocidad . Sonaba exactamente igual que un coro de la iglesia bien entrenado. Y no sólo eso, sino que me sonaba como si estuvieran cantando en escala de ocho tonos. Comenzaron en tono bajo , y luego hubo lo que yo llamaría , en términos musicales , un interludio , y luego otra parte del coro , y luego un intervalo y otro coro . Siguieron subiendo más y más .
~
HUNT: Cantaban con palabras de grillos . Me quedé pensando , ‘”Casi los puedo entender. Es maravilloso , el tono es suave.” Y nunca se fueron de tono hasta uno de los interludios , donde se volvieron un poco locos y luego volvieron de nuevo a donde estaban . Y sé que la gente no sabe que están escuchando grillos , a menos que se les diga que eso es lo que es.
~
ROBBIE ROBERTSON ( artista de la discográfica ) : Esto es lo que es. Es un río . Es un canto . Es la historia la sanación . Es lo que sucedió hace mucho tiempo. Es un cordón dentro del cinturón de la historia . Es lo que se ha olvidado. Es el olor de la hierba dulce y el cedro. Oraciones enviadas al Padre Cielo . Es un camino , una tradición. La forma en la que siempre se ha hecho. Es una cálida sensación. Es el sonido de nuestras voces. Escucha, estoy bailando debajo de ti.
~
Aquí está Tom Waits hablando en una entrevista con él mismo :
P: Es una de las grabaciones más hermosas que posees?
R: Es una hermosa y misteriosa grabación del sello de Robbie Robertson. Es de los grillos . Así es, los grillos, la primera vez que la escuché … juré que estaba escuchando el coro de los niños cantores de Viena , o el coro del Tabernáculo Mormón . Cuenta con una armonía de cuatro partes , es un coro que te esta meciendo . Entonces una voz llega a través de la cinta y dice: “Lo que está escuchando es el sonido de los grillos . Lo único que se ha manipulado es que ralentizaron la cinta. ” No hay efectos de ningún tipo , excepto que se cambió la velocidad de la cinta. El sonido es tan inquietante . Cuando se lo di a escuchar a Charlie Musselwhite , me miró como si yo hubiera sacado un duende de mi bolsillo .
MP3: “God’s Cricket Chorus” (sample) de God’s Cricket Chorus, una versión extendida y digitalmente remezclada y masterizadada, tomada de la grabación original de 1992 titulada “Ballad of the Twisted Hair” del album “Medicine Songs” de David Carson y Little Wolf Band producida por Jim Wilson y lanzada por Raven Records.
*El
archivo abajo de Charles Leadbeater al parecer está vetado y restringido actualmente
en cualquier lugar donde se le busque para descargarlo gratis (temas esotericos
y de ocultismo preferentemente) cosa que no sucedía desde hace varios años atrás, al
menos unos 9… me costó un triunfo hallar el siguiente y aunque no pude subirlo
en scribd (en pdf si pero no pude agregarlo aquí) porque aparece un aviso de
infracción de derechos de autor etc. tuve que añadirlo aquí así solamente
pegándolo directo desde Word a como lo descargué; aclaro que la responsabilidad
(si la hubiere) es del sitio donde lo hallé por si me reclamaran algo, solo
cumplí con poner las fuentes y los permisos que vuelvo a escribir aquí:
Este archivo fue descargado desde:
2007
GRÁCIAS.
NOTA: Ya he recibido al momento 5 comunicados de infracción ¿por derechos de autor? por querer publicar el archivo en scribd (intenté efectivamente como 5 veces), ojalá y no me suspendan mi cuenta creo que no, ojalá. Hace años atrás recuerdo que también transcribí manualmente todo el texto del librito abajo pero perdí tal escrito...
LOS ESPIRITUS DE LA NATURALEZA UNA EVOLUCION
APARTE
Aunque
con ciertas restricciones, ejercen grande influencia los espíritus de la
naturaleza a quienes debemos considerar como los habitantes autóctonos de la
tierra, expulsados de diversas partes de ella por la invasión del hombre,
análogamente a lo ocurrido con los animales salvajes. De la propia suerte que
éstos, los espíritus de la naturaleza, evitan por completo las ciudades
populosas y todo lugar en que se reúnen muchedumbres humanas, por lo que allí
apenas se nota su influencia. Pero en los tranquilos parajes rurales, en
bosques y campos, en las montañas y en alta mar, están siempre presentes los
espíritus de la naturaleza, su influencia es poderosa y omnipenetrante, de la
propia manera que el perfume de la violeta embalsama el ambiente aunque se
oculte entre la hierba.
Los espíritus de la naturaleza constituyen una evolución
aparte, completamente distinta hoy por hoy de la evolución humana.
Todos
estamos familiarizados con la trayectoria de la segunda Oleada de
Vida a través de los tres reinos elementales hasta llegar al mineral, del que
asciende por el vegetal y el animal para alcanzar la individualidad en el nivel
humano. También sabemos que una vez lograda esta individualización, el progreso
de la humanidad nos lleva gradualmente a las etapas del Sendero y después en
progresión ascendente al Adepto y a las gloriosas posibilidades de un más
allá. Esta es nuestra línea de desenvolvimiento, pero no hemos de incurrir en
el error de creer que es la
única. Aun en este nuestro mundo, la vida divina fluye
impelentemente por diversas corrientes, de las cuales la nuestra es tan sólo
una, y en modo alguno la más importante en orden.
Comprenderemos esto mejor,
recordando que la humanidad en su manifestación física ocupa solamente una pequeña
parte de la superficie terrestre, mientras que hay entidades situadas en el
correspondiente nivel de otras líneas de evolución, que no sólo pueblan la
tierra más densamente que el hombre, sino que además moran en la dilatadísima
planicie del mar y los campos del aire.
Líneas
de evolución.-
En la presente etapa, vemos que las diversas corrientes a que hemos aludido
fluyen paralelamente, aunque por de pronto de todo punto distintas. Por
ejemplo, los espíritus de la naturaleza no han sido ni serán nunca individuos
de una humanidad como la nuestra; y sin embargo, la vida que en ellos mora
dimana del mismo Logos solar de que dimana la nuestra y a El volverá como la nuestra. Hasta
llegar al nivel mineral, las corrientes pueden considerarse paralelas; pero tan
pronto como al trasponer el punto de conversión suben por el arco ascendente,
aparece la divergencia.
La etapa mineral es, por supuesto, aquella en que la
vida está más profundamente sumida en la materia física; pero si bien algunas
corrientes retienen formas físicas en las diversas etapas ulteriores de su
desenvolvimiento, haciéndolas según adelantan más a propósito para la
manifestación de su vida interna, hay otras corrientes que desde luego
desechan la materia densa y durante el resto de su desenvolvimiento en este
mundo usan cuerpos constituidos exclusivamente por materia etérea. Así una de
dichas corrientes o colectividad de entidades, luego de pasar por la etapa
mineral, no se transporta al reino vegetal, sino que toma vehículos de materia
etérea para morar en el interior de la corteza terrestre y en el seno de las
compactas rocas. Muchos estudiantes no aciertan a comprender como es posible
que haya seres vivientes que moren en el seno de las rocas o en el interior de
la corteza terrestre. Sin embargo, los seres dotados de vehículos etéreos no
tropiezan con la más leve dificultad para moverse, ver y oír en la masa de la
roca, porque la materia física sólida es su natural ambiente y su peculiar
habitación, la única a que están acostumbrados y en la que se encuentran como
en su propia casa. No es fácil formar exacto concepto de estos vagos seres
inferiores que actúan en amorfos vehículos etéreos; pero poco a poco van evolucionando
hasta llegar a una etapa en que si bien habitan todavía en el seno de las rocas
compactas, se acercan más a la superficie de la tierra, en vez de enmadrigarse
en lo más hondo de la corteza; y los más evolucionados de entre ellos son
capaces de mostrarse eventualmente al aire libre durante un corto tiempo. A
estos seres se les ha visto y más frecuentemente oído en las cavernas y minas.
