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lunes, 14 de octubre de 2013

¿Vivimos en un sistema solar binario? Nuevo estudio y viejas teorías




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¿Vivimos en un sistema solar binario? Nuevo estudio y viejas teorías




Un nuevo estudio sugiere que los desajustes en la alineación entre las órbitas planetarias y el ecuador solar se deben a la acción de una estrella compañera.
La Tierra orbita en un plano que se inclina 7 grados con respecto al ecuador del Sol. Otros planetas tienen rangos más acentuados. Según el astrónomo Konstantin Batygin, del Centro Harvard-Smithsonian de Massachusetts, la falta de alineación es el resultado natural de un tirón gravitatorio causado por una segunda estrella.
Teniendo en cuenta que, según parece, la mayoría de los sistemas estelares son binarios, la idea es más que probable. Las nubes de donde se forman las estrellas suelen ser más alargadas que esféricas, facilitando así que el material se condense en dos focos y no en uno, dando lugar a estrellas compañeras.
Puesto que a día de hoy el estado oficial de nuestro Sol es no conocer pareja, Batygin supone que en algún momento de un pasado muy, pero que muy lejano, antes de que los planetas nacieran de un supuesto disco protoplanetario, la susodicha marchó libre.
Creo que en algún lugar de la Vía Láctea hay una estrella que es la responsable de habernos inclinado. (Fuente: ScienceMag)
La hipótesis de que vivimos en un sistema binario es algo barajado por los astrónomos desde los años 80, cuando se propuso que más allá de Plutón existe una enana marrón a la que se llamó Némesis, un objeto que sólo emitiría luz infrarroja y que cada cierto tiempo alteraría la nube de Oort, de donde se cree que proceden los cometas de largo recorrido, provocando una lluvia superior a la habitual. Los partidarios de esta hipótesis, como Richard Muller, de la Universidad de Berkeley, creen que esto explica las extinciones masivas periódicas que se dan en la Tierra.
En 1983, The Washington Post llegó a hablar del descubrimiento de un objeto gigante más allá de Plutón, pero ahí se quedó la cosa. Especulaciones similares se han sucedido cada cierto tiempo, desde las más entretenidas, donde se mezclan hallazgos de la NASA, mitos ancestrales como Nibiru y científicos muertos, hasta las más “oficiales”, como la espectación surgida el año pasadoante los nuevos datos que podría aportar el radiotelescopio WISE, y que aún no se han confirmado.
Todo ello pasando por el descubrimiento en 2003, esta vez real, de Sedna, un objeto transneptuniano que da mucho juego, pues de las tres hipótesis sugeridas para explicar las anomalías que presenta en su recorrido, una es que su órbita está condicionada por otra estrella que no es la que conocemos:
En su artículo inicial, los descubridores sugirieron tres posibles candidatos para el cuerpo perturbador: un planeta oculto más allá del cinturón de Kuiper, una estrella en tránsito o una de las estrellas jóvenes integradas con el Sol en el cúmulo estelar en el que se formó. Concretamente respaldaron esta última hipótesis, aduciendo que el afelio de Sedna de aproximadamente 1 000 ua, que está relativamente cerca en comparación con el de los cometas de período largo, no está lo suficientemente lejos como para verse afectado por estrellas en tránsito en sus actuales distancias al Sol. Propusieron que la órbita de Sedna se explica mejor si el Sol se hubiera formado en un cúmulo abierto de estrellas que se disoció gradualmente con el tiempo. Otros astrónomos avanzaron posteriormente en esta hipótesis. Simulaciones por computadora muestran que múltiples tránsitos entre las estrellas jóvenes de dichos cúmulos abiertos podrían provocar en muchos objetos órbitas semejantes a las de Sedna. Un estudio sugiere que la explicación más probable de la órbita de Sedna es que fue perturbada por una estrella que transitaba cerca —a unas 800 ua— en los primeros 100 millones de años aproximadamente de la existencia del Sistema Solar.
