El mito del dios mesoamericano Quetzalcóatl reproduce con todo detalle el simbolismo que observamos en el Mesías del cristianismo. ¿Por qué dos culturas religiosas tan separadas y sin contacto entre sí desarrollaron el mismo concepto religioso? ¿Estamos ante una verdad de alcance universal revelada a todos los seres humanos desde el principio?
Recientes estudios arqueológicos sugieren que los orígenes de Quetzalcóatl son más antiguos de lo que se había creído. Uno de los primeros templos que se le consagraron fue el de Teotihuacán, en México central, construido en torno al año 200 d.C. Pero los comienzos de su culto plantean un enigma: ¿estamos ante un personaje histórico, posteriormente divinizado, o ya nació como protagonista de un mito?
Como sucede con Cristo –término griego que designa al Mesías o Ungido judío–, el nombre Quetzalcóatl también constituyó un título sacerdotal y, tal vez, real. Laurette Sejournè, una arqueóloga de origen francés que realizó excavaciones en Teotihuacán en los años 60, ha intentado arrojar luz sobre su figura, venerada en México y Centroamérica, estableciendo conexiones entre el simbolismo esotérico de esta deidad y su doctrina escatológica. Pero antes de adentrarnos en la simbología de la Serpiente Emplumada, pasemos a conocer el mito.
La Serpiente Emplumada designa a un dios civilizador. También se erige en el primer maestro espiritual precolombino que supera el pecado y trasciende la materia para transformarse en Luz, después de purificarse por el fuego. La versión más difundida del mito azteca lo describe como un rey casto que, en estado de ebriedad, comete un pecado carnal y, arrepentido, se da muerte para expiar su culpa. En otras variantes, desciende a los infiernos en forma de coyote y roba unos huesos preciosos que le permiten crear al ser humano.
En realidad, se debería hablar de una «reorganización», puesto que para esta cultura la Creación consistía en una sucesión de varios mundos y ya había sufrido cuatro destrucciones anteriores. Quetzalcóatl es el creador del mundo correspondiente al Quinto Sol.
¿Qué le aporta esta mítica Serpiente Emplumada al la Humanidad? «Le da el tiempo –escribe Laura L. Minelli, una de las americanistas más prestigiosas–, que permite al Cosmos retomar su ciclo. El Sol se pone de nuevo en movimiento. Por eso, el Quinto Sol es llamado Movimiento Ollin».
En su libro El mito de la Serpiente Emplumada, Laurette Sejournè sostiene que «Venus, además de representar a Quetzalcóatl, simboliza el alma humana». Según esta antropóloga, Quetzalcóatl y su enseñanza espiritual de penitencia y caridad representan un instrumento de redención para el ser humano. De hecho, después de su muerte expiatoria este dios se transforma en la estrella Venus y asciende al Cielo para fundirse con el mismo firmamento.
La Serpiente Emplumada tendría la misma función que Cristo en el cristianismo: sería el portador de un mensaje de esperanza y salvación para una partícula celeste que se encarna como ser humano en este mundo. Muchos textos aztecas citados por Bernardino de Sahagún confirman que, también para esta civilización, el hombre y el Cosmos son el resultado de una Caída desde un estado perfecto original.
En este esquema, la finalidad de la existencia humana es volver a unirse con el Uno indisoluble y eterno. A su vez, la función de Venus consiste en abrir y cerrar los sucesivos ciclos cósmicos, exactamente como hace Quetzalcóatl al revelar a los seres humanos el conocimiento al inicio del Quinto Sol y prometiendo su retorno para cerrar el ciclo. Es importante advertir que también Cristo se compara con Venus en Apocalipsis 22,16 («Yo soy el lucero brillante de la mañana»).
El templo de Quetzalcóatl
En Teotihuacán se encuentra el primer templo erigido a la Serpiente Emplumada. Esta civilización se desarrolló en los altiplanos del Valle de México y se impuso gradualmente sobre gran parte de Mesoamérica. Cómo se produjo esta expansión es objeto de debate entre los especialistas. Lo que se sabe con seguridad es que esta ciudad fue la primera de México Central en desarrollar el período clásico.
Después de su decadencia, en torno al 600-700 d.C., Teotihuacán sufrió seis siglos de abandono antes de ser redescubierta por los aztecas. Las distintas deidades –que ciertos americanistas consideran prototipos de las aztecas–, son una mezcla de elementos simbólicos de agua y fuego, como la misma Gran Divinidad. Hipótesis recientes sobre la escritura, los cultos y los calendarios usados en este sitio podrían permitirnos vislumbrar los primeros latidos de la historia mesoamericana.
