¡íchi..!...ontán ONTÁNN..?!
dice: ...DONDE ESTÁN DONDE ESTÁN? ¡jaja!
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Los demonios en las creencias judeo-cristianas. Origen y generalidades.
Desde hace algún tiempo, y por pura curiosidad intelectual, vengo observando determinadas cadenas de televisión evangélicas, apostólicas o de seguidores literales de los textos bíblicos cristianos. Independientemente de mi opinión con respecto a las creencias religiosas en general, uno de los detalles que mas han llamado mi atención han sido determinados pseudo-liturgias exorcistas en directo, y donde, por obra y gracia del auto-denominado pastor, se hace gala de excelsos poderes sobre los “demonios mundanos” que acechan a su parroquia, en nombre de Yahweh. Dichos rituales son en extremo afectos a las desgracias diarias, englobando fundamentalmente dos aspectos de la cotidianidad humana: La enfermedad y las penurias económicas.
Pero lo que mas me ha resultado llamativo no son esas prácticas como tales, pues son fórmulas recurrentes desde los albores de la humanidad en el hombre, si no la desviación que tales sucesos suponen sobre el general papel que los “entes demoníacos” han tenido como tentadores del alma del creyente y como adalides de la pérdida de perspectiva en la supuesta verdadera Fe en Cristo y sus enseñanzas, en éste caso. En definitiva hablamos de unos rituales que dejan en un segundo plano la “redundante labor apostólica” que la iglesia, caso de la romana entre otras, han tenido durante milenios como fortín y guía del pensamiento moral, social y político de lo que denominamos como “Cultura Occidental”, para, ante la evidencia de unas comunidades adeptas sin fisuras, pasar a ser remedio de unas necesidades básicas pan temporales en el ser humano.
Como ya he incidido en otras entradas, al tiempo de la llegada del Neolítico a Oriente Próximo, y la progresiva adaptación a las nuevas formas sociales que representa, se hace necesaria una revolución en el ámbito religioso. En paralelo a la ineludible explicación de la nueva organización social, se produce su necesaria justificación religiosa. Reforma del concepto divino que hará referencia al “acomodo vital” del individuo en el nuevo ordenamiento de la Naturaleza y sociedad humana, y que da extremo valor al “sacrificio” y auto inserción en unas diferentes liturgias organizativas y económicas donde los templos, como atalaya de los dioses, dueños y soberanos de la Naturaleza y de la cual recogen los frutos de sus dominios terrenales. Por otro lado, estos dogmas advierten de las penas que el incumplimiento de tales preceptos acarrean al tentar a la ira de tales divinidades, siendo su castigo la condena a hambrunas, enfermedades y otras diferentes padecimientos. Llegados a éste punto, habría que aclarar el comportamiento de éstos antiguos dioses, independientemente de la absoluta obediencia exigida al hombre, era de hacer y deshacer a su antojo y capricho, sin que en ningún momento fueran considerados como “seres malignos” o “seres benignos”, ya que eran dueños y señores con derecho a vidas y haciendas, de tal manera que exclusivamente influían en la vida del hombre en función de sus atributo morales o naturales, así como de su veleidad.
Ésta concepción de la divinidad sufre con el paso del tiempo una nueva visión y que incide nuevamente en la relación del hombre con el “hecho divino”. El creyente, como consecuencia de una nueva percepción socio-religiosa durante la época kassito-babilónica, se siente objeto de una lucha entre “fuerzas negativas”, que le acosan, y unas “fuerzas positivas” que mediante rituales y plegarias de perdón podrían contrarrestar a las anteriores. A raíz de la anterior bifurcación teológica, y por primera vez, aparecen unos entes que serán hijos de los dioses, y por tanto con un origen divino, que tomarán la representación de los padecimientos de la Humanidad, siendo su exclusivo propósito el castigo ante una “ausencia de moralidad” hacia tales deificas entidades - comportamientos éticos que eran establecidos por éstas propios entes, en definitiva los sacerdotes y/o reyes, y cuyos castigos surgían a consecuencia de una culpa o infidelidad ritual o dogmática hacia el dios- . Tales personajes eran los demonios.
