Todos sabéis que nuestro cuerpo humano es un compendio de diferentes órganos, tejidos, músculos y otros componentes. Lo que le sucede a un órgano puede irremediablemente afectar a otro, un problema en una parte del cuerpo puede ser la manifestación de algo que empezó en otra parte, y solo el tratar y comprender el cuerpo humano como un “todo unido”, e inseparable, nos puede llegar a hacer entender el porqué de ciertas situaciones, enfermedades y problemas que podamos tener tanto a nivel físico como a nivel energético.
Este cuerpo humano que usamos es un vehículo evolutivo altamente sofisticado, tremendamente apreciado por aquellas almas, seres, que los usamos para aprender y experimentar, porque además es una representación a nivel micro cósmica de realidades mucho mayores que no podemos, en la mayoría de los casos, ni siquiera imaginar.
El ecosistema terrestre
Lo mismo pasa con nuestro planeta, la Tierra. El ecosistema natural que existe en este pequeño paraíso flotante es impresionante. Todo está relacionado con todo, un desequilibrio en una parte del globo afecta en una miríada de formas a todo lo que sucede en la otra parte. Cuando unos campos energéticos de un lugar se están armonizando o balanceando, los efectos y la contrapartida física pueden notarse a miles de kilómetros de distancia, o cuando la naturaleza fluye en armonía, hasta las formas de vida en las profundidades de los mares se sienten felices.
Pues lo mismo pasa con nuestro sistema solar, que no es sino una representación mucho más vasta del mismo tipo de sistema, un cuerpo cósmico, un ecosistema unido, interdependiente, que circula por la Vía Láctea, rotando alrededor del centro galáctico, como un solo cuerpo, donde el Sol, como el Logos, el creador del mismo, tira con fuerza del resto de partes que lo integran.
Cada parte con una función, pero todo está relacionado
A pesar de que desde nuestro pequeño punto de vista no seamos capaces de entenderlo, cualquier cosa que pasa en cualquier parte del Sistema Solar nos afecta, pero nos afecta como planeta a una escala macro que evidentemente no notamos en nuestro día a día. Tenemos el estudio de esas fuerzas y energías a través de la astrología, la que se hace de forma seria, pero no llegamos a comprender demasiado que función tienen realmente dentro del sistema solar las diferentes partes que lo componen.
Lo primero que tenemos que entender es que cada uno de los planetas tiene conciencia y vida propia, y ello implica que tienen libre albedrio. Es un poco difícil de definir este tipo de libre albedrio, pero podríamos decir que al igual que la conciencia o “espíritu” de nuestro planeta (o los diferentes seres que componen a nivel energético nuestro planeta) pueden decidir sobre su propio camino evolutivo independiente del camino evolutivo que los humanos queramos tomar por ir dentro del barco, el resto de planetas tienen igualmente su propio “ser” o “alma” con libertad de tomar sus decisiones (que no entendemos o percibimos, pero que están ahí).
Estos mismos planetas, a nivel energético cumplen diferentes funciones dentro del sistema solar, y sus mentes planetarias tienen diferentes roles. El Sol, evidentemente, es el dador de vida, el Creador, el Logos del Sistema Solar, y representa la belleza de la creación que arrastra consigo en su periplo por la galaxia. De alguna forma, todo lo que existe en el sistema solar, en todos los planetas, en cualquier nivel evolutivo, tiene un componente del núcleo energético del Sol insertado. Nuestro “ser”, nuestro espíritu, en algunos casos ha “salido” de este Logos solar, como creador que es, pues es una “Fuente” en todo su derecho. Otros seres han “salido” del Logos Galáctico, y otros de otros sitios, pues “Fuentes” hay muchas y muchos sitios desde donde un “espíritu” puede “nacer” para iniciar un camino evolutivo de vuelta a la Fuente que lo creó, y a otras superiores.