La literatura medieval les dio el nombre de gnomos. En las condiciones
ordinarias no es visible a los ojos físicos la etérea materia de sus cuerpos,
por lo que cuando se muestran visiblemente es porque o se han revestido de un
velo de materia física, o quien los ve ha excitado su perceptibilidad sensoria
hasta el punto de afectarle las ondas vibratorias de los éteres superiores y
ver así lo que normalmente no percibe. No es rara ni difícil de lograr la
temporánea excitación de la facultad visual que se necesita para percibir a
los espíritus de la naturaleza; y por otra parte, la materialización es cosa
fácil para seres situados muy cerca de los límites de la visibilidad. Así
es que se les podría ver con mayor frecuencia de la que se ve, a no ser por su
arraigada repugnancia a la vecindad de los hombres. En la siguiente etapa de
su evolución se convierten en hadas, que suelen morar como nosotros en la
superficie de la tierra, aunque todavía con cuerpo etéreo. Después de esta
etapa pasan a ser espíritus aéreos en el reino de los devas o ángeles, según
explicaremos más adelante. La oleada de vida en el reino mineral no sólo se
manifiesta por medio de las rocas que constituyen la corteza terrestre, sino
también por medio de las aguas oceánicas; y así como las rocas dejan pasar a
través de ellas las inferiores formas etéreas, todavía desconocidas para el
hombre, que moran en el interior del globo terráqueo, asimismo las aguas dan
paso a otras inferiores formas etéreas que tienen su morada en las
profundidades del mar.
En este caso, también la siguiente etapa de evolución
nos ofrece formas más definidas, aunque todavía etéreas, que moran entre dos
aguas y muy raras veces se muestran en la superficie. La
tercera etapa (correspondiente a la de las hadas en los espíritus terrestres)
nos da la enorme hueste de espíritus acuáticos que con su juguetona vida
pueblan las dilatadas llanuras del océano. Las entidades que siguen estas
líneas de evolución, toman cuerpos de materia exclusivamente etérea y no
entran en los reinos vegetal, animal y humano; pero hay otros espíritus de la
naturaleza que antes de su diversión pasan por los reinos vegetal y animal.
Así en el océano hay una corriente de vida cuyas nómadas, al salir del reino
mineral, entran en el vegetal en forma de algas, y luego pasan por los
corales, esponjas y los enormes cefalópodos de entre dos aguas, para después
emparentar con los peces y convertirse más tarde en espíritus acuáticos.
Estas entidades conservan el denso vehículo físico hasta muy alto nivel; y de
la propia manera observamos que las hadas terrestres no sólo proceden de las
filas de los gnomos, sino también de las capas inferiores del reino animal,
pues hay una línea de evolución que roza ligeramente el reino vegetal en forma
de hongos, y después pasa por las bacterias y animálculos de diversas especies
a los insectos y reptiles, para ascender al hermoso orden zoológico de las
aves, de donde al cabo de muchas encarnaciones ornitológicas entra en la
todavía más bella comunidad de las hadas. Hay otra línea de evolución que
proviene del reino vegetal, donde asume la forma de hierbas y gramíneas, y
después toma en el reino animal la de hormigas y abejas, hasta convertirse por
fin en seres etéreos que, análogos a las abejas, zumban y revolotean en torno
de plantas y flores, en la producción de cuyas numerosas variedades influyen
notablemente hasta el punto de servir de auxilio sus funciones para la
especialización y cultivo de los vegetales. Sin embargo, conviene
distinguirlos cuidadosamente para evitar confusiones. Los diminutos seres que
cuidan de las flores, pueden dividirse en dos grandes clases con numerosas variedades
en ambas. La primera clase son los elementos propiamente dichos, porque no
obstante su belleza, son tan sólo formas mentales y en modo alguno seres
vivientes. Más bien cupiera decir que son criaturas de vida temporánea, pues si
bien activísimos y muy atareados durante su corta vida, no reencarnan ni
evolucionan, y una vez terminada su obra se desintegran y disuelven en la
atmósfera circundante, lo mismo que les sucede a nuestras formas mentales. Son
formas mentales de los ángeles o devas encargados de la evolución del reino
vegetal. Cuando a uno de estos devas se le ocurre una nueva idea relacionada
con alguna de las especies de plantas confiadas a su cuidado, emite una forma
mental con el determinado propósito de realizar dicha idea. Generalmente la
forma de su pensamiento es un modelo etéreo de la planta en cuestión, o bien
una diminuta criatura que ronda por la planta mientras se forman los capullos y
va gradualmente dándoles la configuración y colores que el deva ideó para la flor.
Solapaciones.- El trámite de la oleada de vida de
uno a otro reino no se efectúa en rigurosa continuidad, sino que se nota mucha
latitud en la variedad, y así quedan no pocos huecos o solapaciones entre los
reinos. Esto se ve más claramente en nuestra línea de evolución, porque la
vida que llega a los niveles superiores del reino vegetal no pasa nunca a los
inferiores del animal, sino que por el contrario, entra en éste por etapas
bastante adelantadas. Así, por ejemplo, la vida que anima un robusto árbol forestal
no descenderá jamás a animar un enjambre de mosquitos, ni siquiera una familia de
roedores o de rumiantes. Estas formas animales están animadas por la porción
de oleada de vida que salió del reino vegetal en el nivel de la dalia o del
diente de león. En todo caso se ha de recorrer la escala evolutiva; pero
parece como si la parte delantera de un reino fuese paralela a la zaguera del
reino inmediatamente superior, de suerte que el tránsito de uno a otro se
puede efectuar por distintos niveles según los casos. La corriente de vida que
entra en el reino humano esquiva por completo las etapas inferiores del reino
animal; esto, es que la vida que ha de alcanzar el reino humano nunca se
manifiesta en forma de insectos ni reptiles. Antiguamente entró en el reino
animal por el nivel de los enormes saurios antediluvianos; pero ahora pasa
directamente de las superiores formas vegetales a la de los mamíferos. De la
propia suerte, cuando se individualizan los más adelantados animales
domésticos, no han de humanizarse necesariamente por vez primera en la forma de
primitivos salvajes. El siguiente diagrama muestra en ordenación sinóptica
algunas de estas líneas evolutivas, aunque en modo alguno las contiene todas,
pues sin duda hay otras no observadas todavía, con multitud de maneras de pasar
de una a otra por distintos niveles. Así es que el diagrama ( situado en la
ultima pagina de este libro ) se contrae a un amplio bosquejo del plan. Según
se infiere del diagrama, en la última etapa convergen todas las líneas de
evolución, o por lo menos para nuestra ensombrecida vista no hay distinción
entre la gloria de los altísimos seres, aunque acaso si fuese mayor nuestro
conocimiento podríamos completar el diagrama. De todos modos, sabemos que así
