El centro de nuestra galaxia es uno de esos lugares extremos donde las cosas suelen ser complicadas ya de por sí. De esos sitios donde no conviene echar más leña al fuego.
El amo del garito es un agujero negro supermasivo llamado Sagitario A* (se lee “a estrella”), del que no se sabía nada hasta hace relativamente poco y que obliga a las estrellas más cercanas a bailar a su alrededor a casi 20 millones de kilómetros por hora. Su masa, la equivalente a cuatro millones la de nuestro Sol.
Los científicos, sin embargo, parecen tenerle cariño. Dicen que es una bestia amable. No da problemas. Traga con ligereza y eructa gases con estiloformando, con los rayos gamma que regurgita, una elegante figura de reloj de arena que alcanza 25.000 años luz por cada lado.
Claro que, con esto de que todo es relativo, Einstein mediante, habría que ver si quienes estuvieron presentes durante el proceso creativo de tales burbujas opinarían lo mismo.
Pero lo cierto es que, comparado con otros especímenes de su clase, no es de extrañar que caiga simpático. Los hay que superan en miles de millones la masa del Sol y que devoran tanta materia que pueden ganarle a cualquier cuásar en un concurso de flatulencias.
Dentro de poco asistiremos a su mayor banquete en la historia conocida por los terrícolas modernos: una nube de gas llamada G2 para él solito, así que los aparatos de medición más sofisticados –telescopios de infrarrojos y rayos X—ya están dispuestos para ver hasta dónde se acelera el corazón de la bestia durante el proceso digestivo. Un evento que ocurrirá en cualquier momento a partir de la segunda mitad del año.
El más moderno de esos aparatos es el NuSTAR, responsable del descubrimiento, hace un año, de que Sagitario A*, además de burbujas, también emite chorros de radiación. Hay quienes piensan que la ráfaga descubierta se formó por la acción de los campos magnéticos que, debido a las condiciones tan extremas, comprimen la energía acumulada cada vez más hasta que no queda otra que reventar por algún lado.
Otros, en cambio, ofrecen ideas más morbosas…
Sergei Nayakshin es un astrofísico de la Universidad de Leicester, Reino Unido, y dice que el cuadro tiene pinta de ser lo que pasa cuando el agujero negro se traga nubes de gas. En concreto, la ráfaga detectada por NuSTAR sería el resultado de digerir un cúmulo más pequeño que G2 calentado a 100 millones de grados.
Su idea es que la supuesta nube habría sido parte de los restos de un desdichado asteroide de unos 10 kilómetros de diámetro que pasaría a una distancia similar a la de la Tierra con respecto al Sol. Cada 100.000 años, dice Nayakshin, suele suceder algo así, pero con objetos más grandes, como planetas. Y el resultado debe ser digno de echar a correr y no mirar atrás.
Las burbujas de rayos gamma descubiertas en 2010 dan qué pensar en este sentido. Una pista para resolver el misterio de su formación podría estar en tres clústeres de estrellas jóvenes que giran muy cerca del agujero negro. Según Farhad Yusef-Zadeh, de la Universidad Northwestern de Illinois,
…la formación de estrellas es un asunto sucio, y el 50% del gas se habría vertido hacia el interior de Sagitario A*.
(Traducido de New Scientist)
La cantidad habría bastado para hacer brillar a Sagitario A* con la fuerza de 100.000 millones de soles una vez que se hubiera tragado tanta basura, colocándolo a la altura, esta vez sí, del mejor de los cuásares.
Pero, por supuesto, esta es sólo una hipótesis más. Para otros, la ráfaga de rayos X podría ser la prueba de que la emisión de radiación habría sido suficiente para inflar las burbujas de Fermi.
Sea como sea, lo único claro, dicen los científicos, es que allí pasó algo muy gordo. El desarrollo de la nube G2 será una gran oportunidad para comprender algo mejor cómo se desenvuelven los sucesos más extremos de nuestro universo.
La gran incógnita a revelar, según Yusef-Zadeh, es la cantidad de materia que rodea a Sagitario A*. Si hay poco gas, la nube se calentará y la gravedad del agujero negro se la tragará en forma de espagueti. Los telescopios infrarrojos detectaran un incremento en su brillo, pero poco más.
Por otro lado, si hubiera una mayor densidad de materia aún por detectar, G2 será el detonante para todo un espectáculo de chorros radiactivos. El encuentro, dice Daryl Haggard, también de la Universidad Northwestern de Illinois, podría durar años, durante los cuales Sagitario A* se comportaría como la versión en miniatura de un cuásar y eyectaría ráfagas bastante más serias e interesantes para la ciencia.
Todos advierten, no obstante, que esto sólo interesa a los astrónomos, y que no hay por qué preocuparse. 25.000 años luz de distancia es suficiente margen de seguridad para que no nos pase nada, dicen.
Sin embargo, no hay que ser muy linces para adivinar que la máquinaria “2012″ se pondrá otra vez en marcha para contrarrestar tales afirmaciones.
Los rumores falsos que circulan por internet resisten todas las correcciones, decía un estudio de la Universidad de Ohio publicado hace algunos meses. Y las correcciones, paradójicamente, sólo sirven para hacer perder puntos a quienes las dan a conocer.
Uno de los más afectados por este comportamiento ha sido el físico Paul Laviolette, cuyas ideas “alternativas” cayeron en el circuito de la rumorología a pesar de su insistencia en desvincularse de toda acción relacionada con la Nueva Era y quienes consideran que la humanidad mejorará como lo hacen los chanquetes de Málaga, a base de una buena fritura…
Pero, en fin, quién sabe…
Además, tal y como está el patio, igual es lo que nos hace falta…
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