Aún no conocemos ni la lengua ni el tronco étnico que dio origen a esta primera ciudad amerindia, pero sabemos que todas las civilizaciones posteriores fueron fuertemente influidas por el mito de Teotihuacán, donde se creía que había nacido el Quinto Sol. Según la datación de los expertos, primero se erigió la Pirámide del Sol. Unas décadas más tarde fue edificada la de la Luna, en el extremo del eje N-S, conocido con el nombre de «Calzada de los Muertos», que unía a las dos pirámides.
Pero en Teotihuacán no hay sólo pirámides. En la plaza de la Pirámide de la Luna se levanta el Palacio del Quetzalpapalotl, junto al Palacio de los Jaguares. Probablemente, todo este conjunto monumental perteneció a las primeras fases históricas de desarrollo de la ciudad. El plano urbanístico fue rectificado en torno al año 200 d.C., y tuvo como nuevo centro la Ciudadela, donde se sitúa el Templo de Quetzalcóatl.
Este templo es una pirámide truncada de base cuadrada, formada por siete plataformas superpuestas y adornada con cabezas de serpientes acuáticas con cuellos de plumas, conchas y grandes caracoles. En algunos puntos, el motivo de la cabeza de «la serpiente emplumada» se alterna con otra cabeza, que algunos estudiosos identifican con Tlaloc, el dios azteca de la lluvia, relacionado también con el trueno y la fertilidad.
Según Sejournè, Teotihuacán está construida para simbolizar el camino ascendente del espíritu humano, porque el Templo de la Serpiente Emplumada se ubica sobre una superficie rebajada respecto a la planimetría general y a la imponente Pirámide del Sol. Además, en el Templo se suceden las cabezas de reptiles emplumados y las cabezas de Tlaloc, que representarían el drama humano de la encarnación y el misterio de la vida.
La vida se concebiría como el fruto de la unión de los contrarios: agua y fuego. De modo que estas figuras simbolizarían las fuerzas primigenias de la Creación, nacida de la confrontración entre materia y espíritu, vida y muerte, luz y tinieblas. Por último,
la Calzada de los Muertos representaría el camino que los neófitos de la doctrina de Quetzalcóatl recorrían para llegar a la Pirámide del Sol, probable lugar de iniciación.
La ruta que realizaban estos adeptos supondría la recreación ritual del ascenso de la Serpiente Emplumada desde Oriente hasta el Sol, donde Venus se había dirigido al final de cada ciclo para descender a los infiernos, fundiéndose con el Universo: el Uno primordial.
El hecho de que se hayan descubierto sepulturas con enterramientos de 1, 4, 9, 18 y 20 individuos sacrificados en los ángulos del templo durante su fundación y su inauguración, permite suponer que la estructura estuviese ligada a ritos relacionados con la fertilidad (la vida surgida de la muerte). Otro indicio que apunta en la misma dirección son las 365 cabezas, que corresponden al número de días del calendario solar. Pero también se observan varios signos referidos a Venus y a la Luna, que sugieren interrelaciones entre los calendarios solar y lunar –de 365 y 260 días respectivamente–, con los ciclos agrícolas.
La cruz azteca
Considerado el número de personas sacrificadas, y su relación directa con los valores del calendario, es probable que en Teotihuacán la cosmogonía fuese fundamental en la planificación de las construcciones. Este es un aspecto destacados de la cultura azteca. Por ejemplo, el número 4, los puntos cardinales, era objeto de culto y se señalaba con un color específico, ya que correspondía a unas divinidades rectoras de los cuatro ángulos del mundo.
El tardío mito azteca del Quinto Sol, nacido en Teotihuacán de la cooperación de todos los dioses, es conocido como «el Movimiento» y representa al número 5, el centro de la cruz que simboliza los 4 puntos cardinales y que reúne a los 4 elementos primordiales correspondientes a los 4 soles precedentes.
En Teotihuacán «el Movimiento» fue representado por algunas variantes de cruces. Una de las más interesantes es sin duda la de Quetzalcóatl. La leyenda que narra cómo el Quinto Sol nació en Teotihuacán después del sacrificio de todos los dioses precedentes y de una divinidad menor, «el Purulento», es de origen azteca y no conocemos la versión teotihuacana del mito, si lo hubo. Sin embargo, los estudiosos piensan que el culto a la Serpiente Emplumada nació en Teotihuacán y luego fue adoptado por los aztecas. Con el tiempo, lo que originariamente fue quizás un personaje histórico dotado de un enorme carisma espiritual, se transformó en mito, como sucedió con Cristo.