Así, si el Sol es el Logos y quien tiene la última palabra sobre los designios del sistema solar que manifestó, el resto de planetas cumplen otras funciones no menos importantes. Venus, por ejemplo, es el planeta referente para la evolución energética-espiritual positiva, es la parte del sistema solar que avanza inexorablemente por la vía positiva hacia la Fuente, y, por la misma ley de la dualidad que rige todo el cosmos, tiene su contrapartida negativa en Marte. Marte es el planeta que a nivel del sistema solar representa el camino evolutivo “negativo”, de las energías de polaridad contraria a las de Venus, haciendo que el sistema solar manifieste en perfecto equilibrio ambas posibilidades evolutivas para todos aquellos que desean encarnar aquí.
El planeta de la elección y el resto de componentes
La Tierra, que está en medio, es el planeta de la elección. Aquí, ya os he contado muchas veces en anteriores artículos, a nuestra tercera densidad se le llama la densidad de la elección porque es el nivel evolutivo en el que una entidad debe escoger polaridad, o bien continua por el camino del servicio a otros, la positiva, en cuarto, o bien continua por el camino de servicio a uno mismo. Eso no significa que vayas a ir a Venus o a Marte, ni mucho menos, significa que esos dos planetas son los que sientan las bases energéticas para ambas polaridades en todo el sistema solar, y que la Tierra es uno de esos lugares donde vienes a hacer esa elección cuando estás en “tercero” antes de pasar a cuarto, aunque luego “hagas cuarto” en cualquier otra parte de la galaxia si así lo deseas.
Luego tenemos los dos grandes planetas, Júpiter y Saturno. Saturno representa la armonía, es el planeta que energéticamente mantiene la armonía del sistema solar, y Júpiter representa el equilibrio. Aquí no estoy hablando de lo que representan a nivel astrológico, de horóscopos o de interpretaciones humanas, sino de la función que tienen de cara al Sol, dentro del conjunto del sistema solar, no de cara a la raza humana que pueda notar una energía u otra en su realidad desde estos planetas.
Finalmente tenemos a Urano, que lo podríamos llamar el planeta “aprendiz”, es un ser que está “creciendo” y aprendiendo, así que va a la zaga del resto de cuerpos. Plutón actúa más bien como un satélite fuera de orbita, no tiene una función tan concreta, mientras que Neptuno y Mercurio tienen otras funciones que en estos momentos no llego a saber explicar.
Los que ya no están y las funciones secundarias
En el pasado, el sistema solar tuvo otro componente, el planeta que llamamos Maldek, y que actualmente es lo que asociamos al cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Un planeta volado literalmente en pedazos por las entidades y seres que lo habitaban, sus “tendencias belicosas” y potencial atómico, una versión un poco más radical de lo que sucede en nuestro planeta, pero por el mismo estilo. De hecho, muchas de las entidades que se quedaron sin “escuela” cuando volaron Maldek vinieron a nuestro planeta a seguir encarnando, pues era el único sitio viable en aquel entonces para ello y que estaba “cerca”.
Pero el sistema solar tiene otros muchos componentes que lo integran, por ejemplo, los cometas y meteoritos de la nube de Oort. Esta nube de Oort no es más que la barrera protectora del sistema solar, una de ellas, más bien “física”, pues la heliosfera por ejemplo, es una barrera “energética” que nos protege mientras circulamos por la galaxia. Por otro lado, podríamos asociar la función de estos cometas a la de mensajeros dentro del cuerpo del sistema solar, aunque cuando digo mensajeros me refiero a “avisos” de que algo no va bien.
La hipótesis de Némesis
Cuando en la conferencia del año pasado os expliqué en detalle la hipótesis de Némesis, estuvimos viendo toda la información que existe respecto al bombardeo cíclico de cometas que llegan a la Tierra cada pocos miles de años. Este gran racimo de cometas que periódicamente entra directo al sistema solar (cada vez que la estrella que hemos bautizado “Némesis” se aproxima y corta la nube de Oort), atraídos por la fuerza gravitatoria del Sol, puede aproximarse o no a los planetas del mismo dependiendo de varios factores. Es decir, que los mismos cuerpos planetarios pueden provocar, o evitar, que grupos de millones de cometas impacten contra ellos o no.