«¡Somete, oh Giš.bar!” “¡Tu serás expulsado por nariz y boca”! Tu, desviación (del camino ¿?), ser hechizado quien le ha tocado (al paciente..). Hechizada, hija de Anu, tú indeseable, tu tamarisco, yo te he aplastado, (y) te expulso”. (Aunque..) Dis [lo dijo], Dis ip-šur lo desdijo, diabólica maldición en forma de Gal5.lá.gin8 , Río, Bil.gi ap-kal, tu solitario tamarisco [que crece] en el Cielo…Pasaje de los exorcismos de las “Series Shurpu“ Tabilla I: 2-19 (Alternativa II). Series babilónico-kassitas
Por tanto, la creencia, en ese momento actualizada, sobre un “demonio“ puede ser interpretada como “bajo el poder de un dios”, “daimon”, o lo que es lo mismo, “estar poseído por un dios” o “estar enfermo”. Si bien en la última acepción habría que distinguir, y según la época, entre enfermedades físicas curables, y enfermedades del espíritu y/o físicas incurables, siendo su tratamiento exclusivo la exorcización del paciente. Los rituales exorcistas consistían fundamentalmente en averiguar la causa del enojo de la divinidad que había convocado al demonio, mediante un “ritual de investigación” donde se definía tanto al dios incomodado como al vehículo, el demonio, que representaba la aflicción. Éstas liturgias concluían con una rogatoria al dios personal, o de la ciudad, para su intercesión y ante el arrepentimiento del penado. Dioses intercesores que, durante el proceso henoteológico de Oriente Próximo, estaban personificados por el “Ilu”, el dios principal o personal, y la “Ištar(u), o “Diosa de la Fortuna”, y que solía ser la pareja de la divinidad, si bien también podría realizarse rogatorias complementarias a otros dioses menores “benéficos”, caso de los “šedu”, los “lamašu” o “keruba”. Forma singular, ésta última, del término “kerubim” o “querubim” de las creencias judeo-cristianas.
«Que mi enseñanza caiga como la lluvia, (que) mi palabra se destile como el rocío y llovizna sobre la hierba reciente, como los ṣ́e’îrîm sobre lo que crece tierno. » Deuteronomio 32:2 Biblia Ortodoxa Hebrea
Desde la visión del Antiguo Testamento, el significado y los acontecimientos asociados con el término “demonio” nos derivan temporalmente al periodo post-exílico y su “revaluación” de las, hasta ese momento, generales creencias de los hebreos. En épocas anteriores, los hebreos mantenían, en sus generales dogmas semitas occidentales, dos entidades que la posterior Biblia Septuaginta griega nos define como “daimonia”, “demonio”, en Isaías 13.21 e Isaías 34:14: Los “ṣ́e’îrîm” y los “tsiyyim”.
«Entre los tsiyyim (criaturas del desierto) encontrarás a los iyyim (y) un se’ir nombrado para acompañarle. Lilith habita allí y encuentra un lugar para su descanso. » Isaías 34:14 Biblia Ortodoxa Hebrea.