como el reino humano está el grandioso reino de los ángeles o devas, y que la
entrada en este reino es una de las siete puertas que se abren ante los pasos
del Adepto. Este mismo reino de los devas es la etapa superior de la evolución
de los espíritus de la naturaleza, aunque en esto vemos otro ejemplo de los
saltos o solapaciones a que antes aludimos, porque el Adepto entra en el reino
dévico por la cuarta etapa, sin pasar por las tres inferiores, mientras que el
espíritu de la naturaleza entra en el reino dévico por la primera etapa, o sea
la de los devas inferiores. Al entrar en el reino dévico recibe el espíritu de
la naturaleza la divina chispa de la tercera oleada de vida y logra así la
individualidad, como la logra el animal cuando entra en el reino humano. Además,
de la propia suerte que el animal sólo puede individualizarse poniéndose en contacto
con el hombre, análogamente el espíritu de la naturaleza, para lograr la
individualización, ha de ponerse en contacto con el ángel, servirle de ayudante
y trabajar para complacerle, hasta que aprenda a trabajar como los ángeles. En
rigor, los más adelantados espíritus de la naturaleza no son seres humanos
etéreos o astrales, porque todavía no están individualizados, pero son algo más
que un animal etéreo o astral, pues su grado de inteligencia es muy superior al
de los animales, y en muchos puntos igual al del común de la humanidad. Por otra
parte, los espíritus de la naturaleza de orden ínfimo tienen limitadísima inteligencia,
por el estilo de la de los pájaros-moscas, mariposas o abejas a que tanto se
parecen. Según se ve en el diagrama, los espíritus de la naturaleza abarcan un
amplio segmento del arco de evolución, incluyendo etapas correlativas con todas
las de los reinos vegetales, animal y humano, hasta casi en la que hoy está
nuestra raza. Algunos tipos inferiores de espíritus de la naturaleza no tienen
nada de estéticos; pero también ocurre lo mismo con las especies inferiores de
reptiles de insectos. Hay tribus de espíritus de la naturaleza, no
desarrollados todavía, de gustos groseros, y por lo tanto, su aspecto está en
correspondencia con su etapa de evolución. Las informes masas con enormes y
rojas fauces que viven en las nauseabundas emanaciones etéreas de la sangre y
del pescado podrido, son tan horribles a la vista como a la sensación de toda
persona de mente pura. Igualmente repulsivas son las entidades rojinegras,
semejantes a crustáceos rapaces, que planean sobre los lupanares, y los monstruos
parecidos al octopus que apetecen regodearse en los vapores alcohólicos de las
orgías y festines del beodo. Sin embargo, por muy repugnantes que sean estas
arpías, no son dañinas de por sí ni se pondrán en contacto con el hombre, a
menos que se degrade al nivel de ellas esclavizándose a sus bajas pasiones.
Tan sólo los espíritus de la naturaleza de estas especies inferiores y
repulsivas se acercan voluntariamente al hombre vulgar. Otras de la misma clase,
pero algo menos materiales, se gozan en bañarse en las groseras vibraciones
levantadas por la cólera, avaricia, crueldad, envidia, celos y odio. Quienes
cedan a estos innobles sentimientos, se exponen a estar constantemente
rodeados por las corroñosas coluvies del mundo astral, que unos a otros se
atropellan con tétricas ansias de antesaborear un arrebato pasional, y en su
ceguera hacen cuanto pueden para provocarlo o intensificarlo. Apenas cabe creer
que tan horrosas entidades pertenezcan al mismo reino que los simpáticos y
jubilosos espíritus de la naturaleza que vamos a describir.
Hadas.- Es el tipo mejor conocido por el hombre.
Las hadas viven normalmente en la superficie de las tierras, aunque como su
cuerpo es etéreo, pueden atravesar a voluntad la corteza terrestre. Sus formas
son muchas y variadas, pero generalmente tienen forma humana de tamaño
diminuto, con alguna grotesca exageración de tal o cual parte del cuerpo. Como
quiera que la materia etérea es plástica y fácilmente modelable por el poder
del pensamiento, son capaces de asumir cualquier aspecto que les plazca, si
bien tienen de por sí formas peculiares que llevan cuando no necesitan tomar
otras con determinado propósito y no ejercen su voluntad para transmutarlas.
También tienen colores propios que distinguen unas especies de otras, así como
se distinguen las aves por el plumaje. Hay un inmenso número de razas de hadas
cuyos individuos difieren en inteligencia y aptitudes, lo mismo que ocurre
entre los hombres. Análogamente a los seres humanos, cada raza mora en
distinto país y a veces en diferentes comarcas de un mismo país, y los
individuos de cada raza propenden generalmente a mantenerse en vecindad como
sucede en los hombres de una nación. Están distribuidas las hadas por la
superficie de la tierra tan diversamente cual los demás reinos de la naturaleza.
Como las aves, de las que algunas de ellas proceden, hay variedades exclusivas
de un país; otras que son comunes en un país y raras en otro, al paso que
algunas se encuentran en todas partes. También como las aves, las hadas de más
vivos y brillantes colores moran en los trópicos.
Tipos
étnicos.
Los tipos predominantes en las diferentes partes del mundo se distinguen
fácilmente y son en cierto modo característicos. Pero ¿no puede provenir esta
distinción de la persistente influencia de las hadas, que en el transcurso de
los siglos han modelado a los hombres, animales y plantas de su vecindad, de
suerte que el hada estableció las formas a que inconscientemente se adaptaron
los demás reinos? Por ejemplo, no puede darse más señalado contraste que el
que existe entre las vivarachas y juguetonas muñequitas de color anaranjado y
púrpura, o escarlata y oro, que bailotean por las viñas de Sicilia, y las
discretas criaturas verdigrises que se pasean gravemente por los juncales de
Bretaña o las bondadosas hadas aurimorenas que frecuentan las montañas de
Escocia. En Inglaterra es más común la variedad verde esmeralda, que también he
visto en los bosques de Francia y Bélgica, en el Estado norteamericano de
Massachusets y en las orillas del Niágara. Las vastas llanuras del país de los
dakotas están habitadas por una variedad blanca y negra, que no he visto en ninguna
otra parte, y California disfruta de otra variedad muy linda, blanca y oro, que
también parece ser única. La especie más común de Australia es muy característica
por su admirable y luminoso color azul celeste; pero hay mucha diferencia entre
las hadas de Nueva Gales del Sur y Victoria y las de la tropical Tierra de
la Reina. Las
de este último país se parecen mucho a las de las Indias holandesas. La isla
de Java es muy prolífica en estas graciosas criaturas, de las que hay dos
distintas variedades, ambas monocromáticas: una color añil con débiles
reflejos metálicos, y otra en que aparece toda la gama del amarillo. Son
extrañas, pero simpáticas. Una sorprendente variedad local está fastuosamente
exornada con alternas rayas verdes y amarillas como una chaqueta deportiva.
