Más famoso que el falo de
cualquier estrella del porno, el falo de Osiris, falo de falos, falo de oro,
pieza clave de uno de los grandes mitos de la antigüedad que representa el
renacimiento a través de la alquimia sexual. Este falo mítico se encuentra
enterrado en una colina de Hollywood, debajo de la famosa cruz de neón que
flota en la noche sobre la carretera interestatal 101, según
la autora de varios bestsellers, Linda Goodman.
Según va el mito, el dios solar Osiris fue engañado por su
hermano maligno -polo dual del juego cósmico- Set, en una magna cena a
colocarse dentro de un refulgente sarcofago mágico hecho de cedro y con
incrustaciones de oro, plata, márfil y dibujos antropomórficos de poder, el
cual Set había prometido regalar a la persona (o deidad) cuyo cuerpo cupiera de
mejor forma en este sarcofago. Osiris, el niño milagroso envidiado por Set,
embriagado por el festín de su hermano (bailarinas y licores celestiales alegraban
el ambiente) se metió al sarcofago y al cerrarlo, descubriendo que le quedaba a
la medida, fue atrapado por Set, quien, después de enclavarlo arrojó este
sarcofago al Nilo (de forma similar Queztalcoatl fue engañado por su hermano
Tezcaltlipoca a través de la embriaguez dosficada por sus hechiceros).
Isis, la esposa y hermana divina de Osiris, enlutada buscó el
ataúd de Osiris para darle ritos ceremoniales propios de la divinidad. Después
de un tiempo, la diosa escuchó de un fabuloso árbol que crecía en la orilla del
mar en el reino de Byblos, y se presentó ahí ante la reina
Astarte, después de descubrir que el árbol crecía del sarcofago de Osiris,
Isis se preparaba para llevárselo cuando apareció Set con su pandilla de
perros nocturnos y despedazó el cuerpo de Osiris en 14 partes, una cifra con
connotaciones calendáricas.
Isis
volvió a buscar el cuerpo de Osiris, esta vez con la ayuda de la esposa de Set,
su hermana Nephthys, el dios del portal, el chacal Anubis y en algunas leyendas
con la ayuda de Thoth, el gran mago, padre de la alquimia. Isis viajó
acompañada de siete escorpiones (una referencia astral y posiblemente sexual).
Viajando en un barco de pápiro a través del Nilo, reverenciada por cocodrilos,
Isis logró encontrar 13 partes intactas del cuerpo de Osiris, las cuales amasó
y reestableció de forma mágica. Sin embargo, no pudo encontrar su falo, el cual
según se dice fue devorado por el pez oxirrinco, nagual de Set. No obstante
esto, la diosa del amor, cinceló un falo de oro el cual colocó en el cuerpo de
Osiris y a través de su canto la deidad masculina de la luz recobró la vida, en
un acto de resurección mística (al igual que Cristo y que Dionisio). En ese
momento Isis, según algunas variaciones del mito, transformada en ave -espíritu
santo, semilla, semen- concibió a Horus, el hijo del nuevo eon, quien reinaría
en este mundo, ya que Osiris tomaría el reino de la vida después de la muerte.
Evidentemente la historia está envuelta en una poderosa carga simbólica no sin
referencias a la alquimia sexual. Parafraseando la frase de los alquimistas “aurum vulgi non est aurum
nostrum” (el oro nuestro no es el oro común), podríamos decir
el falo de Osiris no es el falo común.
La
historia del falo perdido de Osiris en Hollywood inicia cuando Linda Goodman,
famosa astróloga en la lista de bestsellers del NY Times, conoció a un
misterioso extraño llamado Nathan, quien tocó a su puerta una noche cuando se
estaba quedando en el hotel Roosevelt en Hollywood, California, justamente en
la habitación 1217 (el
17 es el número consagrado a Osiris como ha demostrado Chistopher Knowles;
en los versos de San Juan 12-17 Lazaro se levanta de la muerte). Según
escribió Goodman en su libro Star Signs, Nathan
de manera hipnótica se acercó a ella y en su habitación le relató una serie de
anécdotas, entre las que surgió que Linda tenía que ir a las montañas para
conocer a su alma gemela, como Isis y Osiris. También Nathan le reveló la
historia de que el falo de Osiris, una especie de tecnología antiquísima,
posiblemente de origen antediluviano, yacía enterrado en una construcción hecha
por el hombre (¿una pirámide?) debajo de la cruz de Hollywood Hill.
