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domingo, 1 de julio de 2012

Los Túneles secretos de Los Andes



¿Quiénes construyeron los desconcertantes túneles y galerías subterráneas de América del Sur? Si alguna civilización conoció el secreto, esta fue sin duda el Imperio Inca. Pero, ¿fueron ellos en realidad sus constructores? ¿O tan sólo custodiaban las entradas sagradas al Uku Pacha o “mundo de abajo”, donde vivían según sus leyendas los seres sabios de antiguo? 

Ficción o realidad ignorada, veamos a continuación algunas señales de este enigma, un claro mensaje que puede rastrearse desde el Titicaca al Cusco u “ombligo del mundo”.

El punto de partida, inevitablemente, es Tiahuanaco. 

Llamada en el pasado “Ciudad Eterna”, la antigua Wiñaymarca del gran Huyustus, el primer Gran Maestre de “los sacerdotes salvados de las aguas”. Sin duda, Tiahuanaco esconde el recuerdo de esa avanzada civilización que llegó a tierras andinas de allende los mares. Y para nuestra suerte, aún podemos rastrear la historia de aquel empolvado tiempo. Prueba de ello es el testimonio de Katari, uno de los más grandes quipucamayocs del incanato - aquellos que guardaban los archivos históricos del Imperio - quien comentó a los conquistadores que el legendario Huyustus era un señor poderoso, rubio y de ojos azules, que vino de muy lejos...


Kalasasaya 

Tres horas en automóvil toma llegar desde la capital de Bolivia, La Paz, al yacimiento arqueológico. A casi cuatro mil metros de altura, esta leyenda ya se respira en el Ande.

Hoy en día los pescadores del Titicaca - en el lado boliviano - recuerdan la historia de la antigua Wiñaymarca, la morada prehistórica de los “gigantes” que acompañaron a Huyustus. De hecho, el mismo Pedro Cieza de León, reputado cronista español, recogió un dato interesante que sugiere la antigüedad real de esta ciudad: cuando los incas llegaron a Tiahuanaco, la hallaron fragmentada, en ruinas, lo cual ya nos indica qué tenía mucho tiempo de estar allí. Quizá desde los primeros tiempos post “diluvio”. El inca Garcilaso de la Vega, apoyando esta posibilidad, escribía en sus Comentarios Reales (1609) que un hombre extraño apareció en Tiahuanaco cuando “cesaron las aguas”, lo que también nos hace recordar aquella teoría que sostiene una migración de sobrevivientes atlantes hacia la Cordillera de los Andes.
Como fuere, la existencia de gigantes antiguos no nos debe sorprender, por cuanto cronistas de diferentes épocas hacen amplia referencia a ellos. En todas las culturas, encontramos claras alusiones a seres de gran estatura. Por ejemplo, en la India se habla de los Dânavas y los Daityas; en Ceilán de los Râksharas; en Grecia hallamos a los legendarios Titanes; Caldea, por su parte, mantiene en su memoria la existencia de los Izdubars (Nimrod); los judíos los Emins de la tierra de Moab. Y así podríamos continuar ya que la lista es larga. Además, por si el lector aún tiene dudas, existen fósiles de los gigantes, los mismos que alcanzan una estatura de 3.75 a 4.00 metros. No hay que olvidar que los antropólogos han acuñado el término de “gigante pithecus” y “megantropo” para identificar a grupos humanoides de gran estatura, que vivieron hace millones de años en lugares tan diferentes como China, Java y Transwaal. ¿Todos se extinguieron? ¿Cuál fue el origen del gigantismo? 
Las leyendas incas mencionan a estos gigantes una y otra vez. En el Perú antiguo, por citar un evento, se afirma que en tiempos del incanato hubo una llegada masiva de gigantes en las costas de Lambayeque (!). ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? ¿Tenían relación con la Atlántida y sus supuestos supervivientes?



Extraordinaria fotografía del célebre artista cusqueño Martín Chambi, en donde aparece el llamado “gigante de Paruro”, descendiente de los antiguos, al lado de un actual mestizo peruano. (1917). 