Tenéis que imaginarlo, para poder entenderlo, como las piedras que se pueden formar en el riñón de un ser humano. Allá donde hay toxinas, pueden aparecer piedras, lo cual constituye un aviso para el resto del cuerpo humano de que hay algún problema que hay que solucionar. En el gran cuerpo del sistema solar, estos cometas cumplen la misma función que las piedras del riñón, allá donde hay toxinas, aparecen las piedras.
Nuestro planeta, y esto es lo importante, puede actuar como imán o como repulsor para este gran racimo de cometas que cíclicamente pasa por aquí cerca dependiendo de las “toxinas” que emita. Cuando la carga energética de un cuerpo planetario necesita un barrido, los cometas son el equipo de limpieza. Es una función natural, de forma que es mucho más fácil que la lluvia de meteoritos caiga en planetas “cargaditos de toxinas” que en planetas limpios. En el pasado, grandes meteoritos han chocado contra nosotros, y contra otros planetas del sistema solar allá donde era necesario “pinchar” alguna burbuja energética (en 1994, el cometa Shoemaker- Levy impactó contra Júpiter ofreciendo un espectáculo asombroso a nuestros astrónomos, si hubiera impactado contra la Tierra, no se si estaríamos aquí ahora).
De ahí que aunque sea casi “inevitable” que termine por llegar este barrido físico que la Tierra necesita, también es cierto que es posible, y es solo una posibilidad, que para entonces se haya incrementado el nivel frecuencial del planeta lo suficiente y estemos en “cuarto” cuando esto suceda, por lo que quizás, y solo quizás, no vayamos a “sufrir” el paso de la escoba y la fregona, o solo lo sufrirá la realidad “3D” del planeta. Es una posibilidad abierta, uno de los diferentes futuros probables que tenemos por delante.
Por otro lado, también depende de lo que hagan el resto de cuerpos planetarios que esta nube de cometas se encuentra a su paso en su recorrido cíclico por el interior del sistema solar. Si ahora, por ejemplo, este gran racimo de cometas se encontrara a la altura de Saturno, el libre albedrio de Júpiter podría ralentizar, desviar o acelerar el movimiento, dirección y velocidad. Y cuando digo libre albedrio me refiero a la fuerza energética que la mente consciente del ser que forma el planeta que llamamos Júpiter puede ejercer sobre su entorno más directo. Una vez pasado Júpiter, Marte no tendría el potencial para desviar o modificar esa trayectoria, pues es un planeta en la polaridad negativa que aunque no necesite un barrido, no posee la fuerza para desviar las piedras, así que el siguiente punto de inflexión seria nuestro planeta. Si dejamos de emitir “toxinas energéticas” pasaran de largo camino de Venus, que también podría modificar su dirección, trayectoria y velocidad, y finalmente irían a parar al Sol, que terminaría por absorber a estos “mensajeros” hasta que se produzca de nuevo otro ciclo de “supervisión” y limpieza del estado del gran cuerpo cósmico que es el sistema solar.
Un gran cuerpo cósmico
Y es que viajamos a bordo de uno de los “órganos” de un gran cuerpo cósmico, de un gran sistema “vivo”, en todos los sentidos, que posee una complejidad tal que nos es imposible comprenderlo del todo, al igual que una sola célula de nuestro cuerpo no es capaz de comprender el funcionamiento del conjunto, y nosotros, pues somos una de esas células, en uno de esos órganos, dentro de uno de esos miles de cuerpos que pululan por otro cuerpo mucho más grande, la galaxia. Pero todas las partes de ese cuerpo tienen el potencial para influenciarse unas a otras, tanto positiva como negativamente, así que si no queremos ser el imán que emite toxinas pidiendo a gritos un equipo de depuración energética, no tenemos mas que ponernos a limpiar nuestro planeta nosotros mismos, lo cual no tiene mas misterio que empezar a limpiarnos individualmente, y podremos dejar de emitir el señuelo que, a nivel global, de la raza humana, está llamando a gritos a los mensajeros del sistema solar.
David Topí,
www.davidtopi.com
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