Esta variedad listada es tal vez peculiar de aquella parte del rojo y amarillo
en la península de Malaca, y verde y blanco al otro lado de los Estrechos, en
Sumatra. Esta gran isla también disfruta de la posesión de una variedad de
hadas de un lindo color de helio tropo pálido, que anteriormente sólo había
visto yo en las colinas de Ceilán. La especie habitante en Nueva Zelandia es de
azul intenso con motas de plata, mientras que en las islas del mar del Sur se
encuentran una variedad de color argentino irisado como una madreperla. En la
India hallamos hadas de diversas especies, desde las de color rosado y verde
pálido o azul claro y amarillo-verdoso de las montañas del país, hasta las
entremezcladas de soberbios colores, casi chillones por su intensidad, que
moran en las llanuras. En algunas partes de este maravilloso país, he visto la
variedad negro y oro, que es más común en los desiertos africanos, y también
otra cuyos individuos parecen estatuitas de refulgente metal carmesí, semejante
al latón de los atlantes. Algo parecida a esta última es una curiosa variedad
que parece como fundida de bronce bruñido. Habita en la vecindad de los
volcanes activos, pues los únicos parajes en donde se la ha visto, son las
estribaciones del Vesubio y del Etna, en el interior de lava, las islas
Sandwich, el Parque Yellowstone del norte de los Estados Unidos, y en cierta
comarca septentrional de Nueva Zelanda. Varios indicios dan a entender que
esta variedad es una supervivencia de un tipo primitivo, y representa una especie
de eslabón de tránsito entre el gnomo y el hada. En algunos casos, comarcas
contiguas resultan estar habitadas por muy distintas clases de espíritus de la naturaleza. Por
ejemplo, según ya dijimos, los gnomos de color verde esmeralda son comunes en
Bélgica, y sin embargo, a 160 kilómetros de distancia, en Holanda, apenas se
ve ni uno de ellos. En cambio, hay una variedad de soberbio color de púrpura
oscuro.
En
una sagrada montaña de Irlanda.- Cosa extraña es que la altura sobre el nivel del mar
parece influir en la distribución geográfica de los espíritus de la naturaleza,
pues los que moran en las montañas, rara vez se mezclan con los del llano.
Recuerdo que al subir a la montaña de Slievenamón, una de las tradicionalmente
sagradas de Irlanda, observé los definidos límites de demarcación entre los
distintos tipos. Las estribaciones y escotaduras inferiores, así como las
llanuras circundantes, estaban pobladas por una maligna y activísima variedad
roja y negra, que pulula en todo el este de Irlanda, atraída por los centros
magnéticos que hace cerca de dos mil años establecieron los sacerdotes magos de
la antigua raza milesia para asegurar y perpetuar su dominio sobre las
gentes, manteniéndolas bajo la influencia de la gran ilusión. Sin embargo, al
cabo de media hora de ascensión a la montaña, no vi ni uno de estos seres
rojinegros, sino que la falda estaba allí poblada por el apacible tipo azul
moreno que desde hace mucho tiempo debía especial vasallaje al Tuatha de
Danaan. También tienen éstos su zona perfectamente deslindada, y ningún
espíritu de la naturaleza de cualquier otro tipo se atreve a penetrar en el
espacio aledaño a la cumbre consagrada a los poderosos devas de color verde
que durante más de dos mil años están allí custodiando uno de los centros de
fuerza viva que eslabonan el pasado con el futuro de la mística tierra de
Erin. Estos devas aventajan al hombre en estatura, y sus gigantes formas son
del color de las nuevas hojas primaverales, pero de indescriptible suavidad,
refulgencia y brillo. Miran a la tierra con sus admirables ojos que lucen cual
estrellas, llenos de la paz de quienes viven en lo eterno y esperando con la
tranquilidad certeza que infunde el conocimiento, la llegada del señalado tiempo.
Se advierte plenamente el poderío e importancia del aspecto oculto de las cosas
al contemplar semejante espectáculo. Pero a decir verdad, apenas está oculto,
porque su influencia es tan poderosa y señalada, que aun los menos sensitivos
la advierten, y así se explica la tradición irlandesa de que quien duerme una
noche en la cima de la montaña sagrada, al despertar por la mañana, es poeta o
loco. Será poeta si logra responder a la exaltación de todo su ser, ocasionada
por el tremendo magnetismo que influyó en él mientras dormía. Será loco, si no
tuvo fuerzas bastantes para soportar el estremecimiento.
Vida y muerte de las hadas.- La duración de la vida de las diversas clases de espíritus de la
naturaleza varía muchísimo. En algunos es muy corta y en otros mucho más larga
que la del hombre. El universal principio de la reencarnación también prevalece
en su existencia, aunque las condiciones son algún tanto diferentes. No tienen
lo que nosotros llamamos nacimiento y desarrollo. El hada aparece en su mundo
completamente formada como los insectos. Vive poco o mucho sin apariencia de
fatiga ni necesidad de descanso y sin envejecer con los años. Pero llega tiempo
en que su energía se agota y se siente cansada de la vida. Cuando esto
ocurre, su cuerpo se va volviendo más y más diáfano hasta convertirse en una
entidad astral que vive durante cierto tiempo en este mundo entre los espíritus
del aire, que representan para ella la inmediata etapa de evolución. Después de
la vida astral vuelve a su alma-grupo, en donde si está lo bastante adelantada
puede tener algo de existencia consciente antes de que la ley cíclica actúe una
vez más en el alma-grupo, despertando en el hada el deseo de separación.
Entonces su impulso dirige de nuevo hacia fuera la corriente de su energía, y
aquel deseo, obrando en las plásticas materias astral y etérea, materializa un
cuerpo de análogo tipo, a propósito para expresar el adelanto logrado en la
última vida. Por lo tanto, el nacimiento y la muerte son mucho más sencillos
para las hadas que para los hombres, con la ventaja de que la muerte del hada
está libre de todo pensamiento de tristeza y temor. Verdaderamente su vida
entera parece más sencilla; es una existencia dichosa e irresponsable, como la
de una cuadrilla de felices niños rodeados de un ambiente por todo extremo
favorable. Los espíritus de la naturaleza no tienen deseos ni conocen las
enfermedades ni la lucha por la existencia, de suerte que están exentos de las
más fecundas causas del sufrimiento humano. Tienen profundos afectos y son
capaces de contraer íntimas y duraderas amistades de que obtienen intenso e
imperecedero placer. Pueden sentir envidia y cólera, pero se desvanecen ante el
vivísimo deleite con que llevan a cabo las operaciones de la naturaleza que es
su más señalada característica.
Sus placeres.-
Se gozan en la luz y resplandor del sol, aunque con el mismo placer lanzan a la
luz de la luna.
Participan de la satisfacción de la sedienta tierra, de las
flores y de los árboles al caer la lluvia, y también juguetean igualmente
dichosas con los copos de nieve. Gustan de flotar perezosamente en la calma de
una tarde de verano, y sin embargo también se solazan con la violencia del
viento. No sólo admiran con una vehemencia que pocos de nosotros pueden comprender
la belleza de un árbol o de una flor, la delicadeza de sus matices o la gracia
de su forma, sino que toman vivísimo interés y sienten hondo deleite en todos
los procesos de la naturaleza, en la circulación de la savia, el brote de los
renuevos y el nacimiento y caída de las hojas. Por supuesto que de esta
característica se aprovechan los grandes Seres que presiden la evolución,
valiéndose de los espíritus de la naturaleza para ayudar a la combinación de
los colores y al arreglo de las variedades. Además atienden cuidadosamente a la
vida de las aves e insectos, a la empolladura de los huevos ya la eclosión de
las crisálidas, así como se complacen en vigilar las triscaduras y jugueteos
de los cervatos, corderillos, ardillas y lebratillos. Otra ventaja inestimable
de la evolución etérea es que no necesitan alimentar sus cuerpos por medio de
la comida y bebida, sino que el cuerpo del hada absorbe del éter circundante
sin esfuerzo, fatiga ni tasa cuanta materia necesita la nutrición de su cuerpo.