Una teoría arriesgada para muchos - pero posible- sostiene que el gigantismo se debe a la hibridación con seres extraterrestres de gran estatura; así se habría transmitido el código genético necesario para una posterior mutación. Si fuese así, ello tampoco nos debería sorprender. En la Biblia, así como en otros textos sagrados, existen diversos relatos de la unión de “los dioses” o “seres angélicos” con las hijas de los mortales. Y de estas uniones nacieron gigantes… 

En Tiahuanaco, a decir del estudioso Guillermo Lange Loma, en su documentada obra “El Mensaje Secreto de los Símbolos de Tiahuanaco y del Lago Titikaka”, los gigantes eran conocidos bajo el nombre de “Antilis” y “Chullpas”, sobrevivientes de un mundo perdido, estableciendo en el altiplano, hace miles de años, una sociedad avanzada que fue la madre del Imperio Inca. No hay que olvidar que para Arthur Posnansky, padre de la arqueología boliviana, Tiahuanaco tiene entre 10.000 y 15.000 años de antigüedad. Y recientemente, gracias al investigador británico Graham Hancock, se ha demostrado que esta fecha no es imposible - basándose en la alineación del templo tiahuanacota de Kalasasaya con la posición de ciertas estrellas bajo la ley del ciclo precesional- . 

¿Fueron aquellos gigantes o “antilis” construyeron esta ciudad de piedra y sus túneles en esos tiempos remotos?

Seres poderosos que dejaron su huella 

Según un Quipu ―sistema de nudos para transmisión de información en tiempos de los incas― descifrado por Yutu Inga, los Servidores Invisibles de Wiracocha, el Dios supremo andino, fueron los Huamincas, que eran descritos como “ángeles bellos o resplandecientes”.

Las leyendas andinas atesoran abundantes y extrañas referencias a esos seres poderosos que habrían morado en Tiahuanaco. Aquellos titanes dominaban los elementos, hacían llover fuego, partían la tierra formando quebradas o levantaban cerros. Les nacían alas, y al final, después de prodigar sus profecías se convertían en huacas o númenes protectores. No dudo en que los monolitos de Tiahuanaco encierran los principios de todas las ciencias y artes. Esconden un mensaje.

Yendo más al fondo, vemos que similitudes lingüísticas en el mundo nos permiten deducir que la raíz aymará “Ti” del nombre Tiahuanaco o Tiwanaku evoca a la divinidad misma, como el Tien chino, el Theos griego o elTeotl nahuált del México antiguo. Es atrayente conocer el posible significado etimológico de la palabra  Tiahuanaco: “tio”, en aymará, quiere decir “dios”“ti-huan” significa “de dios”, y “aka”, significa “esto”. Entonces Tiahuanaco se traduciría como “esto es de dios.
Ese contexto mágico-espiritual se percibe cuando se contempla el Inti Punku. Es la pieza lítica que llama la atención a todo aquél que visita Tiahuanaco: la Puerta del Sol. Este bloque de andesita, hecho en una sola piueza de 10 toneladas, contiene un olvidado lenguaje ideográfico que nadie ha sabido interpretar correctamente. El propio cronista español Cieza de León queda extasiado ante su portento.

Los indios dicen que la grieta que muestra la Puerta del Sol fue hecha por un “rayo” que del cielo cayó a Tiahuanaco (?). Existen muchos hechos extraños en torno a este enclave andino y la súbita desaparición de sus habitantes.
Ricardo González en la Puerta del Sol

A estas alturas, muchos se preguntarán cuál es la conexión de los túneles antiguos con estas ruinas y sus olvidados habitantes.

Veámoslo a continuación.