«Aguas ardientes»
La Serpiente Emplumada y la deidad antigua del Fuego están entre las divinidades más antiguas de la urbe y, con frecuencia, se asocian con el emblema de los cinco puntos de la cruz. El 5 era el número sagrado por excelencia, la cifra del dios que vivificaba la Creación como centro del plano material dividido en 4 direcciones (los puntos cardinales).
Entre Quetzalcóatl, el dios Fuego y el fuego mismo, existe una relación evidente: la llama primordial donde se queman las raíces del Ego aparece como un componente indispensable de la Creación, del que surge la Vida. En la mentalidad mesoamericana es evidente el nexo entre el fuego, la vida y la resurrección espiritual. Por eso no debe sorprendernos que este emblema esté asociado a ambas divinidades y asuma valor catártico en la doctrina esotérica de la Serpiente Emplumada.
Otro paralelismo simbólico entre el fuego y la vida espiritual proviene de que la mariposa, el animal de Quetzalpapalotl, representa el alma del fuego. Este es el elemento que permite al alma humana liberarse de la materia, no sólo físicamente, sino también a nivel simbólico, si se interpreta el fuego como purificación, renuncia y sacrificio trascendente.
Esta era una idea importante. En los frescos de Teotihuacán y en su cerámica se encuentran divinidades como Xipe Totec, el dios azteca de la Primavera, que en la versión teotihuacana tiene la cara desollada, un tema que lo relaciona con la penitencia y el sacrificio individual expiatorio. Y no sólo eso: Xipe Totec es también el dios del renacimiento y, por tanto, de la Liberación.
Los glifos más sagrados relacionados con la Serpiente Emplumada son los llamados «Aguas ardientes» y «Cruz de Quetzalcóatl». Como mencionamos antes, en la cosmología arcaica mesoamericana, agua y fuego son los agentes creadores. Desde un punto de vista antropológico, el culto del fuego y del agua está ligado ancestralmente a los principios masculino y femenino.
En el mito mesoamericano, la Serpiente Emplumada se quema para expiar una culpa, que puede catalogarse como pecado. Por tanto, el fuego y la ascensión al cielo de Quetzalcóatl bajo la forma del planeta Venus se leen en clave simbólica. Lo que se promueve es un camino individual, hecho de caridad, renuncia y búsqueda de lo Divino, para superar el plano material.
¿Qué significan las «aguas ardientes»? Quetzalcóatl ha quemado el agua, desafiando las leyes físicas para indicar la Vía de renacimiento. Y las aguas de las que surge la vida arden porque son encendidas por la llama divina (Espíritu).
El centro del mundo
La cruz de Quetzalcóatl hace referencia a la sagrada ley del centro, donde reside la Verdad. Simbólicamente, este es el punto de encuentro entre las tendencias contrarias y, por tanto, el lugar donde se alcanza el equilibrio. Precisamente los 5 puntos de la cruz son el emblema de este concepto. Así como el corazón, situado en el centro del organismo humano, representa la envoltura de la chispa divina que debe ser liberada para retornar al estado perfecto, también en el macrocosmos el centro alberga lo Divino. Por eso, en la iconografía azteca es frecuente la imagen de Quetzalcóatl rompiendo corazones para liberar el quinto elemento (quintaescencia).
El 4 aparece como el número del mundo material. Linda Manzanilla, investigadora del Instituto de antropología de la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM), y Arturo Menchaca, jefe del Instituto de Física de la misma universidad, piensan que podrían hallarse tumbas dentro de la Pirámide del Sol. El hallazgo de las mismas podría desvelar algunos puntos oscuros sobre el gobierno de la antigua ciudad-estado. Manzanilla cree que hubo 4 gobernantes en Teotihuacán. «La ciudad estaba dividida en 4 partes –sostiene esta antropóloga– y el palacio de Xalla está compuesto por 4 edificios; por lo tanto, es posible que cuatro individuos tomaran las decisiones». Asimismo, en el túnel situado bajo de la Pirámide del Sol hay una estancia de cuatro «pétalos».
Pero, ¿dónde reside lo divino en el Cosmos? Observemos la cruz, representación de la materia (los cuatro elementos), vivificados por el quinto punto (centro), que representa la enseñanza espiritual de la Serpiente Emplumada. Quinto punto que simboliza el animas mundi, situada en el centro de la Creación, que en el plano individual humano corresponde al alma: la partícula divina que, una vez liberada, podrá rescatarnos del amargo cáliz de la vida material.
El papel de Quetzalcóatl en la Creación es así el mismo que el de Cristo. Ambos representan el comienzo y el final del ciclo actual, simbolizan los elementos equilibradores y salvíficos que indican la Vía del retorno a lo divino y, al mismo tiempo, se erigen en una expresión gnóstica de carácter mesiánico.
Última actualización 01/05/2005@00:00:00 GMT+1
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