En rigor no cabe decir que absorbe materia etérea sino más bien que
continuamente se efectúa un intercambio de partículas, desasimilándose las
desgastadas por haber consumido su energía y asimilándose otras plenamente
dinamizadas. Aunque los espíritus de la naturaleza no comen, la fragancia de
las flores los deleita en grado análogo al placer que los hombres experimentan
al saborear los manjares. El aroma es para ellos algo más que un halago del
olfato o del gusto, pues se bañan en él hasta empapar todo su cuerpo. Lo que en
ellos desempeña funciones de sistema nervioso es mucho más delicado que el
nuestro. Perciben grandísimo número de vibraciones que escapan a nuestros
groseros sentidos y así notan el olor de no pocas plantas y minerales que a
nosotros nos parecen inodoros. No tienen estructura interna, pues sus cuerpos
son como neblina, y por lo tanto no es posible desmembrarlos ni herirlos ni les
afecta penosamente el calor ni el frío. Así hay una variedad de hadas que
parecen preferir a toda otra cosa el bañarse en el fuego. Cuando estalla un
incendio acuden presurosas de todas partes y se deslizan con salvaje deleite
entre las oscilantes llamas como los muchachos en el declive de un tobogán.
Estas hadas son los espíritus del fuego o las salamandras de la literatura
medieval. Los espíritus de la naturaleza sólo pueden sentir dolor corpóreo a
consecuencia de una desagradable o inarmónica emanación o vibración, pero les
cabe evitarlas por la facultad que tienen de trasladarse celérrimamente de un
punto a otro. Según se infiere de las observaciones hechas hasta ahora, las
hadas están del todo libres de la maldición del miedo, tan prevaleciente en la
vida del reino animal, que en nuestra línea de evolución es correlativo del
reino de las hadas en la evolución etérea.
Romanticismo de las hadas.- Tienen las hadas una imaginación envidiable por lo fértil, y en los
ratos de recreo con sus compañeras se complacen en idear todo linaje de
fantásticos escenarios y románticas situaciones. Puede entonces compararse el hada
a un niño que relata cuentos a sus compañeros, aunque con la ventaja sobre el
niño de que como las demás hadas tienen visión etérea y astral inferior, todas
las ideas y personajes del cuento toman forma visible para los oyentes en el
transcurso de la
relación. Sin duda que muchos de estos cuentos nos parecerán
pueriles y de muy limitada y extraña finalidad, porque la inteligencia del hada
actúa en dirección distinta de la nuestra; más para ellas son vividamente
reales y motivo de inagotable deleite. El hada que denota extraordinario
talento en Imaginar narraciones se aquista el afecto y consideración de sus
compañeras, sin que jamás le falten auditorio y séquito. Cuando algún ser
humano vislumbra un grupo así de hadas, lo juzga según sus rutinarios prejuicios
y toma al hada principal por un rey o reina según la figura que en aquel
momento asuma el hada. En realidad, el reino de los espíritus de la naturaleza
no necesita régimen alguno de gobierno, excepto la inspección general que
sobre ellos ejercen los devarrajas y sus subordinados, sin que se den cuenta de
esta inspección más que los espíritus de la naturaleza muy adelantados.
Su actitud respecto del hombre.- La mayor parte de los espíritus de la naturaleza repugnan y evitan
la compañía del hombre, y no es extraño que así sea, pues para ellos el hombre
es un devastador demonio que destruye y despoja por doquiera que pasa. A
sangre fría y a veces entre horribles tormentos mata el hombre a las hermosas
criaturas de que los espíritus de la naturaleza gustan cuidar. Abate los
árboles, siega las hierbas, arranca las flores y desidiosamente las echa para
que se marchiten. Suplanta la amable vida en el seno de la naturaleza con sus
horribles ladrillos y cementos, y la fragancia de las flores con los mefíticos
vapores de sus manipulaciones químicas y el ensuciador humo de sus fábricas.
¿ Es extraño que las hadas nos miren con horror y se aparten de nosotros como
nos apartamos de un reptil ponzoñoso? No sólo devastamos cuanto más amable es
para las hadas, sino que la mayor parte de nuestros hábitos y emanaciones les
desagradan. Envenenamos el suavísimo aire con repugnantes vapores de alcohol y
humo de tabaco. Nuestras inquietas e indómitas pasiones levantan un continuo
flujo de corrientes astrales que las perturba y enoja con el mismo disgusto que
tendríamos nosotros si nos vaciaran encima un cubo de agua infecta. Para los
espíritus de la naturaleza la cercanía del hombre ordinario equivale a estar
bajo la furia de un huracán que soplara en una sentina. No son ángeles con el
perfecto conocimiento a que acompaña la perfecta paciencia, sino que son como
niños inocentes y algunos de ellos cual juguetones gatitos excepcionalmente
inteligentes. Por otra parte ¿es extraño que nos repugnen, rechacen y eviten si
por costumbre ultrajamos sus más nobles y elevados sentimientos?. Se conocen dos casos en que a causa de
excesiva intrusión o molestia por parte del hombre, mostraron las hadas
notoria malicia y se desquitaron del
daño. Esto denota que, por lo general, no obstante las insoportables
provocaciones del hombre, rara vez se
encolerizan las hadas, pues su acostumbrado procedimiento de repeler a un
intruso es hacerle víctima de alguna broma a menudo puerilmente pesada, pero
nunca gravemente dañosa. Se gozan en extraviar o engañar al intruso, haciéndole
perder el camino al cruzar un pantano, manteniéndole dando vueltas de círculo
toda la noche mientras cree que anda en derechura o forjándole la ilusión de
que ve palacios y castillos en donde no hay tales. Varios cuentos y leyendas
sobre esta curiosa característica de las hadas subsisten tradicionalmente entre
los aldeanos de casi todas las comarcas montesinas.
Hechizo.- Las
hadas se valen eficazmente en sus tretas y burlas de la maravillosa facultad
que tienen de hechizar a quienes ceden a su influencia, de modo que mientras
están sujetos al hechizo, sólo ven y oyen lo que las hadas les sugieren al
igual del hipnotizado que únicamente ve, oye, palpa, gusta y huele lo que el
magnetizador desea. Sin embargo, los espíritus de la naturaleza no tienen la
hipnótica facultad de dominar la voluntad humana, excepto cuanto se trata de
gentes de pobre entendimiento que ceden a un invencible terror durante el cual
queda en suspenso la
voluntad. Las hadas no tienen otro poder que el de alucinar
los sentidos, pero en esto son indiscutiblemente maestras y no han faltado
casos en que hechizaron de golpe a gran número de gentes. Los juglares de la
India efectúan con el impetrado auxilio de las hadas sus más sorprendentes
suertes, entre ellas la del cesto o aquella otra en que el juglar lanza aire
arriba una cuerda que se coloca y mantiene tirante en el espacio sin apoyo
alguno, hasta que desaparece luego de saltar por ella el prestidigitador. Los
circunstantes están en este caso colectivamente alucinados y se figuran que
presencian una serie de sucesos que no han ocurrido en realidad. El poder del
hechizo consiste sencillamente en forjar una vigorosa imagen mental y
proyectarla después en la mente del hechizado. A la generalidad de los hombres
les parecerá eso casi imposible porque nunca lo intentaron ni tienen idea de
cómo se realiza. La mente del hada no es tan amplia como la del hombre; pero
está acostumbradísima a forjar imágenes y proyectarlas en ajenas mentes, porque
tal es una de las principales tareas de su vida cotidiana. No es extraño que
con tan continuada práctica sean las hadas expertas en esta operación, que resulta
mucho más sencilla para ellas cuando como en el caso de los juglares índicos, se
ha de reproducir centenares de veces la misma imagen, hasta que cada pormenor
se traza sin esfuerzo a consecuencia del hábito. Para comprender bien cómo se
hace esto, debemos recordar que las imágenes mentales tienen realidad, pues
son construcciones de materia mental, y que la línea de comunicación entre la
mente y el cerebro físico pasa por las contrapartes astral y etérea de este
mismo cerebro, pudiendo interceptarse la comunicación por medio de un
obstáculo colocado en cualquier punto intermedio. Algunos espíritus de la
naturaleza suelen concurrir a las sesiones espiritistas con objeto de remedar
engañosamente los fenómenos físicos. Quienes hayan frecuentado dichas sesiones
recordarán casos de bromas y burlas sin malicia, que denotan casi siempre la
presencia de un espíritu de la naturaleza, aunque también cabe atribuirlas a
un difunto que en vida fue lo bastante casquivano para creer que divierten las
tonterías y no ha tenido aún tiempo de adquirir sabiduría.