Un tunel a Cusco

Volviendo al relato de Katari, uno de los últimos “archivadores” de información inca a través del sistema de quipus, hallamos una posible explicación al destino de Tiahuanaco.
Huyustus ―según la leyenda que nos transmite Katari― era el  “Señor Poderoso” de la meseta del Collao, el altiplano del Lago Titicaca. Aquel personaje procedente de tierras lejanas estableció un sistema de fortificaciones colosales, conocidas con el nombre de pukaras, que coronaban de baluartes inexpugnables los picos de la cordillera. Antes de morir ―concluye el relato contenido en el quipu inca― Huyustus dividió su reino “entre sus cuatro hijos”.
Inevitable pensar ahora en el mito de los cuatro “hermanos ayar”.
Es revelador este relato por cuanto uno de los hermanos, llamado “Ayar Manco”, fue precisamente el fundador del Imperio Inca al salir airoso de una caverna en el cerro Tamputoco, en el Cusco. Salió literalmente del Mundo Subterráneo. Eran los “hijos de Huyustus”, o para ser más precisos, sus descendientes.
Ya en 1845, el Conde de Castelnau, que dirigió una expedición científica bajo los auspicios del gobierno francés, al explorar Tiahuanaco concluyó también que Manco Cápac o Ayar Manco descendía de uno de los grandes reyes de Tiahuanaco llamado Huyustus.
Tiahuanaco fue atacada por antiguas tribus que se empezaron a diseminar por todo el altiplano del Collao, poniendo en peligro no sólo a los Sacerdotes Científicos de la otrora Ciudad Eterna, sino los tesoros que protegían. Entre ellos, y el más importante, un disco que pareciera de oro ―en verdad está hecho de una extraña aleación de metales― de unos tres metros de diámetro, que había sido una heredad de los Fundadores de Shambhala.
Como ya adelantábamos en “Los Maestros del Paititi”, Manco Cápac o Ayar Manco habría escapado de este ataque ―luego de ocultar el disco en una galería subterránea― a través de un túnel que, desde la hoy llamada Isla del Sol, le llevaría al Cusco, para fundar allí el Imperio Inca. Esta historia está sostenida por diversas observaciones de los cronistas de la conquista. Por ejemplo, el padre Bernabé Cobo, cuenta en Historias del Nuevo Mundo (1653) que un tal Juan de Vargas halló entre las ruinas de Tiahuanaco los restos de un gigante, como si hubiese sido ultimado por un ataque. En relación a los “atajos intraterrestres”, diversos cronistas mencionaron a boca de jarro la existencia de un túnel subterráneo de más de 400 kilómetros que une el Titicaca con Cusco. El mismísimo Garcilazo de la Vega, tan mesurado en sus escritos, insiste en la importancia de estas chinkanas o laberintos, como vemos, muy anteriores a los incas. El cronista español Cristobal de Molina, ya en 1638, se une también a nuestro pensamiento al afirmar que: “Manco Cápac pudo haber seguido esta galería subterránea desde la isla en el Titicaca hasta Cusco”.
Hemos visitado en repetidas ocasiones Tiahuanaco, la Isla del Sol y las diferentes esquinas secretas del Cusco. En todos estos enclaves comprobamos la existencia de antiguos ingresos a túneles, aunque, penosamente, la mayoría de ellos se encuentran tapados desde la época feudal boliviana y, por parte del Perú, en el martirio virreinal que asoló Cusco y luego la excesiva prudencia militar que procuraba “que no se perdieran más exploradores en su interior”.
Incluso, hemos estado en las auténticas cuevas de donde habría salido el mismísimo Manco Cápac, que al ser exploradas con calma el aspirante comprobará que se ensanchan lo suficiente como para permitir a una persona caminar de pie sin molestia alguna…
Siguiendo los indicios de aquel Gran Túnel que une el Titicaca con Cusco, llegamos inevitablemente a los centros sagrados más importantes del “Ombligo del Mundo” inca, descubriendo su contundente vinculación con el Reino Subterráneo o Uku Pacha. Y es que, así como los mayas fueron los más diestros hombres en la comprensión del Tiempo, los incas constituyen, sin duda, la civilización de antiguo que más contacto tenía con los túneles sagrados de América…


La arcana sabiduria andina Los incas separaban en “tres mundos” la estructura del Universo: Uku Pacha o “Mundo de Abajo”; Kay Pacha o “Mundo de Aquí”; y Hanan Pacha o “Mundo de Arriba”. Aunque hay diversas interpretaciones filosóficas sobre este particular, analizando estos antiguos conceptos andinos sin apasionamiento alguno, vemos que es una sencilla y clara descripción del Mundo Subterráneo, el Mundo de Superficie, y el Mundo de los Cielos.

Los incas pensaban que las chinkanas o túneles del “Gran Laberinto” ―que realmente existen― conducían al Uku Pacha, donde vivían sus “ancestros”, seres poderosos que les revelaron, entre otras cosas, el arte de construir ciclópeas paredes de roca en las cumbres de los Andes.

Pero estos seres de gran sabiduría, que se mencionan insistentemente en las leyendas andinas, ¿qué tan antiguos son? ¿Son acaso, una referencia a los sacerdotes perdidos de Tiahuanaco, algunos de ellos establecidos en una secreta red subterránea? ¿Se trata de aquella civilización prehistórica, desconocida por nosotros

El cronista Huamán Poma Ayala, descendiente de una casta noble inca, en sus escritos afirmaba que los primeros incas “legítimos” fueron los Apo Cápac, muy anteriores a Manco Cápac, el “Adán de los Andes”, que a decir del cronista fue sólo “el primer Jefe de la Segunda Dinastía”.

Las Chinkanas sagradas 

Se cuentan por doquier las historias de exploradores “desaparecidos” en el mundo intraterrestre del Cusco. Ya en 1624, Francisco Rueda, Juan Hinojosa y un tercer hombre llamado “Orué”, entraron en la misteriosa chinkana que se halla próxima a Sacsayhuamán, sin imaginarse que nunca más regresarían a la superficie. Más tarde, en 1814, el cronista mestizo Mateo García Pumakawa, le reveló al Coronel Domingo Luis Astete la existencia de esa antigua red de túneles que involucra “todo el Cusco”. 