Los ṣ́e’îrîm, singular “ṣ́e’îr”, son seres que representan la “infecundidad del desierto”, apareciendo también en ceremonias expiatorias, caso del llamado “Rito de Azazel”, Levítico 16: 5-10 y 20-22, donde se narra como Aaron sacrifica dos machos cabríos, “ṣ́e’îr”, uno a Yahweh y otro a Azazel – término que puede ser traducido como la “cabra expiatoria” - . Éste tipo ritual, donde el animal carga con los pecados de los israelitas, está referenciado en otros textos semíticos occidentales y anatólicos (B Janowski y G Wilheim) . Rituales donde “portadores” o “sustitutos” serán condenados, en éste caso internándose en el desierto, para lograr la eliminación del mal o las impurezas en un rito o acción anterior, y cuya premisa es el “manejo físico del Mal”, o de la cólera divina, para su posterior eliminación. (García Trabazo, 2002). En definitiva, se trata de la “vuelta a su origen”, el desierto, de lo infértil o de lo dañino e improductivo como parte del reino del dios Mot, el Attar-Mot hebreo, “La Muerte”, dentro del ciclo mitológico del dios Baal semítico occidental. Una corroboración de los expuesto nos la da el mismo texto de Isaías 34:14 y donde se hace mención a Lilith. Una Lilith, “Lilîtu” o “Ardat(u) Lilit”, que en la general mitología de Oriente Próximo es un “lamaštu“ y donde aparece como hija del dios Anu. Se la considera la culpable de los abortos, de la mortandad y enfermedades infantiles, así como de la incapacidades maternales de las mujeres, dicho de otra manera: La Infertilidad. Su relación con las creencias hebreas viene soportada por los textos del “Midrash” rabínico, siglo II d.c. , y donde se describe la costumbre semítica de colgar del cuello de los niños un amuleto con la representación de tres supuestos “entes angelicales” denominados Senoy, Sansenoy y Semangelof para proteger a los infantes de la primera esposa de Adam, Lilith, y que son comparables al uso de amuletos contra demonios “lamaštu” mesopotámicos. Como añadido, decir que Lilith, y dentro nuevamente de su actividad contra la fertilidad, es considerada también como un “alû” o “súcubo”, es decir: “La engendradora de demonios”.
Otra acepción que nos da el Antiguo Testamento sobre los ṣ́e’îrîm sería el de “ídolos” o “dioses extranjeros”, los denominados en hebreo “’elilim”. Así nomenclaturas de la actual entidad demoníaca son derivaciones de antiguos dioses de Oriente Próximo, caso de “Asmodeo” que surge del daeva persa “Aeshma”o el apelativo “Belcebú” que nombra al dios filisteo “Baal Sebaoth”; “Astharot” que rememora a la diosa Astarté o Ištar de amplia creencia en Mesopotamia y la Creciente Fértil; “Moloch” que hace referencia al dios Moloc amonita/púnico; el dios principal Baal-Haddad semítico occidental y sus múltiples acepciones como demonio bíblico, caso de “Baalberith”, “Balaam”, “Belial”, “Belphegor”, “Buer”; y un largo etcétera; el nombrado anteriormente Azazel, o “Asael” (Libro de Enoch 1-6); “Leviatán”, el dios Yam ugarítico, y así otro largo etcétera. Un hecho a tener en cuenta, es que desde el punto de vista hebreo incluso los entes extranjeros “absolutamente benignos”, caso de los “šedu”, son tomados, de igual manera, como parte del elenco demoníaco y que nos deriva hacia una extrema política religiosa nacionalista inexistente hasta entonces en Oriente Próximo, si bien, estos últimos, se siguen manteniendo, como ya se ha comentado, en una versión propia.