Ejemplos de amistad.- Por otra parte, hay ejemplos en que algunos espíritus de la
naturaleza han contraído amistad con seres humanos, ofreciéndoles cuanta ayuda
estaba en su poder prestarles, como en las conocidas narraciones de las
sirvientas escocesas o las hadas que encienden el fuego de las cenicientas.
También hubo casos, aunque rarísimos, en que un hombre predilecto de las hadas
fue admitido a presenciar sus festines y compartir durante algún tiempo su
género de vida. Dícese que los animales silvestres se acercan confiadamente a
los yoguis indios porque instantáneamente conocen que son amigos de todo ser
viviente. De la propia manera, las hadas se agrupan en torno del hombre que
entra en el Sendero de Santidad, pues notan que sus emanaciones son menos
tormentosas y más agradables que las de los hombres cuya mente está aún fija en
los negocios mundanos. A veces se ha visto que las hadas se acercan a los niños
pequeñuelos y les muestran mucho afecto, especialmente a los de viva
imaginación y propensos al ensueño, pues son capaces las hadas de ver y
complacerse en las formas mentales de que el niño se rodea. También hubo casos
en que las hadas tomaron vivo cariño a un pequeñuelo sumamente simpático e
intentaron llevárselo a sus moradas con el sincero propósito de librarlo del
que les parecía horrible destino de crecer y vivir entre el vulgo de los
hombres. En las narraciones demóticas hay algo referente a suplantaciones de
niños, aunque también obedecen a otras causas de que más adelante hablaremos.
Ha habido épocas, más a menudo en el pasado que en el presente, en que algunas
variedades de hadas, análogas en forma y tamaño al hombre, se complacían en
materializarse con cuerpos físicos temporáneos, pero definidos, a fin de
ponerse por este medio en deshonestas relaciones con las mujeres de su
elección. En esto se basan las antiguas leyendas mitológicas de faunos y
sátiros, aunque también se refieren a seres de una evolución subhumana, de
todo punto distinta de la etérea.
Espíritus del agua. - Por numerosas que sean las hadas de
la superficie de la tierra, casi siempre alejadas de la vecindad del hombre,
son todavía más numerosas las hadas marinas, nereidas o espíritus del agua que
moran en la superficie del mar. Hay tantas variedades como en la tierra. Los espíritus
de la naturaleza del Pacífico difieren de los del Atlántico, y de unos y otros
del Mediterráneo. Las especies que juguetean en el indescriptible azul luminoso
de los mares tropicales son muy distintas de las que saltan por entre la espuma
de los grises mares del norte. Diferentes también son los espíritus de los
lagos, ríos, cascadas y cataratas, pues tienen más puntos de analogía con las
hadas terrestres que con las nereidas de alta mar. Sus formas son
variadísimas, aunque con más frecuencia remedan la humana. En general propenden
a tomar formas más amplias que las hadas de los bosques y las montañas, pues
así como éstas son diminutas, las nereidas, asumen la forma y estatura
humanas. A fin de evitar errores conviene insistir en el proteico carácter de
los espíritus de la naturaleza, que tanto los de la tierra como los del agua
pueden aumentar o disminuir su tamaño a voluntad y tomar la forma que les
plazca. Teóricamente no hay restricción en esta facultad, pero en la práctica
tiene sus límites, aunque muy amplios. Un hada de medio metro de estatura puede
acrecentarla hasta la de un hombre de 1,84 m., pero el esfuerzo para ello sería
demasiado violento y sólo podría sostenerlo unos cuatro minutos. A fin de
asumir una forma distinta de la propia, el espíritu de la naturaleza ha de
concebirla claramente, y sólo será capaz de mantenerla mientras su mente esté
fija en ella, pues tan pronto como distraiga el pensamiento recobrará su
natural apariencia. Aunque la materia etérea pueda moldearse fácilmente por
el poder del pensamiento, no se plasma con tanta rapidez como la astral. Cabe decir
que la materia mental obedece instantáneamente al pensamiento, y la materia
astral le sigue en orden de rapidez, de modo que el observador vulgar no advierte
la diferencia; pero en cuanto a la materia etérea, la visión del hombre que la
posea puede notar sin dificultad el aumento o disminución de las formas con
ella plasmadas. Una sílfide cuyo cuerpo es de materia astral, cambia de forma
con relampagueante rapidez. El hada, cuyo cuerpo es etéreo, aumenta o disminuye
de tamaño con relativa rapidez, pero no instantáneamente. Pocos espíritus
terrestres son de estatura gigantesca, y en cambio ésta es la estatura
ordinaria de los del mar. Las hadas de la tierra suelen entretejerse
imaginariamente prendas de indumentaria humana, y se muestran vestidas de
extraños gorros, fajas y chaquetas; pero nunca he visto semejantes figurines
en los habitantes del mar. Casi todas las nereidas tienen la facultad de alzarse
de su peculiar elemento y flotar o volar en corto trecho por el aire. Se
complacen en juguetear entre la espuma o en cabalgar sobre los escollos. No
sienten tanta repugnancia por el hombre como sus hermanas terrestres, acaso por
las menores ocasiones que se le deparan al hombre de tratar con ellas. No
descienden a mucha profundidad del agua y nunca se sumergen más allá del
alcance de la luz, de modo que siempre queda considerable espacio entre sus
dominios y los de las menos evolucionadas criaturas de entre dos aguas.
Hadas de agua dulce.- Algunas especies muy hermosas
habitan en las aguas interiores, donde el hombre no ha posibilitado aún su
existencia. Desde luego que los residuos fabriles y fecales que contaminan las
aguas próximas a las ciudades populosas les disgustan; pero no hacen objeción
contra las turbinas y aceñas que funcionan en comarcas tranquilas, pues a
veces se las ha visto solazándose en la corriente de un molino. Parece que
gozan especialmente en las cascadas, cataratas y saltos de agua, tal como sus
hermanas marinas se recrean en la espuma de las olas. El gusto que las
cascadas les proporcionan es aliciente bastante para que a veces arrostren la
odiada presencia del hombre. Así en el río Niágara se ven algunas durante el
verano, aunque generalmente acostumbran a mantenerse en el centro de las
cataratas y en las corrientes rápidas del río. Como las aves de paso, en el
invierno abandonan las aguas septentrionales que se hielan durante algunos
meses, y van en busca de más templados climas. Si bien no les importan las
heladas y el frío no las afecta, les disgusta ver perturbadas sus ordinarias
condiciones de vida. Las que comúnmente habitan en los ríos, se trasladan al
mar cuando se hielan las aguas fluviales, al paso que a otras les repugna el
agua salada y prefieren emigrar a lejanos parajes en vez de refugiarse en el
océano. Una interesante variedad de nereidas son los espíritus de las nubes,
que pasan casi toda su vida en "las aguas que están en el
firmamento". Deberíamos considerarlos como el eslabón de tránsito entre
los espíritus del agua y los del aire. Sus cuerpos son de materia etérea, como
los de las nereidas, pero pueden permanecer muchísimo tiempo fuera del agua.