EEstos laberintos subterráneos - que sospechosamente terminan interrumpidos por grandes rocas, como si éstas hubiesen sido colocadas para ocultar alguna entrada secreta - como vimos, son anteriores al establecimiento del Imperio Inca. Recordemos, por ejemplo, que cuando llegaron los conquistadores al Perú, consultaron a los indígenas por quiénes habían construido Sacsayhuamán y los túneles adyacentes. Los relatos sostienen que los lugareños se limitaron a responder que estas moles de piedra y los túneles “siempre habían estado allí”, y que los más ancianos de la región las atribuyen a una raza desconocida que precedió a los incas: los Ñaupa Machu (Los muy antiguos, los de edad vieja).


Como fuere, la chinkana más significativa del Cusco la constituye el túnel subterráneo de 2 kilómetros que une Sacsayhuaman con el Qoricancha o “Templo del Sol”. Aunque siempre se relegó su existencia a los “cuentos de los indios”, recientemente el arqueólogo español Anselm Pi Rambla demostró que el legendario camino intraterrestre existe, afirmando inclusive que este descubrimiento “puede cambiar la óptica de la historia antigua del Perú”. Por si fuera poco, el investigador sostuvo que este camino subterráneo formaría parte de un conjunto de galerías, cámaras, fuentes y hasta antiguos mausoleos que se hallan bajo el mismísimo suelo de la ciudad del Cusco...
De acuerdo a las imágenes que obtuvieron a través de la medición con radar ―como parte del Proyecto Wiracocha, iniciado en agosto de 2000― comprobaron que la chinkana de Sacsayhuamán se comunica “en línea recta” con el Templo del Sol, con el Convento de Santa Catalina, con la Catedral o templo del Inca Wiracocha, con el palacio de Huáscar, con el templo de Manco Cápac y con el Huamanmarca. Además, es importante tener en cuenta que todos estos edificios conectados por la citada chinkana se hallan en perfecta alineación astronómica con el Sol, la Luna y algunas constelaciones.
Esta chinkana que une Sacsayhuamán con el Qoricancha guarda para nosotros un interés medular, por cuanto fue a través de este camino, que el príncipe Choque Auqui ―el último y secreto inca― huyó silenciosamente del Cusco para dirigirse al Antisuyo, región selvática del oriente peruano en donde yace la insondable Paititi o también llamada “El Dorado”.


El enigma de la zona X

Es muy posible que la Zona X ―quizá el lugar más emblemático del Cusco en relación al “mundo de abajo”― sea una de las entradas mágicas a aquel reino secreto que se oculta bajo nuestros pies. Curiosamente, se encuentra muy cerca de “La Colina de los Halcones”, el enclave andino donde se yergue Sacsayhuamán o mejor dicho “El Templo del Rayo”, mal llamado fortaleza porque se utilizó como punto estratégico de defensa ante la arremetida de los conquistadores.
Desde aquel paisaje que ofrece el conjunto de cuevas de la Zona X, el aspirante podrá contemplar corpulentas montañas, que parecen cóndores de piedra con las alas abiertas, como gigantescos guardianes que simulan dormir, pero cuyo ojo vigilante, se mantiene atento y acucioso sobre la “ciudad puma”.
La denominación “X” se debe a que desde gran altura el conjunto de cavernas dibuja esta letra, como si el lugar hubiese sido marcado o concebido desde los cielos del Cusco. Además, es muy extraño encontrar esculturas de piedra que se asemejan notablemente con las halladas en Hayumarca (Puno) y Marcahuasi. Este sector inexplorado, que refuerza el planteamiento del nombre, poco a poco se va convirtiendo en un atractivo turístico, más por la fama de fenómenos extraños que por un interés histórico o arqueológico.  Las “desapariciones” de visitantes en estas chinkanas que, de pronto, se ven interrumpidas por alguna gran roca, se han reportado en más de una ocasión. Y es que el recinto pétreo de la Zona X insinúa con cierto encanto las diversas entradas y pasillos que llevan al mundo intraterrestre, aunque no siempre a través de accesos físicos, sino también interdimensionales.
Por esta razón los chamanes del Cusco utilizan hongos y bebidas alucinógenas para generar estados de “desdoblamiento” que les permitan ingresar a ese mundo interno y recibir profundas enseñanzas de los Hombres-Cóndor y Hombres-Amaru (serpiente en quechua), que no es más que una denominación andina para los Maestros del “Cielo” y del Mundo Subterráneo. Luego de haber hablado con un sinnúmero de Pacos o Sacerdotes Andinos, de manera particular con los ancianos del Reino Q’ero ―los descendientes auténticos de los incas― a más de 4.500 metros de altura, no guardamos la menor duda que ellos conocen el “secreto”.