Varios astrónomos avanzaron en la hipótesis del planeta transneptuniano de varias maneras. Un escenario involucra perturbaciones de la órbita de Sedna por un cuerpo hipotético de tamaño planetario en el interior de la nube de Oort. Simulaciones recientes muestran que las características orbitales de Sedna podrían explicarse por perturbaciones de un objeto de la masa de Neptuno a 2 000 ua —o menos—, una masa de Júpiter a 5 000 ua, o incluso un objeto de masa terrestre a 1 000 ua. Las simulaciones por computador sugirieron que la órbita de Sedna pudo ser causada por un cuerpo del tamaño de la Tierra, expulsado hacia el exterior por Neptuno, a principios de la formación del Sistema Solar y que hoy en día se encontraría en una órbita alargada de entre 80 y 170 ua del Sol. Se han realizado varios estudios del cielo sin detectar objetos del tamaño de la Tierra a una distancia aproximada de 100 ua. Sin embargo, es posible que dicho objeto haya sido expulsado fuera del Sistema Solar después de la formación de la nube de Oort interior.
Algunos astrónomos han sugerido que la órbita de Sedna es el resultado de la influencia de una gran compañera binaria del Sol situada a una distancia de miles de unidades astronómicas. Una de esas estrellas hipotéticas es Nemesis, una compañera oscura del Sol propuesta como responsable de la supuesta periodicidad de las extinciones masivas en la Tierra por impactos cometarios, el registro de impactos lunares y los elementos comunes orbitales de una serie de cometas de período largo. Sin embargo, no hay hasta la fecha evidencia directa de la existencia de Némesis y muchas líneas de investigación, por ejemplo el índice de craterización, han puesto en tela de juicio su existencia. Astrónomos que apoyan esta hipótesis han sugerido que un objeto de cinco veces la masa de Júpiter que se extienda aproximadamente a 7 850 ua del Sol, podría provocar en un objeto una órbita como la de Sedna.
Otras hipótesis sugieren que Sedna no se originó en nuestro Sistema Solar, sino que fue capturado por el Sol procedente de un sistema planetario extrasolar en tránsito, específicamente del de una enana marrón con una masa unas veinte veces menor que la del Sol.
(Fuente: wikipedia)
De otras y variadas anomalías que pueden ser explicadas por la existencia de un cuerpo masivo en las regiones exteriores del Sistema Solar, una es la del denominado “acantilado de Kuiper”, el cinturón de asteroides que existe más allá de Plutón:
El acantilado de Kuiper es el nombre que le dan los científicos a la parte más alejada del cinturón de Kuiper. Es una incógnita que ha dado quebraderos de cabeza durante años. La densidad de objetos en el cinturón de Kuiper decrece drásticamente, de ahí su nombre de acantilado.
La explicación más lógica sería la existencia de un planeta con una masa suficientemente grande como para atraer con su gravedad a todos los objetos de su órbita. Ese supuesto planeta recibe el nombre de Planeta X.
Planeta X o enana marrón, algo considerablemente masivo parece haber, puesto que, si no, los objetos que integran el cinturón de Kuiper deberían esparcirse cada vez más, en forma de estructura difuminada, no abrupta. En favor de la enana marrón, esta idea es usada por un grupo llamado Binary Research Institue que está empeñado en demostrar la realidad de nuestro sistema binario contra toda crítica.


Uno de sus miembros, Walter Cruttenden, defiende en su libro Lost Star of Myth and Time que el bamboleo de la Tierra a modo de peonza, la precesión de los equinoccios, no es un fenómeno local como sugiere la teoría aceptada, según la cual este cambio de dirección se debe a la torsión que ejercen las fuerzas de marea de la Luna y el Sol sobre la Tierra, sino que es resultado de girar en torno a un centro de masas creado por las órbitas cruzadas del Sol y una estrella compañera.
Entrando en el mundo de los mitos, un vínculo así explicaría por qué los antiguos le daban tanta importancia a ese asunto de la precesión y por qué la manía de asociarla con grandes catástrofes planetarias. Y según esto, mientras que la hipótesis de Richard Muller sobre Némesis se basa en periodos de 26 millones de años, la de Cruttenden se reduce a 26000 años.
Sea como sea, las enanas marrones son objetos oscuros y difíciles de detectar, aunque cada vez se hacen más y mejores avistamientos. Así que puede que más pronto que tarde suenen campanas y termine por confirmarse la existencia de la dichosa estrella. O no…
O quizás, como tercera opción, puede que sólo sospechemos algo cuando el cielo caiga sobre nuestras cabezas…
  


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