Sus formas suelen ser de gran tamaño y de estructura de malla. Se parecen algo
a ciertas variedades de nereidas, y cuando el cielo está despejado gustan de
sumergirse en el mar. Su habitual residencia es el luminoso silencio de las
nubes, que por pasatiempo favorito modelan en fantásticas formas o las disponen
en las seriadas filas a que llamamos cielo aborregado.
Sílfides.- Vamos a considerar ahora el tipo
superior del reino de los espíritus de la naturaleza, o sea la etapa en que
convergen las líneas de desenvolvimiento de las hadas de tierra y mar. Son las
sílfides o espíritus del aire muy superiores a los tipos de que hemos tratado
hasta ahora, pues ya se han desprendido de materia física y su vehículo
inferior es el astral. Aventajan mucho en inteligencia a las clases etéreas e
igualan a la generalidad de los hombres, aunque todavía no están permanentemente
individualizadas. Por estar tan evolucionados estos seres, pueden comprender
acerca de la vida mucho más que los animales al separarse de su alma grupal, y
así ocurre que conocen que les falta la individualidad y anhelan ardientemente
lograrla. Esta es la verdad subyacente
en las tradiciones populares que representan a los espíritus de la naturaleza
anhelosos de poseer un alma inmortal. El procedimiento que ordinariamente
siguen para este logro consiste en relacionarse por el trato y el amor con los
devas o ángeles astrales que constituyen el grado de evolución inmediatamente
superior. Un animal doméstico, como el perro o el gato, progresa por el
desarrollo de su inteligencia y de sus afectos mediante el íntimo contacto con su
dueño. No sólo le mueve su amor al dueño a determinados esfuerzos para
comprenderle, sino que las vibraciones del cuerpo mental del dueño influyen de
continuo en su rudimentaria mente, que poco a poco aumenta en actividad, al
propio tiempo que el afecto de su amo despierta en su cuerpo astral siempre
crecientes emociones. El hombre puede o no amaestrar al animal; pero en todo
caso, aun sin deliberado esfuerzo, la íntima relación entre ambos favorece el
progreso evolutivo del inferior. Con el tiempo, el desenvolvimiento del animal
llega a un nivel en que es capaz de recibir la tercera Oleada o,
mejor dicho, Efusión de Vida, que lo individualiza separándolo definitivamente
de su alma grupal. Ahora bien, esto es exactamente lo que ocurre entre el deva astral
y la sílfide, con la sola diferencia de que lo efectúan de más inteligente y
eficaz manera. Ni un hombre entre mil sabe nada acerca de la verdadera
evolución de su perro o de su gato, ni mucho menos comprende el animal las
posibilidades que le aguardan. Pero el deva conoce claramente el plan de
evolución y en muchos casos también sabe la sílfide lo que le conviene, y en
consecuencia obra inteligentemente para lograrlo. Así es que cada deva astral
tiene adictas varias sílfides a quienes enseña y de él aprenden,
intercambiándose sus afectos. Muchos de estos devas astrales sirven de agentes
a los devarrajas en la distribución del karma, y así ocurre que las sílfides
suelen ser agentes subalternos de esta obra, adquiriendo sin duda copiosos
conocimientos, mientras ejecutan la labor asignada. El Adepto sabe cómo
utilizar los servicios de los espíritus de la naturaleza cuando de ellos
necesita, y hay no pocos asuntos que les pueden confiar. En el número de Broad
Views, correspondiente a febrero de 1907, se publicó un admirable relato de la
ingeniosa manera en que un espíritu de la naturaleza desempeñó una comisión que
le había confiado un Adepto. Se le encargó que distrajese a un inválido enfermo
de gripe, y durante cinco días el espíritu le entretuvo con curiosas e
interesantes visiones cuyo feliz resultado, según confesión del mismo enfermo,
fue "alegrar los días que en ordinarias circunstancias hubieran sido de
insufrible tedio". Le mostró el espíritu de la naturaleza una desconcertante
variedad de escenas en que aparecían el interior de semovientes rocas con
diversidad de seres en ellas. También le mostró montañas, bosques, senderos y
edificios de soberbia arquitectura, columnas corintias, estatuas, bóvedas y
maravillosas flores entre palmas que ondeaban como mecidas por la brisa. Con los objetos
del aposento componía una escena de mágica transmutación, y en verdad que de
la curiosa índole del solaz proporcionado podía colegirse la especie de
espíritu de la naturaleza empleado en tan caritativa obra. Los magos orientales
procuran a veces obtener la ayuda de los superiores espíritus de la naturaleza
para sus operaciones; pero este empeño no está exento de peligros. Al efecto
han de valerse de la invocación o de la evocación. La
invocación consiste en atraer al espíritu con súplicas y concertar el asunto
con él. La evocación estriba en actualizar influencias que muevan al espíritu
a obedecerle. Si fracasa en el intento se expone a provocar la hostilidad con
riesgo de inutilizarlo prematuramente, o por lo menos lo colocará en situación
desairada y ridícula. Hay muchas variedades de sílfides que difieren en poder,
inteligencia, aspecto y costumbres. Desde luego que no están tan contraídas a
determinada localidad como las clases ya descritas, aunque también parecen
reconocer los límites de diversas zonas de altitud, pues unas variedades flotan
siempre cerca de la superficie terrestre, mientras que otras veces se acercan
a ella. Por regla general, comparten la común repugnancia por la vecindad del
hombre y sus inquietos deseos; pero hay ocasiones en que soportan esta
molestia a cambio de diversión o de lisonja.