Goodman relata que Nathan era un iniciado, el cual la conectó con la White
Brotherhood (Hermandad Blanca).
Goodman peregrinó a las montañas de Colorado y conoció al grupo
esotérico de Maurice Doreal, autor de una traducción de la Tablas Esmeralda,
libro atribuido al dios Thoth-Hermes. A través de este grupo renovó su
intención de encontrar el falo perdido de Osiris e invirtió casi toda su vida
en esa búsquda. Goodman creía que Hollywood (el bosque sagrado, el bosque de
acebo) estaba sustentado en el falo de Osiris, como tótem falocrático, en el
cual se fincaba la producción de magia y poder que detenta la industria del
entretenimiento.
La historia de Hollywood Hill y la Cruz de Hollywood es
interesante; esta montaña era llamada Cahuenga, lo que denota que se le daba
cierta importancia en las culturas nativo americanas. La Cruz de Hollywood fue
puesta originalmente para recordar a Christine Wetherill Stevenson, quien
construyó a un lado de esta montaña el Pigrimage Theather, en el que se
representó el popular Pilgrimage Play, sobre la vida de Jesús. La vida de Jesús
tiene una serie de paralelos con la vida de Osiris, ambos arquetipos del dios
de la luz y de la resurección. A la muerte de Christine, en 1922, se colocó la
cruz, que más tarde fue iluminada, lo que desde ciertos ángulos parece hacerla
flotar en la noche, y Hollywood Hill se convirtió en una especie de Golgotha.
Aunque es muy poco probable que el falo perdido de Osiris se
encuentre en Hollywood, dentro de una pirámide secreta enterrada a la cual
Goodman no logró tener acceso en vida, la historia ha provocado el vuelo mágico
de la imaginación. En el sitio Daily Grail, probablemente uno de los mejores de
la red, le llaman a esta historia “Indiana Jones and the Lost Phallus of
the Osiris”. Nos hace recordar también la novela “Shrödinger’s Cat”, donde en un
universo paralelo el escurridizo falo depuesto de un transexual viaja por el
mundo suscitando una serie de intrigas políticas y prácticas esotéricas.
El poder recurrente de los mitos está cifrado ciertamente en una
dimensión simbólica, el renacimento siendo uno de los más poderosos viajes
iniciáticos que la conciencia colectiva humana atraviesa y codifica; sin
embargo, es posible ¿qué estos mitos también se refieran a hechos históricos, y
que los dioses sean físicos? Es difícil contestar a esto, ¿renació Osiris del
canto luminoso de Isis, enarbolando su falo dorado al cielo? ¿Renació
literalmente Cristo al tercer día, después de haber sido crucificado y
llorado por María Magdalena, su compañera, de forma similar al canto-lamento de
Isis? Ciertamente se ocultan aquí poderosos símbolos, símbolos que podrían ser
multidimensionales, según la comprensión del que los percibe.
En el mito de Isis y Osiris
y posiblemente en la versión apócrifa gnóstica de Cristo y María Magdalena, se
oculta y se revela una historia de amor cósmico y alquimia sexual. No es
casualidad que nuevos mitos como “Matrix”, “Alphaville” o “Fringe”, todas recurran
en su apoteosis al recurso de una mujer que revive, a través de su canto, de su
aliento (elan vital en un beso), al héroe solar, pop fénix
inmortal. En ese sentido una lectura posible es que el renacimiento, la vida
eterna, o de una forma más cercana, la transformación espiritual, se encuentran
a través de la feminidad, en el caso del hombre, del arte oculto de manipular
la energía sexual para burlar a la muerte.
Vía Phillip
Coppens
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