JOSE DE ARIMATEA RECOGIO EN UN CALIZ LA SANGRE QUE MANABA DE LAS HERIDAS DE JESUS
María Eugenia Garay
El cáliz sagrado en el que Jesús bebió durante la Ultima Cena, instituyendo la eucaristía, es una de las reliquias nunca encontradas, pero aun así más veneradas por la cristiandad. Rodeado de un halo de misterio, se ha ido transformando con el tiempo en un valioso símbolo esotérico, de significado enigmático, donde la tradición hunde sus raíces en el fértil campo de la historia, la leyenda y el mito.
El caliz de esmeralda
La reliquia, tallada en 144 facetas, había sido hecha a partir de una gigantesca esmeralda que adornaba la tiara de Lucifer, desprendiéndose de esta precisamente cuando el ángel caído fuera expulsado del cielo y arrojado a los abismos infernales.
Lo curioso es que el Grial aparentemente no se identificaba con la sangre de Cristo, hasta que Robert de Boron escribió en el siglo XIV “Historia del Santo Grial y El mago Merlín”. Surgió así la leyenda, nutriéndose de elementos de la cultura céltica y de los sacerdotes druídicos, que se remontaban a una tradición mesiánica similar a la transmitida por los merovingios que poblaban el continente europeo y hablaban de un “linaje sagrado”.
El linaje sagrado
El linaje de “origen divino” se remonta a los monarcas mesopotámicos, quienes decían descender de dioses provenientes de un décimo planeta del sistema solar (anunnakis) llegados a la Tierra. De este linaje de origen divino, derivó el concepto egipcio del Faraón como deidad viviente; esta sangre real se habría mantenido a través de la genealogía de David por haber entroncado la estirpe real egipcia con la de Judá, ya que Salomón, hijo de David, pudo haber contraído matrimonio con una princesa real egipcia. Jesús era del linaje de David.
Pero, por otra parte, cuando se inicia la Orden de los Caballeros Templarios, o Guardianes del Santo Sepulcro en Jerusalén, en el año 1118, con 9 caballeros encabezados por Hugo de Payns, Balduino II, rey de Jerusalén, les aloja en el antiguo templo de Salomón, de donde deriva el nombre de Caballeros del Temple. Vivieron allí 9 años, ¿qué tesoros y reliquias de la cristiandad encontraron en aquel sitio? La incógnita perdura hasta hoy. Pero no se descarta que pudieron hallar valiosos objetos ocultos en los múltiples sótanos. Tal vez el sagrado cáliz pudo haber estado allí. En 1127, en el concilio de Troyes, el Papa Honorio II autoriza la fundación de la Orden, la cual se transformó en una de las más importantes y poderosas con el correr de los años.
La peregrinacion del Grial
La cena se realizó en casa de un pariente de Jesús: José de Arimatea, a quien Juan menciona en su Evangelio como un discípulo secreto de Jesús, por temor a los judíos. Según Marcos, era también miembro del Sanedrín, supremo tribunal hebreo, y fue quien cedió un sepulcro abierto en la piedra en tierras de su propiedad, para enterrar el cuerpo de Cristo, una vez descendido de la cruz. Cuando lo estaban amortajando, manó sangre de la herida de lanza que tenía en el costado izquierdo a la altura del corazón, infligida por el soldado romano Longhino, José recogió esa sangre que todavía manaba de las heridas de Cristo, precisamente en el cáliz utilizado por Jesús durante la Ultima Cena.
Los romanos descubrieron a José y lo encerraron en una celda sin ventanas. En ella, todos los días se materializaba una paloma trayendo en su pico una hostia, gracias a la cual el prisionero logró sobrevivir, llevando siempre oculta entre los pliegues de su túnica la copa con la sangre del Maestro.
Finalmente, José fue liberado o escapó; entonces, seguido por un grupo de creyentes huyó a Inglaterra, fundando allí una congregación, en Glastonbury, en el país de Gales, desde donde comenzó a cristianizar a la gente del lugar. Recrearon una segunda mesa de la Ultima Cena, en torno a la cual se sentaban doce personas, pero en el lugar de Cristo era colocado un pez. El asiento del traidor Judas Iscariote quedaba vacío y, de manera inexplicable, cualquiera que intentara ocuparlo desaparecía, siendo llamado el “Sitio Peligroso”.
José de Arimatea falleció el 17 de marzo del año 82, siendo enterrado en el monasterio de Glasgow.
Los herederos de la reliquia
Un hijo suyo, obispo de Escocia, llamado también José, heredó el Santo Grial, legándoselo al morir a otro pariente llamado Alan, igualmente con la dignidad de obispo, quien comienza a formar parte de la leyenda con el nombre de “El Rey Pescador”.