Sus diversiones.- Se solazan animando formas mentales
de varias clases. Por ejemplo, un novelista produce vigorosas formas mentales de
todos sus personajes y los va moviendo, como si fueran polichinelas, en su
diminuto escenario; pero a veces un tropel de jubilosos espíritus de la
naturaleza se apodera de las formas mentales creadas por el novelista y
desarrollan la acción bajo un plan improvisado por la excitación del momento,
de modo que el desalentado autor nota que sus muñecos se le han ido de la mano
y demuestran voluntad propia. La afición a las jugarretas, tan características
en algunas hadas, persiste en las especies inferiores de sílfides, cuyas
personificaciones no son ya de índole tan inofensiva. Las gentes cuyo mal
karma las colocó bajo el dominio de la teología calvinista y no tienen todavía
inteligencia o fe bastantes para desechar sus blasfemas doctrinas, producen con
sus temerosas emociones horribles formas mentales del imaginario dominio a
quien su superstición concede tan preeminente papel en el universo. Siento
decir que algunos traviesos espíritus de la naturaleza son incapaces de
resistir a la tentación de enmascararse con estas terribles formas mentales,
tomando a broma al aparecer con cuernos, arrastrar una cola ahorquillada y
echar llamas por las fauces. A quien conozca la índole de estos demonios de
pantomima, no le causarán daño alguno; pero los niños bastante receptivos para
tener un vislumbre de tan espantables espectros, sentirán profundo terror si
no se les advirtió de su inanidad. Como quiera que el espíritu de la naturaleza
no conoce el miedo, no echa de ver las graves consecuencias de su travesura, y
acaso cree que el miedo del niño es fingido y que forma parte del juego. Sin
embargo, no podemos inculpar al espíritu de la naturaleza, desde el momento en
que consentimos que nuestros niños estén atados a la cadena de una grosera
superstición, descuidando inculcarles la capital verdad de que Dios es amor y
que el perfecto amor desvanece todo temor. Si el espíritu del aire aterroriza
así de cuando en cuando a los niños vivientes mal instruidos, debemos poner en
su abono el anhelo con que procura entretener y divertir a millones de niños de
los que llamamos "muertos"; pues jugar con ellos y solazarlos de
cien maneras distintas, es una de sus más dichosas tareas. Las sílfides han
echado de ver la oportunidad que les deparan las sesiones espiritistas, y las
hay que asisten frecuentemente a ellas con nombres por el estilo de Dalia o
Girasol. Son capaces de dar sesiones muy interesantes porque saben mucho acerca
de las condiciones e índole de la vida astral. Responden prontamente a
preguntas con tanta veracidad como sus conocimientos les permiten y con
apariencia de profundidad cuando el asunto está más allá de su alcance.
Producen golpes, movimientos, ruidos y haces sin la menor dificultad, y están
dispuestas a llevar cualquier mensaje que sea necesario, no para dañar ni
engañar; sino por el placer que experimentan en servir de mensajeras y verse
adoradas y reverenciadas con profunda devoción y afecto como "queridos
espíritus" y "ángeles custodios". Comparten la complacencia de
los concurrentes a la sesión y les satisface la benéfica obra de consolar al
triste. Como quiera que viven astralmente, la cuarta dimensión es un hecho
vulgar en su existencia, y esto les facilita muchas jugarretas que a nosotros
nos parecen prodigiosas, tales como sacar objetos de una caja cerrada o poner
flores en un aposento igualmente cerrado. Las sílfides o espíritus del aire que
asisten a las sesiones espiritistas, conocen los deseos y sentimientos de los
circunstantes de modo que pueden leer en su mente cuando piensan, excepto las
ideas abstractas, y están a su alcance toda clase de materializaciones, con tal
de disponer del conveniente material. Se echa de ver, por lo tanto, que sin
necesidad de ajeno auxilio, son capaces de proporcionar diversas distracciones
y juegos de velada, como sin duda así lo hacen frecuentemente. No quiero decir
en modo alguno que los espíritus de la naturaleza sean las únicas entidades que
actúan en las sesiones espiritistas. El manifestado "espíritu" es a
menudo el mismo que dice ser, pero también es verdad que a veces no lo es ni
remotamente, y el vulgar circunstante no tiene medio alguno de distinguir
entre la legitimidad y la impostura.
Desarrollo anormal.- Según ya dijimos, la normal línea de
progreso del espíritu de la naturaleza es lograr la individualidad por el
trato con un deva; pero hay individuos que se desviaron de esta norma. El
intenso afecto de la sílfide por el ángel es el capital factor de la
individualización, y los casos anormales son aquellos en que en vez de poner
la sílfide su afecto en un deva lo pone en un ser humano. Esto implica una tan
completa inversión de la común actitud de dichos seres hacia la humanidad, que
sólo ocurre muy raras veces; pero cuando ocurre y el amor es lo bastante
intenso para conducir a la individualización, desvía el espíritu de la naturaleza
de su peculiar línea de evolución y lo trae a la humana, de modo que el ego
reencarnará como hombre y no como deva. Esto es lo que nos dan a entender las
tradiciones y leyendas en que un espíritu no humano se enamora de un hombre y
anhela ardientemente obtener un alma inmortal para estar toda la eternidad con
el objeto de su amor. Al encarnar un espíritu así en forma humana, resulta de
un extraño carácter, afectuoso y emocional, pero caprichoso, primitivo en
ciertos aspectos y sin el más leve sentimiento de responsabilidad. Ha sucedido
a veces que una sílfide profundamente enamorada de un hombre o una mujer; pero
no lo bastante para que su afecto determinara la individualización, hizo un
vigoroso esfuerzo para forzar la entrada en la humanidad, apoderándose del
cuerpo de un niño moribundo, quien pareció recobrar la vida como si el destino
lo arrebatara de las garras de la muerte. Pero a causa de no estar la sílfide
acostumbrada a las restricciones del cuerpo físico denso en que se infundió,
resulta del temperamento del niño muy cambiado, regañón e irascible. Si la
sílfide fuera capaz de adaptarse al cuerpo físico de que se apodera, nada la
impediría conservarlo toda una vida de ordinaria duración, y si en su
transcurso lograra desarrollar un afecto lo bastante vivo para desligarse del
alma grupal, reencarnaría normalmente como ser humano. Si durante aquella vida
forzadamente humana no logra intensificar en la necesaria medida su afecto,
volverá después de la muerte a su peculiar línea de evolución. Estos hechos
corroboran la verdad entrañada en las leyendas y tradiciones de suplantación de
criaturas, que abundan en todos los países del noroeste de Europa, en China,
y también, según referencias, entre los indígenas de las abras del Pacífico en
la América del Norte.
Ventajas de este estudio.- El reino de los espíritus de la
naturaleza es un interesantísimo campo de estudio al que se le ha prestado
escasa atención. Aunque se les menciona frecuentemente en la literatura
ocultista, no sé de ningún intento que se haya hecho para clasificarlos
científicamente. Este vasto reino de la naturaleza necesita un Cuvier o un
Linneo; pero acaso cuando haya abundancia de investigadores, podremos esperar
que uno de ellos tome a su cargo la tarea y nos proporcione en calidad de obra
maestra de su vida una acabada y completa historia natural de estos deleitosos
seres. No será trabajo perdido ni estudio inútil. Nos conviene conocer los
espíritus de la naturaleza, no sólo ni aun principalmente por la influencia que
en nosotros ejercen, sino porque al comprender una línea de evolución tan
distinta de la humana, se explaya nuestra mente y reconocemos que el mundo no
existe para nosotros solos y que nuestro punto de vista no es el único ni el
más importante. Los viajes por países extranjeros producen el mismo efecto
aunque en menor grado, porque enseñan al hombre libre de perjuicios que razas
en todos los aspectos tan valiosas como la suya pueden diferir notablemente de
ella en multitud de características. En el estudio de los espíritus de la
naturaleza hallamos la misma idea mucho más ampliada. Es un reino radicalmente
disimilar, sin sexo, exento de temor, ignorante de la lucha por la existencia,
y sin embargo, la meta final de su evolución es en todo y por todo análoga a la
que se alcanza por la línea de evolución humana. Al aprender esto, podremos
descubrir algo más de los múltiples aspectos del Logos, y aprenderemos a tener
modestia, caridad y tolerancia de pensamiento.
Este
archivo fue descargado desde:
2007
Charles Leadbeater
Y aquí la tabla (misma de arriba) que rehice hace varios años atrás:
Vean, observen la línea evolutiva según Leadbeater de los insectos hacia arriba como se entronca con los devas (ángeles).
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