Machu Picchu: Una ciudad ¿Inca? 

Dada a conocer por el explorador norteamericano Hiram Bingham en 1911, Machu Picchu ―la “Anciana Montaña” en quechua― se ha convertido en uno de los enclaves de misterio más renombrados de toda América del Sur. 

A 3.800 metros de altura, nos encontramos ante una obra soberbia que muestra una compleja disposición de templos, palacios y observatorios al filo de los abismos del Ande. Nadie ha podido explicar satisfactoriamente cómo los incas trasladaron los pesados bloques de piedra a estos riscos desde canteras alejadas - se dice que se utilizó granito del río Urubamba, situado a más quinientos kilómetros por debajo de la ciudadela - . Valga la aclaración, no creemos que haya sido levantada por visitantes cósmicos, pero sí con la técnica de un conocimiento perdido. En todo caso, lo más intrigante no es cómo se construyó Machu Picchu, sino por qué eligieron levantarla allí…




Machu Picchu 

En su momento, el profesor de Astronomía de la Universidad de Postdam, Rolf Muller, haciendo mediciones con el gnomon solar de los incas o Intihuata del Machu Picchu, llegó a la conclusión de que el trazado original del emplazamiento correspondía a determinados alineamientos celestes que se habían producido hace 6.000 años, muy lejos de la cifra conservadora que manejan los arqueólogos ortodoxos para Machu Picchu (supuestamente edificada en el Siglo XV). Ahora bien, si Muller, como tantos otros científicos, tiene razón en sus cálculos, definitivamente el descubrimiento de Hiram Bingham no es inca. Es más, el propio descubridor, incluso, ni siquiera estaba convencido de su manufactura incaica. Llegó a sostener abiertamente que la misteriosa ciudad de piedra fue abandonada por una cultura antigua llamada Pirwa, y que posteriormente a ello, fue ocupada por el Imperio del Sol. Para pensar un poco más, para el Dr. Gabriel Cosío, profuso investigador del incanato, la ciudad-templo fue establecida en el paleolítico quechua, reinando con Tiahuanaco (!).  
Su ubicación estratégica en medio de picos pronunciados, y asentada según estudios geológicos sobre una base de cuarzo ―hecho que otorga cierta conductividad de energías cósmicas a la ciudadela― convierten a Machu Picchu en un templo sagrado cuya conexión con el Mundo Subterráneo, es también importante.
Actualmente, en silencio y sin alertar a los turistas, se vienen desarrollando diversas exploraciones en Machu Picchu a manos de espeleólogos profesionales.
Una de las entradas al mundo interno yace en la Montaña del Huayna Picchu, que se yergue como un protector gigantesco sobre la ciudadela.
Quien decida llegar a ella, deberá ascender el camino que serpentea el macizo para tomar un desvío a la izquierda, un camino que desciende lentamente, para enterrarse en breve en plena ceja de selva. Al cabo de unas horas, se llegará al Templo de la Luna, en cuyas inmediaciones se encuentran los accesos secretos al Uku Pacha.
En verdad, son muchos los accesos a ese mundo mágico en esta región cusqueña. Las montañas de Ollantaytambo, el Nevado Ausangate y los túneles secretos de Chincheros son sólo algunos de los otros puntos que se pueden investigar, obedeciendo siempre las señales sagradas que los antiguos supieron dejar marcadas.
Los incas, como los mayas, también tenían profecías, y una de ellas menciona el ciclo del Pachacuti o los “500 años de Purificación”, en donde el “Inca Rey” de Paititi volvería del Uku Pacha al Kay Pacha o “mundo de afuera”,“mundo de superficie”, para restituir la cabeza que fue cercenada en la conquista. El retorno de la luz. El arribo de un Tiempo Nuevo.
Los túneles existen. Y no sólo en Bolivia y Perú, sino en diferentes enclaves del mundo. Algunos de ellos son tan antiguos como la humanidad misma.
Quienes los diseñaron y construyeron, han depositado allí su más preciado tesoro: el conocimiento. Una gravitante revelación que asistiría a la humanidad cuando asuma su papel y misión en el Universo. ¿Estamos preparados?
Entretanto, los Guardianes del Uku Pacha, la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores, seguirá aguardando al sincero buscador de la verdad, en espera de ese momento…


Este artículo es una adaptación del libro “Uku Pacha, el mundo subterráneo de la Hermandad Blanca”, de Ricardo González. © 2003



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