El cáliz pasa así a ocupar un sitio de honor en un castillo enclavado en la cumbre del Monte de la Salvación, custodiado por miembros de la Orden de los Caballeros del Santo Grial, donde el custodio del sagrado cáliz oficiaba de sacerdote. Una noche, el Rey Pescador misteriosamente es herido con una lanza en el muslo, combatiendo contra un caballero todo vestido de negro, símbolo del infiel. Tan pronto el guardián recibió la herida, todos los campos que circundaban el castillo se secaron. Solo sanaría cuando un caballero, en el momento y lugar indicado, hiciera la pregunta correcta.
La leyenda cuenta que el segundo custodio del Grial fue Bron, yerno de José de Arimatea. El tercer custodio fue Galahad, hijo de Lancelot y Elaine, sobrina del Rey Pescador y caballero de la corte de Arturo, quien podía sentarse en el “Sitio Peligroso” sin ser tragado por él, pero aunque logró superar todas las pruebas, murió ante la contemplación del Grial.
El rey Arturo descendía de José de Arimatea por línea paterna y de Viviana I, reina de Avalon, heredera del linaje de Jesús, por línea materna.
Fue así como Percival apareció en escena; por su pureza y lealtad, mereció el honor de encontrar la reliquia e hizo la pregunta esperada al custodio: “¿a quién sirve el Grial?”, de inmediato el Rey Pescador sanó y la tierra de Gales volvió a reverdecer, pero Percival no regresó, porque según el mito logró alcanzar la transmutación.
El Rey Pescador, posteriormente entrega el cáliz a su hermano Josué, y éste a su vez se lo daría a su hija, la cual se casó con Lancelot del Lago, uno de los caballeros de la Tabla Redonda, que presidía el rey Arturo en Camelot.
El enigma sigue vigente
Todo cuanto rodea al mito del Santo Grial tiene un sentido iniciático: el ser humano debe pasar por una serie de pruebas, esforzándose por superarlas por más terribles que parezcan, para lograr perfeccionar su espíritu, e ir subiendo los peldaños que conducen desde las tinieblas de la ignorancia, a alcanzar la sabiduría y la iluminación. Las contiendas, obstáculos o seres míticos con los que se enfrenta representan simbólicamente los tortuosos laberintos interiores del alma humana, que deben ser decantados y pulidos.
Se debate en medio de la eterna batalla entre la Luz y las Tinieblas, el Bien y el Mal; su caminar en medio de ellos es tortuoso, solo sostenido por su voluntad de dirigirse hacia la meta trazada: el logro de su evolución espiritual; culminando el ciclo griálico, con la concreción de su transformación interior, al alcanzar finalmente llegar de manera metafórica, hasta la santa reliquia.
El Grial, según algunos, es el cuerpo humano, recipiente que contiene en su interior el aliento divino: el alma. Desatar las ataduras mundanas y carnales que aprisionan el espíritu es la tarea del buscador del Grial. Una vez liberada de su prisión, el alma asoma plena de esplendor y el hombre alcanza por fin la iluminación. Se trata de una fantasía que simboliza nuestra penosa ascensión por la senda de la ascensión espiritual; el viaje está plagado de esperanzas y desesperanzas, las ilusiones aparecen parejas con las desilusiones, el aprendizaje entraña risas y lágrimas.
La experiencia de vida expande la comprensión de nuestra mente, el objetivo es lograr liberarnos de las barreras que existen entre nuestra realidad primaria y ese magnífico ser interior del cual poco sabemos; el objetivo es llegar a conocernos y amarnos, porque solo así podremos adquirir la capacidad de dar y recibir amor. La liberación a través del conocimiento, entender que somos la causa, no el efecto.
Morir simbolicamente para alcanzar la iluminación
La muerte al encontrar el Grial, es simbólica. Morir a las veleidades de este mundo, descartar lo superfluo y lo banal, para nacer a una nueva vida donde primen los valores éticos y morales, transformándose en un hombre nuevo.
El poseedor del Grial vencerá sobre el mal, las bajas pasiones, los deseos destructivos y se transformará, como lo intentaran los sabios alquimistas de la antigüedad, en un ser de luz, logrando acceder así a la tan ansiada inmortalidad. He allí la paradoja: morir pero para renacer a una vida nueva, dentro del ciclo de la misma existencia física. Porque de hecho, al aflorar la luminosidad de su ser interior en todo su esplendor, entrará en contacto con esa parte primordial y desconocida que todos llevamos dentro, que se llama espíritu, y el espíritu es inmortal.
El camino del Grial debe recorrerlo cada ser humano de manera solitaria, cuando decida emprender la búsqueda de sí mismo. La leyenda envuelve en un halo de misterio la copa sagrada, utilizando una metáfora, ya que el contenido de la misma se halla dentro de nosotros.
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