Mañana, a las ocho de la noche, se abre en el Museo Provincial una nueva exposición de Kiki, esta vez dedicada a los orishas, la santería cubana. Me interesa muchísimo, tanto por el trasfondo del asunto en sí como por el trabajo del fotógrafo gaditano, que es un verdadero experto en todo lo cubano.
Hacía tiempo que no veíamos aquí nada referido a santería, creo que desde hace cinco años que estuvo por última vez Natalia Bolívar. Pero tiempo ha tuvimos exposiciones, libros, conferencias… ¿es que la cubanidad de Cádiz está en baja? Se llegó a hacer un rito, creo que lo organizó Tony Carbonell, entre Sanlúcar y Chipiona, porque sus vírgenes patronales, la Caridad y la Regla, están sincretizadas en las dos divinidades principales de los orishas, Ochún y Yemayá. La Virgen de la Caridad del Cobre es la patrona de la capital cubana.
Yo estuve en un “toque de santo” o “toque de muerto” con Kiki en La Habana, y puedo jurar que no he pasado más miedo en mi vida. Era la primera vez que él conseguía entrar en una ceremonia de estas y yo no podía largarme corriendo y fastidiarle las fotos, así que aguanté como pude el pánico mientras unos cubanos enormes delante de mí entraban en trance, cuando “bajaba el muerto”, mientras tocaban sus tambores unos santeros de Guanabacoa.
En esos días vi a una santera, que me dijo que me acompañaba una señora con el pelo blanco y la cabeza redonda, a la que identifiqué enseguida como una de mis abuelas. Resulta que soy hija de Ochú y he de tener cuidado con Yemayá. Me impresionó mucho.
No puedo decir, como Natalia Bolívar, que “la santería lo que tiene es que es verdad”, pero tampoco oculto mi interés por un aspecto a caballo entre la etnografía, la religiosidad y la magia, que resulta fascinante, también por su propia historia: los negros esclavos llevados a la isla ocultaron a sus dioses tras las divinidades católicas, hasta confundirlos. Se rezaba a uno “oficial”, pero en realidad las oraciones eran para otro, prohibido. Cada santo o virgen de nuestros altares tiene su equivalente en el Africa profunda. Cada uno tiene un color, un alimento, un rito, una canción, una imagen, un atributo. Lo dicho, apasionante.