Con la conquista de Persia por Alejandro Magno, los asentamientos hebreos pasaron a formar parte del sector occidental del imperio macedonio durante los siglos IV-III a.c., siendo durante éste periodo cuando se documenta el surgir, dentro de la literatura religiosa judía, de un nuevo género: El llamado “Apocalíptico”, y es aquí, durante éste acontecimiento dogmático, cuando se produce una nueva perspectiva en las concepciones afectas al hecho demoníaco y que ligarían, ya definitivamente, en la religión hebrea a los antiguos demonios con sus actuales acepciones judeo-cristianas. El germen en éste nuevo papel de las antiguas entidades afectas como demonios, estará inspirado en el dualismo zoroástrico. Ésta cosmología alude a la existencia de dos beligerantes fuerzas espirituales que están encabezadas por el dios de Zoroastro, el ashura “Mazda”, y el daeva/diablo, “Ahirman”, y que a su vez, comandan sus respectivas huestes de arcángeles y archi-demonios, así como a sus sucesivas, en el rango, hordas de espíritus menores. Estos ejércitos encontrados lucharán por la lealtad de la Humanidad. Una lealtad que viene expresada para cada bando por los comportamientos, justos o injustos, de los seres humanos desde los dogmas de la religión zoroástrica, y cuya inclinación en éste mundo hará que su futuro destino, tras la resurrección de las almas, sea una “Vida Eterna” o su condenación en la “Destrucción Ardiente”. A partir de la asumpción de la estructura cosmogónica aqueménida persa, los hasta ahora dioses patronales de las diferentes nacionales de Oriente Próximo y sus divinidades acólitas, dejarán de ser dioses para pasar a ser considerados como espíritus menores de la Naturaleza o del Cosmos y de esa misma forma, degradados a entes maléficos cuya principal función es la tentación del creyente, con el fin de alejarlo de la verdadera fe, atrayéndolos hacía cultos falsos. Según el dogma zoroástrico, todo éste proceso tendría un final que sería la victoria de Ahura-Mazda con la llegada de un Salvador que se opondría a lo poderes malignos, un “Juicio Final” y una “Nueva Era”. Dogma que será adoptado por la religión hebrea, no sin producir un cisma, y que será evidente en los textos post-exílicos y en la literatura religiosa inter-testamental, así como en la posterior fe cristiana.
Vinculados a este acontecimiento, se incorporan a la nomenclatura religiosa demoníaca hebrea términos como “Satan”/”Satanás”, en arameo “Ha-Shatán” y que viene a significar “El Opositor” o “El Adversario”, y que claramente evoca los nuevos aspectos filosóficos incorporados desde Persia; o el término “Lucifer”, en hebreo “Heylel”, “Portador de la Luz”, que posiblemente provenga de una acepción de los “daevas”, los demonios zoroástricos, en su denominación en el antiguo culto védico como los “Brillantes”.
« ¡Mi Señor.. ( a Gilgamesh)! Tu no tienes conocimiento cierto de ese ser, (mas) el no debería de inflingirte derrota, pero a mí (Enkidu..), me causaría padecimientos. [...] Yo, le conozco de antes: Su boca son las poderosas fauces de un dragón; su cara tiene el rictus del león; su pecho es como un río embravecido-. ¡Nadie ha sido capaz de hacerle frente …! El que asola los cañaverales; el león devorador de hombres; el que nunca enjuaga la sangre de sus babas [...] [el que es] como un león despedazando un cadáver (y) que nunca enjuaga su sangre…» Pasaje de “Gilgamesh y Huwawa” (Versión A)
Desde el punto de vista formal, las representaciones demoníacas en las cosmogonías de las “Religiones del Libro” mantienen una figuración alegórica estrechamente vinculada con las representaciones mesopotámicas, si bien éstas imágenes mantenían, tal vez, un origen semítico y cuyo ejemplo nos lo podría dar el ancestral gigante Huwawa/Humbaba de los escritos en lengua sumeria y del que se tiene noticia desde la Edad del Bronce, 2100-1750 a.c. Huwawa era un ser monstruoso de siete auras, protector del bosque de cedros de la costa mediterránea que conducía a la “Montaña Sagrada“, residencia de los dioses y siervo del dios Sol Utu/Šamaš. Por otro lado, existen dos tendencias fundamentales al momento de representar al ente demoníaco: Una que es la asociada al demonio Azazel y al macho cabrío, propiamente semita occidental y una segunda que proviene de la asimilación figurativa del dios de los demonios mesopotámicos, “Pazuzu”. Un ser, a su vez, derivado del gigante Huwawa, y que aparece en la cosmogonía de Oriente Próximo en la Edad de Hierro, a sí como de determinados dioses secundarios asirio-babilónicos, caso de los benignos apkallu, el monstruo de la diosa Tiamat, de las esfinges lamašu y de los demonios lamaštu.
Referencias:
etcsl.orinst.ox.ac.uk
biblos.com
“Šurpu, a collection of sumerian and akkadian incantations” Erica Reiner (1958)
“Dictionary of deities and demons in the Bible” (DDD) K. Van der Toorm, B. Becking, P.W. Van der Horst (1999)
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